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Comprometidos a no olvidar al lejano Chimalacatlán

(Segunda y última parte)

 

Ya habiendo leído, investigado y escuchado a expertos en Chimalacatlán como los arqueólogos del INAH Mario Córdova Tello y Eduardo Corona Morales, gracias a la intermediación del entonces delegado, ahora director del INAH Morelos, Víctor Hugo Valencia, les comparto que hace 15 años llegamos un grupo del Seminario de Cultura Mexicana SCM-Cuernavaca, hasta Chimalacatlán, con el apoyo del cronista don José René Gama Beltrán que nos esperó y acompañó en el trayecto final hasta el sitio.

Al llegar a la comunidad, a los pies del cerro El Venado en cuya cima se encuentra la enigmática pirámide, nuestra sorpresa fue que nos esperaba el alcalde de Tlaquiltenango con su esposa en una pick up, con un riquísimo “rancho”. A la distancia, les sigo agradeciendo su atención. Fue tan valiosa la visita que ese día, 21 de febrero de 2009, suscribimos la Declaratoria del SCM con Chimalacatlán, que dice: “Manifestamos que nos sentimos orgullosos del pasado cultural de Morelos. Y que, por lo mismo, como miembros del SCM asumimos el compromiso de difundir nuestra cultura hacia el resto del mosaico nacional que es México, hoy desde Chimalacatlán, Tlaquiltenango”.

Al término de la visita, cuando descendimos de la pirámide, todos los presentes firmamos el documento ante la presencia de los lugareños: el presidente municipal José Antonio Brito García y su señora. El grupo de campesinos llamado “Exploradores de la Biósfera”, encabezados por Sergio Brito Chávez, por el músico del pueblo y cronista de Chimalacatlán: Pablo Brito, Mario Córdova Tello, arqueólogo del INAH, responsable de los trabajos en ese entonces en el lugar y como cronista de Tlaquiltenango y de Jojutla, don José René Gama Beltrán que además es orgullosamente miembro del SCM.

En Morelos, les comparto, existe una sublimación de saberes, relatos, tradiciones, olores y sabores de ambas culturas fusionadas: la invasora o de la conquista, con la de los señoríos de Cuauhnáhuac, Tepoztlán, Hueyapan, Tetelcingo, Xoxocotla, Coatetelco, Oaxtepec y Cuentepec, entre otros cuyos pobladores de este último lugar hablan un náhuatl con raíces tan diferentes que han sido objeto de estudio por parte de investigadores de El Colegio de México.

Esta tierra morelense, en donde un día no muy lejano, -cuenta la tradición-, nos enseñaron a cultivar el maíz los mismísimos dioses, algunos de ellos tiernos como un cuento infantil contado en lengua náhuatl; otros, en cambio, fieros, implacables y todo poderosos, que aún hoy en día son objeto de ofrendas al viento, a las cosechas y a la lluvia so pena de perderlas, todo ello impregnado de un maravilloso olor en tiempos de zafra porque el estado de Morelos lleva impreso el aroma dulzón de cañaverales y trapiches que el viento atrapa y los coloca en resquicios de bardas y tecorrales donde descansan perezosas, buganvilias de variado color.

Quien haya disfrutado del aroma de los frijoles ayocotes, de la mole verde con tamales nejos o de ceniza, del huaxmole y las palanquetas de Temoac, Jantetelco o Xoxocotla, de las tortas de flor de tzompantli o de huauxontles, concocen ya parte de la esencia morelense. Y Así como los amates amarillos color del sol se funden en un acto de amor con piedras, tierra y polvo, con vientos y nubes, así, nosotros, nos preocupamos por dimensionar a nuestro estado a nivel nacional. Y si a la vez, integramos nuestros conocimientos a estos pueblos sureños, contribuiremos al fortalecimiento, entre los jóvenes, de una identidad que los vincule y les dé sentido de pertenencia a esta tierra.

Digo lo anterior porque la identidad de una región se nutre de los hábitos, costumbres, tradiciones, del hablar, del rito, de las formas de trabajo, de la relación con la tierra, con sus muertos, con los hijos, con sus ombligos enterrados y con su historia. Porque la identidad es mucho más que un hecho folklórico o colorido, es lo que distingue y da sentido a una sociedad. Es por eso por lo que no se puede hablar de identidad si se desconocen los sentires y significados que, para todos nosotros, tienen los usos y costumbres del lugar en que vivimos. Al pensar en nuestra cercanía con la CDMX, no podemos equivocarnos. Morelos es un estado, no unas pocas ciudades, es, además de un sitio agradable de visitar con un inmejorable clima, es un lugar de esfuerzo y trabajo no solo un destino para los fuereños de fin de semana. Es por ello por lo que, al término de nuestra visita a ese gran vestigio olmeca, lo hicimos rodeados de nubes grises y un feroz viento que parecía gritarnos: “No se olviden de nosotros”. Y con emoción escribo en estas líneas, que jamás los olvidaremos.

Cómo llegar. Desde la ciudad de Cuernavaca, tomar camino hacia Jojutla, de ahí seguir a la carretera rumbo a Chinameca, pasar por las comunidades de Las Carpas y La Mezquitera, posteriormente al Valle de Vázquez y de ahí a Chímalacatlán sólo existe esa carretera para llegar al pueblo.

Hasta la próxima.

 

Foto tomada por Esteban Saavedra del Rayo, bajada de internet. Cortesía de la autora