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En las elecciones presidenciales del 2018 muchos mexicanos votamos para que nuestro país cambiara de rumbo. Cansados de tanta corrupción, impunidad, violencia, inseguridad, desigualdad social, contaminación, tráfico y muchos problemas más tolerados o provocados por los partidos gobernantes anteriores, la mayoría de los mexicanos decidimos en 2018 entregarle nuestra confianza al candidato que había pasado casi 15 años prometiendo que, en caso de llegar a la presidencia, terminaría con todo este cáncer social. Pero con AMLO el cáncer no desapareció, ni siquiera disminuyó, sino que hizo metástasis y nos invadió aún más.

En aquella época (estoy hablando del año 2019) salió a la venta un libro de Francisco Martín Moreno titulado “Ladrón de Esperanzas”, en el cual AMLO era presentado como una persona autoritaria, mentirosa, resentida y enferma de poder que no haría nada bueno por México. Yo respetaba mucho a Francisco por otros libros que había leído de él y que me habían gustado mucho, en particular “México Negro”, cuya lectura recomiendo ampliamente. En su libro “Ladrón de Esperanzas”, Francisco nos contaba, con narrativa excepcional, una historia sobre AMLO que iba en contra de las expectativas y esperanzas que la mayoría de los mexicanos habíamos depositado en nuestro nuevo presidente. ¿Cómo se atrevía el tal Francisco a hablar mal de AMLO? ¿Qué derecho tenía este escritor para criticar y denostar a la persona que había luchado durante 15 años para poner fin a los principales problemas de México? Al terminar de leer ese libro lo dejé en un rincón de mi librero y pensé que Francisco Martín Moreno había perdido su visión crítica e histórica.

Ahora, viendo en retrospectiva aquellos días, no entiendo cómo fue que llegué a creer que yo era más inteligente que Francisco Martín Moreno, que yo sabía más que él o que entendía el mundo mejor que él. Francisco, casi como un profeta astral galáctico, predijo punto por punto lo que iba a pasar en el sexenio de AMLO. Nos lo advirtió, pero muchos no le creímos. Llenos de euforia porque al fin había ganado la presidencia el defensor del pueblo sabio, arrinconamos el libro de Francisco dejando que se llenara de polvo y telarañas, ignorando todo lo que nos dijo sobre Andrés Manuel. Resultó que nuestro nuevo presidente sí era un autoritario, mentiroso, resentido y enfermo de poder, pero siempre abanderándose con los intereses de los pobres y culpando a sus adversarios (¿cuáles?). Entre sus mentiras destacan las siguientes: “No se va a talar ni un solo árbol”, dijo en una entrevista con Carmen Aristegui refiriéndose a la construcción del Tren Maya. Actualmente ya van más de siete millones de árboles talados. “Vamos a encarcelar a los expresidentes”, y no hay ningún expresidente en la cárcel porque el pueblo sabio así lo decidió en una consulta popular (como si hacer valer la ley dependiera del escrutinio del pueblo). “La gasolina va a bajar a 10 pesos por litro”, y actualmente cuesta más del doble. “Voy a resolver el problema de Ayotzinapa”, y no se ha dado ninguna respuesta satisfactoria a la sociedad, mucho menos a los padres de los normalistas asesinados. “Voy a terminar con la delincuencia atendiendo las causas”, y su sexenio se caracteriza por tener más muertos y desaparecidos que nunca. “Vamos a terminar con la corrupción”, cuando está ampliamente documentado que sus familiares y colaboradores cercanos están hundidos hasta el cuello en actos de corrupción y él los protege. “Vamos a respetar las instituciones y la división de poderes”, y lo que hizo fue desmantelar cuanta institución independiente pudo y atacar incansablemente al INE y a la Suprema Corte. Ha sido claro que AMLO sigue resentido con el INE y con la Suprema Corte porque estas instituciones avalaron el fraude electoral del que, según él, fue víctima en las elecciones del 2006. “Nosotros no pactamos con criminales”, siendo que ya es noticia internacional que AMLO sí hizo pactos con algunas fracciones del crimen organizado para llegar al poder. Por eso abraza a los criminales en lugar de combatirlos. “A más tardar en un año vamos a tener un sistema de salud mejor que el de Dinamarca” … vaya, sin comentarios. Y así sucesivamente muchas mentiras más.

Nos engañó a todos. Estábamos tan hartos de las promesas y fracasos de los gobiernos anteriores, que le creímos todo a AMLO. La mayoría de los mexicanos que votamos por él en el 2018 lo hicimos con la genuina esperanza de un cambio en México. Pero tal y como dijo Francisco Martín Moreno, Andrés Manuel se robó la esperanza de todos, la hizo pedazos y la echó al caño. Durante su sexenio se la pasó echándole la culpa de todos los males a Calderón, a los gobiernos anteriores, a García Luna, a los conservadores, a sus adversarios, a los traidores a la patria, a Claudio X González y a un sinfín de otros personajes, reales o imaginarios. Siendo el hombre más poderoso de México, teniendo a todas las fuerzas armadas bajo su control, con todo el dinero de los contribuyentes a su disposición, lo único que supo hacer fue aventar piedras al espantapájaros que él mismo creó para culparlo del México sangrante y empobrecido que no supo gobernar. Durante 15 años intentó gobernar este país, dijo muchas mentiras para lograrlo y, cuando finalmente llegó al poder, creó un hombre de paja y lo culpó de todo.

El 2 de junio del 2024 la ciudadanía volvió a votar masivamente por el proyecto de Andrés Manuel, pero esta vez no nos engañaron. Después de casi seis años todos sabíamos lo que significa la continuidad de la 4T. Pero $3,200.00 pesos al bimestre hicieron la diferencia. Son monedas que brillan. No importa la carencia de medicinas, ni la delincuencia desatada, ni la falta de servicios de salud, ni la falta de agua, ni la desaparición de guarderías, ni el deterioro en educación, ni los insultos constantes a las fuerzas armadas, ni la corrupción de SEGALMEX y PEMEX, ni el fracaso del INSABI, ni los pactos con el narco o los abrazos a los criminales, ni la deforestación de la selva maya, ni la caída del metro por falta de mantenimiento, ni las decenas de miles de muertos y desaparecidos. Nada de eso importa mientras se tenga cada bimestre, por un instante, tres mil doscientas monedas en el bolsillo. Y ni siquiera son de plata como las que recibió Judas.

*Instituto de Ciencias Físicas, UNAM. Centro de Ciencias de la Complejidad, UNAM.