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El título de una de las más bellas canciones locales de la autoría del señor Alejandro Pacheco, en esta ocasión no refiere a las tantas historias de amor que se han tejido en la eterna primavera, sino también al esplendor y apogeo perdidos en nuestra ciudad.

El tema puede correr el riesgo de parecer trillado, sin embargo, es obligado hacerlo recurrente hasta en tanto no atraquemos ese buque llamado Cuernavaca en un puerto de abrigo. Los cuernavacenses nos hemos dormido en nuestros laureles, tener el paraíso con tan solo abrir nuestras ventanas nos hizo confiados, no lo cuidamos y ahora será muy difícil recuperar el lustre de antaño.

A nuestros naturales atractivos, se añade una sólida identidad propia, un bagaje cultural de gran calado y una memoria histórica que hace de Cuernavaca uno de los asentamientos humanos vivos más antiguos del continente, la presencia de habitantes ha sido continua e ininterrumpida desde que los olmecas se asentaron en los ojos de agua Gualupita, alrededor del lejano 1500 a.c. Incluso la fama de Cuernavaca, se funde entre la historia y la mitología, los antiguos mexicanos la consideraron junto con otras regiones del actual Morelos, como Tamoanchan: el paraíso terrenal. A la presencia Olmeca le sucedió en algún momento cercano al 1100 de nuestra era la fundación de Cuauhnahuac, de ahí Cortés levantó sobre las ruinas de teocallis, la actual Cuernavaca, que fue no solo la cabecera del poderoso Marquesado del Valle de Oaxaca, sino a partir de entonces un punto en el trayecto de la Nao de China, muy apreciada por propios y extraños, virreyes y notables viajeros extranjeros dieron cuenta de la pequeña localidad. El México independiente no fue excepción, las bondades de Cuernavaca se acrecentaron, la bonanza azucarera la nutrió y para nuestra historia quedaron entre otros, los testimonios de figuras como la Marquesa Calderón de la Barca y personajes que acompañaron a Maximiliano tales como Kevenhuller, Paula Kollonitz y José Luis Blasio. El porfiriato continuó esta tendencia, que se vio abruptamente interrumpida por la Revolución del Sur.

Tras las cruentas jornadas del zapatismo, la calma volvió a Cuernavaca y es aquí donde Calles y Morrow convierten a la eterna primavera en un sitio de turístico de primer orden, se consolidan a la par de casas de descanso, sitios como el Hotel Bellavista con Don Serafín Larrea, el Casino de la Selva de Don Manuel Suárez y posteriormente Las Mañanitas de Bob Krause.

Lo anterior evidentemente impactó el resto de las actividades económicas en la capital morelense, aquí es importante destacar el auge de las escuelas de enseñanza de español para extranjeros.

El cambio de siglo, marcó el declive de nuestra ciudad, la inseguridad, la anarquía urbana, el crecimiento desordenado, la impunidad, y una clase política con poca pericia en el desempeño de la administración pública, borraron de tajo lo construido en casi cien años.

El prestigio construido había logrado entre otras cosas, que Cuernavaca fuera un sitio predilecto para residentes extranjeros que iban desde casas reales destronadas a exiliados políticos, intelectuales o simplemente quienes se acogieron al clima y calidad de vida. El deterioro de la ciudad, aunado los deficientes servicios públicos los ahuyentaron a otras latitudes. Los canadienses que venían en los inviernos, al envejecer mutaron Cuernavaca, por Naples en Florida, simplemente les apanicó la idea de tener que recurrir a un hospital local. Hace un par de días el periodista Paco Guerrero Garro nos compartió que, en 1990, la comunidad norteamericana en Cuernavaca, tenía más de 2,200 miembros, hoy no llegan a los 200, cambiaron nuestra ciudad por San Miguel de Allende, Oaxaca o Chapala.

La ciudad ha crecido a pasos agigantados, particularmente desde el sismo de 1985, ello debió de entrañar una mayor fuerza laboral, así como una economía más vigorosa, desafortunadamente la balanza se inclinó como ya se mencionó, a la anarquía urbana y al crecimiento desordenado, a ello se añade el daño al medio ambiente y que paradójicamente la ciudad de la eterna primavera carece de espacios verdes y públicos.

Una buena iniciativa sería al igual que se ha hecho de manera exitosa en otras ciudades del mundo, rescatar espacios abandonados o en desuso y convertirlos en parques públicos, ello no solo abonaría al medio ambiente sino a reconstituir el tejido social. Recuperar nuestra ciudad es una tarea de proporciones titánicas, pero no imposible, atañe a toda la sociedad en su conjunto, no solo al ayuntamiento. Al final del día será más fructífero corregir el rumbo, que vivir de glorias pasadas pensando que en Cuernavaca fue.

*Escritor y cronista morelense.

Un castillo con una torre

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