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A las nueve de la noche del lunes 30 de mayo de 1898, en la casa No. 1 de la calle Carlos Cuaglia, en Jojutla, Morelos, nació el primogénito y único varón de Cayetano Amilpa y Dolores Rivera.

Cayetano Amilpa compraba y vendía semillas; sabía leer y escribir y auxiliaba a Ildefonso Ayala en la administración del molino “La Perseverancia”.

Los Amilpa Rivera, año tras año, le darían a su hijo una hermana, hasta sumar seis: Elvira, Consuelo, Amparo, Esperanza, Bertha y María Luisa. La familia entera se mudó a la capital del país cuando Fernando era pequeño. Rentaron una vivienda en la parte superior de una casona ubicada en la calle de Mesones.

A la edad de quince años, Fernando se enroló en las filas zapatistas. Lo encargaron de dar mantenimiento a las armas manchadas de lodo y sangre recogidas de los campos de batalla: desmontaba la caja del mecanismo para limpiar y engrasar percusores, cerrojos, muelles, pestillos, y cilindros para de nuevo montarlos en la base de la caña, revisar el ánima del cañón, ajustar las abrazaderas, comprobar el alza y el punto de disparo. Por sus manos pasaron muchas de las armas recogidas en las tomas de Cuernavaca y Tres Marías y en las batallas de Huitzilac, Milpa Alta, Contreras y Xochimilco.

Una noche de finales de enero de 1915 asaltaron y mataron a don Cayetano para despojarlo de una fuerte cantidad en efectivo producto de una venta de semillas. Por esos días Fernando estaba de licencia en la capital. Se vio obligado a trabajar. Era el hombre de la casa. No podía dejar desamparadas a su madre y a sus menores hermanas. Un amigo del difunto lo recomendó en una empresa que vendía y reparaba camiones de carga; aquí, Fernando fue capacitado en mecánica automotriz.

En diciembre de 1918 ingresó como chofer al Departamento de Limpia de la Ciudad de México.

—Inicié en el basurero, en medio de un ambiente fétido. Sobre el asiento de mi camión, en cuya caseta me asfixiaba de calor, era acosado por moscas inmundas que con su terquedad hacían más insoportables los momentos —recordaría Fernando años después.

El 12 de diciembre de 1920 Amilpa constituyó con Rafael Quintero, Jesús Yurén, Antonio Pérez Parrilla, Rafael Cárdenas y otros, el Sindicato de Limpia y Transportes de la Ciudad de México. En 1921 contribuyó en la fundación de la Federación de Sindicatos del Distrito Federal.

Trabajó como chofer en las líneas de transportes urbanos «Niño Perdido» y «Lomas de Chapultepec». Quintero, Yurén y Amilpa fueron pioneros en la organización sindical de los choferes.

El 24 de febrero de 1936, Vicente Lombardo Toledano, Fidel Velázquez, Jesús Yurén, Fernando Amilpa y otros fundaron la Confederación de Trabajadores de México (CTM); a éstos tres más Alfonso Sánchez Madariaga y Rafael Quintero se les conocería como «Los Cinco Lobitos».

En agosto de 1937, Amilpa fue electo diputado federal.

En mayo de 1939 fue designado delegado obrero a la Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada en Ginebra.

Amilpa presidió la secretaría general de la CTM en los años 1947 a 1950.

El doctor Alberto Trueba Urbina (experto en derecho laboral), quien tuvo trato personal con Amilpa, relató:

“…Amilpa era un legítimo autodidacta, hacía exposiciones históricas verdaderamente acertadas; hablaba de la obra de Justo Sierra; conocía a los mejores historiadores de México, tenía un espíritu sutil y refinado, saboreaba las notas musicales; escuché, asombrado, explicaciones de lo que era la Novena Sinfonía de Beethoven. Hablaba de Rubens, conocía pintores, sentía admiración por Orozco”.

Amilpa fue un hombre culto. Una excepción entre los líderes del movimiento obrero mexicano: lector infatigable, tocaba al piano obras de los clásicos y alguna que otra producción suya. Además, le gustaba el futbol y hasta militó en el Atlante.

Murió el 18 de enero de 1952, víctima de un tumor en el cerebro. En su honor, el auditorio de la CTM lleva su nombre.

Foto en blanco y negro de un grupo de personas en uniforme

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Fernando Amilpa, de pie, con sombrero y overol, segunda fila, extremo derecho.

Nota: Datos y foto proceden del libro: “FIDEL VELAZQUEZ: MI AMIGO AMILPA”, escrito por Fernando Amilpa Trujillo y publicado en 1991. Imagen cortesía del autor