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César Arenas*

 

La felicidad: al fin e inicio del año

 

En los últimos días hemos dicho, escrito, leído o escuchado las palabras: feliz navidad, felices fiestas o feliz año nuevo. Pero, ¿qué significa la felicidad durante estas fechas? ¿Es un cliché de temporada o un genuino deseo para compartir? 

 

La emoción de felicidad puede alcanzarse de distintas formas. Para algunos, la felicidad significa vivir sin conflictos, sin deudas, sin preocupaciones, sin enfermedades, sin agobios laborales o empresariales; para otros, lograr una meta u objetivo, aprender algo, atender pendientes, hacer ejercicio, disfrutar de la naturaleza, de la familia o amigos; o incluso, hacer cosas más inmediatas y efímeras, como viajar, descansar, tomar un vino, probar una rica comida, leer un libro, pintar o ver una película.

 

En esta temporada conciliamos la mística de los cambios de la naturaleza con las reglas de la cotidianidad para detenerlas por un momento. Aprovechamos el descanso escolar, el cierre fiscal, las vacaciones y el pago de prestaciones laborales, para poner nuestra atención en otras prioridades. 

 

Aunque no sea posible decir qué pensaba cada persona cuando expresaba deseos de felicidad, la esencia implica una intención proyectada de bienestar. El inicio del invierno no solo es un cambio de estación con noches frías y largas, sino el cierre de un ciclo y la esperanza de un nuevo comienzo de la vida. En la religión, la natividad evoca esta idea para renovar el espíritu y los valores enlas personas.

 

En la cultura occidental estamos acostumbrados a encontrar muchas de nuestras emociones de felicidadalrededor del verbo “hacer”, y muy poco con el “estar”. Nos preocupamos por hacer los pendientes, las compras, la limpieza, los pagos, las citas, el viaje, hacer, hacer y hacer…para sentirnos felices haciendo cosas sin parar. Sin embargo, pocas veces valoramos el simplemente“estar”: con nuestra familia, pareja, hijos, con nuestros seres queridos, con los vulnerables (en el altruismo) o con nosotros mismos.

 

La felicidad en esta temporada es entonces un compás de tiempo que nos debe permitir disfrutar plenamente del presente; el “hacer” o “estar” no implica necesariamente un conflicto, en ocasiones podemos “hacer” cosas que nos permiten “estar” bien. La clave es encontrar el equilibrio. 

 

Pasará un nuevo año para volvernos a desear felicidad de forma generalizada, por lo que tenemos doce meses para demostrar que se trataba de un genuino deseo reconociendo que nuestra felicidad implica la existencia del “otro”, es decir, de la interdependencia con la naturaleza, las personas, e incluso, con el yo interior.

 

Para la filosofía budista, la verdadera felicidad se alcanza eliminando las limitaciones de nuestra conducta, mente y espíritu. Por lo tanto, no basta tener buenos deseos y planes felices, las cosas que nos hacen verdaderamente felices se construyen desde el fondo de nuestra alma y es nuestra responsabilidad materializarlas en la práctica.

 

Agradezco a La Jornada de Morelos y a quienes me dieron la oportunidad de expresar mis reflexiones en este diario. Espero que puedan leerme y dejar sus comentarios en este nuevo proyecto que me hace feliz.

 

* Investigador en ciencias sociales

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