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Emiliano Aréstegui*

Dice Elisa Díaz que la palabra es una forma de tocar al otro, y dice, en uno de sus cuentos, que las cajas son palabras, y pareciera que muchas veces no sabemos todo lo que guarda. Las palabras tocan y también golpean. Creo que la prosa de Elisa Díaz Castelo cimbra y percute con estos cuentos de un horror vestido de terciopelo. Es también un libro de espejos, un libro en el que lo contrario habita en lo que enuncia. Aquílas cosas, los objetos, son presagios y somatizan en sus dueños, son también oráculos que dictan un camino. El tiempo se estanca en la densidad de una gravedad que se hace presente en todos los cuentos. El libro de lascostumbres rojas nos da cuenta de un oído fino, de unamirada quirúrgica que desmenuza el qué las cosas. Aquí los elementos se superponen, en estos cuentos: el recuerdo y el pasado, se habitan en el abrigo del presente. La poética de este libro es una distopía silenciosa, que se hace presente en los elementos más simples, en este juego de espejos, lo simple, lo cotidiano, es la semilla del horror. Una poética de la perversión en la que la realidad somatiza el poder de las palabras. En los cuentos de Eliza Díaz las cosas son presagio de un ataque, un elemento más que encarna en la carne de los personajes: los objetos se entretejen a la palabra,mudando a lo fantástico sin escapar de lo posible. A Elisa, pareciera, le interesa delinear contornos, y de los contornos surgen formas, bosquejos que se tornan bosques cargados de sentidos, sentidos que de lo literal pasan a lo oculto, a lo alegórico, a la desmesura. Todo tiene un opuesto, o está superpuesto o transmuta. Lo conmensurable se vuelve inmensurable: lo cotidiano, parece advertirnos la autora,cobija lo extraordinario.

Así, la hija que juega que son sus hijas las muñecas,termina siendo la madre de su madre y luego la esposa de su padre. Primero viste a su madre de adentro hacia afuera, luego toma ese papel de afuera hacia dentro: se pone los aretes, el anillo de matrimonio, luego entrega el cuerpo. Y en este mundo, en el que las cosas son presagio y conjuro, ella, la hija, termina siendo ella, la madre. El horror está en la continuidad de los días, Castelo lo sabe.

En esta poética, lo superfluo y lo intestino, se hacen uno, y la indiferencia puede ser la magia que una todo para que todo se vuelva otra cosa. Aquí los personajes entran al cine y en un momento, con dos o tres palabras, hurgan hacia el otro, transmutan, el lenguaje logra la metempsicosis en sus traslados, pues la palabra y el ser están unidos y cada frase puede ser un acto de magia, un conjuro… No hay nada que sea literal, todo se traslada hacia el lado oculto de las cosas. Aquí las metáforas son embrujos.

En este ir y venir de lo uno a lo otro, los cuentos, las narraciones, no son prosa, o es una prosa que habita la no prosa, una poética, en la que aparecen versos sueltos, intestinos. Podemos decir, que en los cuentos de El libro de las costumbres rojas las palabras parecen tener un correlato directo con el mundo.

Siempre es necesario engarzar a los autores a otras letras, a otros nombres, yo así encuentro, en la extrañeza de estos cuentos, el oído fino de Samperio y Monterroso, los encuentro en la capacidad que tiene Elisa para pervertir lo cotidiano y llevar lo literal a los extremos: pareciera que toda frase tuviera una poética escondida lista a desbordarse;quedarse sin palabras, encontrar a alguien hasta en la sopa, ponerse en los zapatos del otro, incluso la palabra melancolía, puede desdoblarse hacia el horror. Encuentro también a Carver y a Chejov, pues los cuentos de Elisa parecen ser icebergs en el que lo oculto se presenta y abisma en los finales, en ese algo más que siempre se presiente. Ytambién me recuerda a Emiliano González, por esa capacidad de trasladar la realidad, para dejar abiertas sugerencias, para su posibilitar lo extraño. Y por supuesto, ahí está, en estas páginas, el horror en una plástica que recuerda lo mismo a Maupasant que Amparo Dávila, pero tirando al terciopelo y desgarrándolo, hacía un quehacer que también recuerda a Mulholland Drive de David Lynch.

Emiliano Becerril invita a su tocayo Emiliano Arésteguia escribir sobre El libro de las costumbres rojas

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