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Mujeres al poder

 

La falta de mujeres en los puestos de primer nivel en las universidades de México es un reflejo de la discriminación y los estereotipos de género que aún persisten en la sociedad. La segregación vertical se refiere a un menor acceso a los puestos de toma de decisiones en las universidades. La segregación horizontal se refleja en la baja presencia de mujeres en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM).

Lo anterior se refleja en la baja presencia de mujeres en los cargos de rectoras en las universidades mexicanas. A pesar de que en las agendas políticas están plagadas con términos que hacen referencia a la igualdad de género, en la práctica no parece tan sencillo. Por ejemplo, en la Universidad Nacional Autónoma de México, la universidad más grande e importante del país, nunca ha habido una rectora. Sólo un 8% de las universidades públicas del país tiene a una mujer en la rectoría, pero las privadas no se quedan muy atrás.

Si bien las mujeres representamos la mayoría en la comunidad universitaria y un porcentaje importante del personal académico, nuestra presencia en los puestos altos es muy baja. Para explicar esta situación, se pueden identificar tres factores principales (aunque hay más): 1) Las universidades suelen ser organizaciones jerárquicas y conservadoras, que favorecen a los hombres en los puestos de liderazgo a lo que se suma el famoso “pacto patriarcal”; 2) Lo anterior está vinculado a la cultura de género, los estereotipos que aún persisten en la sociedad, pueden limitar las oportunidades de las mujeres en el ámbito profesional, en otras palabras, el México machista; y 3) Las mujeres solemos asumir una mayor carga de trabajo doméstico y de cuidado de los hijos, lo que puede dificultar nuestro desarrollo profesional, no podemos partirnos en dos, pero muchas, cumplen jornadas de trabajo doble por el trabajo doméstico que realizan.

Recientemente se dieron a conocer las personas aspirantes al cargo de la rectoría de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos de las que tres, son mujeres. La discusión sobre si la UAEM está o no lista para ser lidereada por una mujer o que si es tiempo de mujeres no se hizo esperar. Me parece que esta discusión se queda corta, muy corta. La pregunta debería ser ¿Por qué después de 70 años de la UAEM, hasta ahora se habla de las mujeres? Históricamente las mujeres siempre hemos estado listas, siempre ha sido nuestro momento, hemos ido arrebatando los espacios a los que no se nos dejaba el acceso por el simple hecho de ser mujeres. Nuestras ancestras rebeldes se abrieron paso en las universidades que han sido construidas para y por ellos, hemos conquistado el conocimiento, que, en sí, es androcéntrico. Tenemos años aquí, existiendo, resistiendo y luchando.

No quisiera que se entienda que me encantaría que la próxima persona en el séptimo piso de la torre universitaria fuera mujer nada más por serlo. Las mujeres merecemos esos espacios porque somos capaces, porque tenemos trayectoria y experiencia que respalda nuestra carrera profesional. La mujer que llegue a la rectoría necesita demostrar que tiene capacidad de gobernanza desde la sororidad y respeto a la diversidad que habita en la universidad y que lo puede hacer mejor que cualquiera sin importar su sexo o identidad de género.

Quiero expresar mi más amplio reconocimiento a estas tres destacadas mujeres: Fabiola Álvarez, Lorena Noyola y Viridiana León que están dispuestas no solo a romper el techo de cristal en la UAEM sino a derribar todas las barreras culturales que se nos imponen a las mujeres tan solo para decidir postularnos o no.

El acceso de las mujeres a estos cargos como la rectoría es un fenómeno tardío porque las universidades tienen una larga historia, pero la primera mujer que llegó a ocupar el cargo de rectora de una universidad lo hizo en el siglo XXI. Para comprender la subrepresentación de las mujeres en estos cargos, se deben considerar las barreras institucionales, sociales y personales.

La educación superior es un pilar del desarrollo de un país, y es fundamental que sea inclusiva e igualitaria por lo que la presencia de mujeres en puestos de liderazgo, como el de rectora, es clave para construir una sociedad más justa y equitativa.

Estoy convencida de que el liderazgo femenino puede contribuir a una transformación real y duradera en la educación superior, y en la sociedad mexicana en su conjunto.

*Comunicadora independiente de ciencia. Miembro de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia