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Un día, mi padre llegó a casa con un microscopio que compró en la Lagunilla, el mercado callejero de antigüedades en el centro de la Ciudad de México. Fue un acontecimiento conocer aquel artefacto que representaba al mundo de la ciencia. Era de metal negro y venía en su caja de madera con varios accesorios. Mi padre nos mostró cómo ver a través de él. Fue fascinante descubrir lo invisible. Con el tiempo, se volvió costumbre mirar los detalles de una pulga, un ala de mosca, un trozo de pasto, el cabello, la saliva y cuantas cosas se atravesaran. El aparato me abrió la mente al gran micromundo.

Mis cuidadores no respondían mis preguntas sobre la historia y funcionamiento de este instrumento que mostraba el universo diminuto. Entonces fui a la enciclopedia Espasa Calpe, el Internet de los años setenta. Con las delgadas páginas del tomo 35, viajé al Barroco, época de esplendor en los siglos XVI y XVII. Conocí el origen del microscopio, la sofisticada lupa que enfoca los secretos de lo pequeño. Con ella se dieron grandes avances en tecnología y medicina. El microscopio fue un logro colectivo a lo largo de años. No puede atribuirse a un solo inventor, pero hay algunos personajes fundamentales que merece la pena mencionar. Con ojo cinematográfico, imagino entrar por la ventana a la óptica de Hans y Zacharias Janssen, dos constructores holandeses de gafas que en 1590 combinaron por primera vez un lente convexo y uno cóncavo en un tubo opaco, lo que permitió un aumento significativo para ver objetos pequeños. Muchos consideran esta invención como el primer microscopio. Aunque todavía no tenía el cuerpo, fue la base del lo que hoy se conoce como microscopio, y también del telescopio.

Después, mi cámara imaginaria enfoca a Galileo Galilei, en Italia, quien construye un microscopio en 1609. El famoso astrónomo invierte uno de sus telescopios para descubrir que la dimensión del universo se puede observar hacia lo grande y hacia lo pequeño. En 1625, el alemán Johannes Faber acuña el término «microscopio», del griego mikrós, pequeño, y skopien, observar.

Doy vuelta a otra página de la enciclopedia. La ilusión me transporta a Gran Bretaña para conocer a Robert Hooke, físico, inventor y filósofo que desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la microscopía. En su obra Micrographia, de 1665, presentó, con dibujos detallados, sus observaciones a través del microscopio que construyó él mismo.

En mi película mental, llego a los Países Bajos en 1670, al taller de Antonie van Leeuwenhoek, quien perfeccionó el modelo de Hooke. Leeuwenhoek era un comerciante de telas que acumuló cierta fortuna. Esto le permitió dedicarse, como aficionado, a su pasión. Tallaba a mano lentes que montaba en estructuras metálicas de bronce, plata y oro. Me acerco a él, quien observa el origen de la vida a través de su poderoso lente que aumenta 275 veces la imagen. Descubre espermatozoides, células sanguíneas, bacterias y otros microorganismos.

Gracias a este increíble invento, los científicos se adentraron en el mundo de los microorganismos, desarrollaron la física, la química y la medicina renacentista. Con la Revolución Industrial, se realizaron investigaciones trascendentales, como las de Koch y Pasteur, y se descubrieron muchos gérmenes responsables de enfermedades infecciosas.

En mi experiencia infantil, al entender que existen microorganismos, comencé a jugar con una amiga a que éramos microbios y habitábamos en un cuerpo. Viajábamos por venas y arterias; nos instalábamos como huéspedes en órganos… Fue una forma natural y divertida de practicar nuestros conocimientos de anatomía básica.

A lo largo del tiempo, la óptica progresó y el microscopio tomó la forma de herradura que soporta la platina, el condensador y el espejo. Actualmente, hay modelos con tecnología digital.

El microscopio viejo de la Lagunilla que trajo mi padre despertó en mí una mente curiosa por desentrañar los misterios de la naturaleza, y aunque no me convertí en científica, conservo el gusto por la historia de la medicina, que combino con mi profesión literaria. Al escribir estas líneas, me imagino acompañada por los inventores del microscopio y les cuento el gran impacto que tuvo en la ciencia.

¿Qué diría Leeuwenhoek de que en unos días me harán una operación por laparoscopía y el cirujano introducirá una cámara por mi ombligo? ¿Qué diría Hooke de que analizarán con un microscopio digital el tejido que extraigan de mi cuerpo? ¿Qué diría Zacharias Janssen de las imágenes digitales ampliadas miles de veces que analizará el patólogo?

Despido a estos íconos de la historia comentándoles que algún día les compraré un microscopio a mis hijos. ¡Quién sabe cuándo y cómo la magia de la óptica toque el corazón de alguno de ellos!

Exvoto dedicado al microscopio y sus inventores. Taller de exvotos contemporáneos.

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