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A la presidencia, llegamos todas

 

La participación política de las mujeres en México ha sido un proceso largo y complejo, lleno de desafíos y avances significativos. En este contexto, el reciente triunfo de Claudia Sheinbaum como la primera mujer en la presidencia de México representa mucho más que su figura o el partido al que ella pertenece y representa.

Su triunfo no solo refleja el avance en la equidad de género, sino que también señala un cambio profundo en la dinámica política del país. Desde el Primer Congreso Feminista de México, celebrado en Yucatán en 1916, se marcó un punto de inflexión en la lucha por los derechos de las mujeres. Este congreso reunió a más de 700 mujeres de diversas partes del país, quienes discutieron temas cruciales como el derecho al voto, la igualdad educativa y laboral, y la eliminación de las barreras sociales que impedían la plena participación de las mujeres en la vida pública. La influencia de este congreso se extendió a lo largo de las décadas, sentando las bases para el avance de la participación política femenina.

Sin embargo, en la constitución de 1917, las mujeres no fuimos consideradas ciudadanas. En 1953, las mujeres mexicanas logramos el derecho al voto, marcando el inicio de nuestra participación formal en la política. Desde entonces, se han implementado reformas para promover la inclusión de las mujeres en cargos de elección popular y en la toma de decisiones.

En las últimas décadas, México ha adoptado medidas para fomentar la equidad de género en la política, como las cuotas de género. Estas medidas han obligado a los partidos a incluir un porcentaje mínimo de candidatas mujeres, resultando en un aumento significativo del número de mujeres en el Congreso y otros puestos de elección popular. Sin embargo, es fundamental reconocer que las mujeres debemos ocupar cargos públicos no solo por cumplir con las cuotas, sino porque muchas estamos excepcionalmente preparadas y listas para asumir roles de liderazgo. La educación y experiencia de numerosas mujeres las convierten en candidatas altamente competentes, capaces de contribuir de manera significativa al desarrollo del país. La presidenta electa y otras candidatas, con su trayectoria académica y política, han desafiado las barreras tradicionales de género en un país históricamente dominado por hombres.

El impacto del triunfo de la Dra. Sheinbaum es multifacético. En primer lugar, su presidencia tiene el potencial de inspirar a más mujeres a participar en la política y a aspirar a cargos de liderazgo. En la generación de mi abuela era poco pensado que las mujeres podíamos ser presidentas.

Esperemos que el liderazgo de Sheinbaum realmente influya en la agenda política, priorizando temas que nos afectan de manera desproporcionada a las mujeres, como la igualdad salarial, la violencia de género, y el acceso a servicios de salud y educación. Su presidencia también debería fortalecer las políticas de inclusión y diversidad, beneficiando a otros grupos marginados.

Sin embargo, Sheinbaum enfrentará desafíos significativos. La resistencia cultural y los prejuicios de género persisten en muchos sectores de la sociedad mexicana. Además, deberá navegar por un panorama político complejo y polarizado, en el que sus decisiones serán escrutadas con rigor.

El triunfo de Claudia Sheinbaum como la primera mujer presidenta de México es un logro monumental que simboliza el progreso hacia la equidad de género en la política mexicana.

A la presidenta electa, le pido que, durante los próximos seis años, recuerde siempre sus propias palabras: no llegaste sola, llegamos todas. Llegamos con nuestras ancestras, con las voces y luchas de todas aquellas que construyeron y siguen formando la patria. Cada paso que des, cada decisión que tomes lleva consigo el legado de mujeres valientes que soñaron con este momento.

Ser la primera presidenta de este país, es el resultado de un sueño colectivo y una lucha histórica.