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Jonacatepec, la Atenas morelense

-Un encuentro con la historia-

(Primera parte)

 

Fíjense queridos lectores, que hace 40 años entrevisté a don Francisco Gutiérrez Hormigo un valioso hombre de su tiempo que huérfano de padre a los 8 años, poco tiempo después debido al inicio de la Revolución sale de Jonacatepec con su madre y sus pequeños hermanos a la Ciudad de México. Allí fallece también su mamá y a la temprana edad de 13 años, Gutiérrez Hormigo se queda a cargo de sus hermanos. Poco después se emplea como Recaudador de Rentas de Iztapalapa y ahí, por la seriedad con la que asumió su cargo a pesar de su juventud, con el tiempo llegó a ser Síndico Municipal.

Lector desde niño, heredaba la cultura de su familia. Nieto de Sergio Hormigo, director de escuela, quien fuera maestro de Otilio Montaño y de Amador Salazar, personajes que con el tiempo serían parte importante del mundo de don Emiliano Zapata, e hijo de don Leobardo Gutiérrez quien durante el último trienio del siglo XIX fue purgador en la Hacienda de Santa Ana Tenango (era el que decidía si el azúcar se encontraba ya lista para la venta), vivió parte de su niñez en ese ambiente, superior al que se vivía en su natal pueblo de Jonacatepec.

Al término de la revolución mexicana, don Francisco Gutiérrez Hormigo regresa con sus hermanos a su pueblo y dado que su padre laboró en la hacienda, la familia García Pimentel que seguían siendo dueños del lugar, lo contratan como administrador de una hacienda que ya no vivía sus mejores tiempos, habían sido incendiados el trapiche, la fábrica en incluso la llamada “casa grande” en 1910, pero como los dueños recibieron el pago de una póliza de seguros de Loyd´s of London por 14 mil libras esterlinas, intentaron continuar con la producción de azúcar terminada la contienda armada.

Ese esfuerzo duró más de 20 años, pero las condiciones económicas, políticas y sociales del país ya eran otras. Sin embargo, Gutiérrez Hormigo que había percibido desde niño la elevada y culta forma de vida de Luis García Pimentel, el hijo que a la muerte del historiador Joaquín García Icazbalceta, su padre, tomó las riendas del lugares por lo que don Luis, para mejorar la producción de azúcar construyó un canal de agua de 57 kilómetros para el riego de las tierras desde Cuautla, instaló un dínamo que proveía de electricidad a sus ingenios haciendo la molienda de la caña con máquinas eléctricas e iluminando el casco con luz eléctrica antes que existiera este servicio en la ciudad de México. Además, introdujo vías que llevaban la caña del campo al ingenio, así como la azúcar ya empacada a la estación del ferrocarril. Fue la época de gloria de las haciendas mexicanas y Tenango alcanzó el rango de la hacienda más grande de Morelos.

En aquella lejana ocasión, cuando acudí a entrevistarlo ya era Gutiérrez Hormigo muy mayor y me recibió en su lecho de enfermo, al poco tiempo falleció, pero en la amena plática que sostuvimos le escuché, además de la historia de la hacienda que les narré líneas arriba, decir la frase: “la Atenas morelense”. Al publicarse poco después aquella conversación, dos de sus hijos: Fausto, entonces rector universitario y Francisco ambos de apellido Gutiérrez Aragón, me lo agradecieron, pero éste último, abogado y docente en la UAEM, le envió una carta de felicitación al periódico por mi entrevista hecha a su padre.

Esa misiva que guardé todo este tiempo, la semana pasada tuve la enorme fortuna de mostrársela al mismo don Francisco que fue quien la redactó y la envió. E igual como hace cuatro décadas platiqué con su señor padre, ahora lo entrevisté también a él. Pero esta vez, no fue ante un lecho de enfermo, sino en una librería con café sobre la mesa rodeados de libros y más libros mientras escuchaba de don Francisco Gutiérrez Aragón, con 93 lúcidos y espléndidos años de edad, la enorme historia de su municipio y de la hacienda tan ligada a sus ancestros.

La residencia familiar desde hace más de siglo y medio en Jonacatepec, se encuentra en la calle de Hidalgo número 7. Es una edificación muy antigua que creció durante el siglo XIX -1870- desde entonces la familia la ha conservado con esfuerzos pero con el orgullo de conservarla ya que es una gran casa que emana cultura, historia y tradición por doquier. En las paredes retratos familiares con distintos personajes, otros, de la Hacienda de Santa Ana Tenango y otras más de magníficas películas filmadas allí, en Hidalgo 7, entre ellas Nazarín (1959) dirigida por Luis Buñuel con Francisco Rabal y Marga López.

Al escuchar a don Francisco Gutiérrez Aragón hablar de ese jirón de la historia de Morelos, no dejo de pensar en la importancia que alcanzaron las haciendas de las que por lo general conocemos solo que fueron el motivo del alzamiento zapatista y aunque es cierto, siempre hay dos historias y esta otra también es importante conocer, ya verán porqué. La Hacienda de Tenango, a la que luego se le añadió el nombre de Santa Ana, fue fundada en 1590 mediante una Merced Real, inició sus días como un humilde trapiche de caña que fue creciendo con los siglos. Algunas veces al alza, otras a la baja por lo que cambió varias veces de dueño. Y seguimos después.

Hombre sentado en un escritorio

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Francisco Gutiérrez Aragón leyendo la carta de felicitación que hace 40 años él mismo mandó a Lya felicitándola por la entrevista a su padre, la foto fue tomada por Silvia Elena Gutiérrez, hija de don Francisco. Cortesía de la autora