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Si en estos momentos me preguntaran quién soy, respondería, probablemente, que soy la suma de mis autores (…) Poco a poco, libro a libro, verso a verso, han ido afinando mi alma (…) Porque traducir es también amar a quien traduces.

Inconscientes, sabemos muy bien lo que hacemos, aunque no encontremos como explicarlo. Vivimos caminando por el mundo, avanzando hacia un destino que no alcanzamos a descifrar, pero que en cada uno de nuestros pasos se va creando. Con esa certeza subterránea, Selma Ancira ha vivido su oficio de traductora y El tiempo de la mariposa, una breve y a la vez profunda reflexión, lo evidencia.

– Selma, este es un libro singular, porque te ausenta de tu trabajo como traductora, pero al mismo tiempo te conecta con ese oficio. Es decir, no se trata de un libro donde traduces la obra de alguien más, sino que traduces tu ser.

Al final, lo que este libro ha hecho es obligarme a sistematizar todo lo que yo sabía sobre mi oficio, que lo sabía de manera intuitiva, gracias al trabajo constante de cuatro décadas, pero en este libro me hizo reflexionar. Fue fantástico porque estuve llena de descubrimientos de mi propio oficio. Traducir es leer. Traducir es entender. Traducir es compartir. Traducir es viajar. Traducir es adentrarte en el universo de tus autores. Traducir es pensar en los lectores. Traducir es escribir con una partitura detrás.

Por momentos sufrí mucho, sintiendo que no lo iba a lograr, pero al final disfruté mucho el poder encontrar en mi memoria, en mis entrañas y en mi experiencia estas frases concatenadas en el libro, que al final dan una buena cuenta de lo que ha sido mi vida desde que comencé a traducir.

– Una partitura que corre por tus venas…

Hay un momento en que la obra que estas traduciendo está tan dentro de ti, el léxico de tu autor, las realidades que has estado tejiendo en tu lengua que la vida te sale a tu encuentro. Me ha pasado con Marina Tsvietáieva, con Lev Tolstoi, con Nikos Kazantzakis, esos autores con los que el alma se siente en sintonía.

– En alguna entrevista, hablaste de como defendiste ante un editor el uso de un mexicanismo, en nombre de la importancia de ensanchar las fronteras del español.

A mí me parece que es una cosa justa. Nosotros, los que hablamos español, y hemos tenido la suerte de haber nacido en este idioma, una lengua de una riqueza absolutamente deslumbrante, un lenguaje que hablamos en muchos países con muchos modismos, con palabras y frases idiomáticas que pertenecen a los distintos países, y que a mí me parece que tanto el español de Colombia, el español de México, el español de Costa Rica, el español de España tienen derecho a existir. Entonces ha sido como mi ejercer un derecho. Es decir yo hablo español de México, soy mexicana, y voy a traducir introduciendo palabras de la lengua en que nací. El editor me dijo que estaba de acuerdo si esas palabras las recoge el diccionario y el lector en Colombia, Argentina o España puede saber lo que son. Evidentemente que una interjección como híjole no la voy a utilizar. Además, tengo que decirte que a mis colegas españoles les gusta mucho mi español, dicen que aprenden muchas palabras leyendo mis traducciones y de lo que se trata es de que las palabras estén vivas. Muchas de las palabras que usamos en México estuvieron vivas en un momento en España y han caído en desuso. Yo siento como mi deber el darles una nueva vida.

– ¿Con que espíritu traduces, Selma?

Hay que respetar al autor, pero no hay que olvidar al lector. En El tiempo de la mariposa comento que a veces me siento como si estuviera en la cuerda floja, porque tengo que estar pensando en el espíritu de la obra, en lo que está escrito en el original y en el lector al que le va a caer en la mano. Si yo traduzco solamente palabras y me encadeno sintácticamente al idioma ruso o al idioma griego el lector en español no va a recibir una obra de arte, va a recibir una calca de una novela.

“La imagen de la mariposa de Zorba, aquella mariposita que no había podido madurar pacientemente, que había sido forzada a salir de su capullo antes de tiempo, arrugada y sietemesina, la tengo siempre presente: ¨Nació prematura -escribe Kazantzakis-, y al poco tiempo murió¨. No resistió la vida. Con las traducciones ocurre lo mismo que con la mariposa: es indispensable darles su tiempo, dejarlas madurar.”

El tiempo de la mariposa, Selma Ancira. Taller Editorial Gris Tormenta (Colección Editor), Querétaro, México; y Universidad Veracruzana, 2024. Prólogo de Mónica Lavín. Imagen cortesía del autor