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El cura de Tlaquiltenango encontró, antes que el obispo, la pirámide perdida

(Primera de dos partes)

 

Fíjense queridos lectores, que en Morelos existe el vestigio de una misteriosa pirámide olmeca, la de Chimalacatlán, con una antigüedad en la zona de más de 3,000 años y por si esto fuera poco, con la Cueva Encantada en sus inmediaciones con vestigios de fauna megalítica de más de 10 mil años. Estas dos maravillas, se encuentran en la parte sur del municipio más extenso de la entidad que colinda con la sierra del vecino estado de Guerrero. Y dije misteriosa, porque hasta nuestros días, el origen de esa gran civilización llamada cultura madre y el de sus integrantes, es incierto. O sea, desconocido. Es más, ni siquiera sabemos cómo se llamaban entre ellos, los nahoas los llamaron Olmecas.

Permítanme explicarles que cultura madre es aquella capaz de influenciar a otras, ya sea distante en el tiempo o en el espacio geográfico. Y precisamente, los olmecas nos legaron el culto a la serpiente, a la emplumada incluida y señoras serpientes en general como varias de nuestras deidades femeninas ancestrales; el juego de pelota, -la más antigua bola de caucho se encontró en las inmediaciones del Golfo de México, en plena zona olmeca; el culto al jaguar, el verde jade usado en rituales espirituales; el culto a las montañas, a las cuevas y un largo etcétera.

Sus primeros vestigios se conocen desde el año 1,500 a.C. en los estados de Veracruz y Tabasco donde nos dejaron las formidables y enormes cabezas olmecas que se pueden admirar y valorar tanto en el Museo de Xalapa, Veracruz, como en el Parque de La Venta en Tabasco, en este último, gracias a que el poeta tabasqueño Carlos Pellicer, enterado de que la zona sería inundada de petróleo, organizó rápidamente el traslado de la mayor parte de las cabezas a La Venta y con ello, las salvó. Gracias a su acción hoy pueden ser admiradas.

Aquí en Morelos tenemos como ejemplo el maravilloso Portal de Entrada al Inframundo que ubicaron en el Cerro de Chalcatzingo y a solo 15 kilómetros de ese lugar, hacia el sur poniente, se encuentra la megalítica pirámide de Chimalacatlán construida en lo más alto del Cerro del Venado y con la Cueva Encantada a un lado. Esa rarísima pirámide perdida en el tiempo, construida con grandes piedras labradas y que embonan perfectas entre sí, forman parte de lo que se puede considerar una muestra excelsa de arte y arqueología rupestre.

Chimalacatlán, nombre de origen náhuatl que significa “lugar de escudos de carrizo”, se presume que fue edificada en ese lugar como sitio estratégico de observación, ya que parados en lo alto o en su plataforma, se puede contemplar todo el valle central morelense e incluso hasta Cuernavaca situada a 52 kilómetros de distancia.

Tardíamente descubierta por dos sacerdotes, el primero, don Lorenzo Castro, párroco de Tlaquiltenango que en cuanto supo que en 1898 fue preconizado el 2º. Obispo de Cuernavaca, don Francisco Plancarte y Navarrete, se lo comunicó de inmediato al saber que al igual que él, el recién llegado tenía alma de arqueólogo. Pese a que el cura Castro condujo al obispo a conocerla, siguió siendo casi desconocida.

Sin embargo, a resultas de la visita que hizo Plancarte y Navarrete con su guía el cura del pueblo en 1900, más tarde escribió su libro Tamoanchán en el cual quiso demostrar que el estado de Morelos fue en tiempos pasados o remotos, el centro del cual se difundió la civilización por todo México y la américa central. Imagínense la importancia de este lugar, aunque su poblado cuenta con apenas 324 habitantes y viven alejados de toda civilización, eso sí, cuentan con un pequeño museo de sitio, que ellos mismos manejan en un humilde cuarto en donde exhiben restos de fauna megalítica que encontraron en la llamada Cueva Encantada, muy cerca del Cerro del Venado.

En 1930 fueron visitadas por el estudioso de la cultura mesoamericana, don Roque Jacinto Ceballos Novelo, autor del Volumen 2 de los Anales del Museo Nacional de México, antecesor del de Antropología, quien levantó un pequeño croquis y entregó un informe al INAH. Luego fue visitada por el gran arqueólogo Alfonso Caso. Habiendo explorado y estudiado la cerámica hallada en el lugar, Alfonso Caso, encontró similitud de la cerámica Chimalacatlán con la encontrada en Monte Albán, Oaxaca, con las de la zona del Tajín y otras partes de la costa del Golfo.

En 1943, Emilia Florencia Müller Jacobs, conocida como Florencia Müller (1903-1984) -primera mexicana en graduarse como arqueóloga lo que sucedió en 1947 con una tesis sobre Chimalacatlán- hizo una exploración más completa. Un año después visitó el lugar el Arqueólogo Ignacio Marquina, entonces director del INAH quien conoció también la Cueva Encantada y el Patio de la plataforma megalítica, a la que asignaron el número 5 del grupo B. Al escribir estos recuerdos, queridos lectores, les comparto que mi memoria histórica me hace sentirme privilegiada de poder compartir con ustedes la riqueza morelense. Continuaré el próximo miércoles.

 

El asombro ante un lugar llamado por sus habitantes “tierra de gigantes”, nos hace adentrarnos en nuestro pasado histórico para mostrar la pirámide de Chimalacatlán, perdida tanto tiempo. Foto proporcionada a la autora por su amigo, cronista de Tlaquiltenango, José René Gama Beltrán.