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El 30 de enero de este año, frente a legisladores de su partido, el gobierno federal ha sostenido que las elecciones del 2024 serían pacíficas, limpias y con amplia participación. Literalmente, dicen que estas elecciones serían una “gran fiesta democrática”.

Al momento de escribir esta nota, ya van por lo menos 750 víctimas de violencia política en este proceso electoral, con 233 políticos (o sus familiares y amigos) asesinados por todo México entre septiembre del 2023 y mayo del 2024. De las personas asesinadas, cerca de 40 eran candidatos o precandidatos que se postulaban para cargos públicos locales (alcaldías municipales). Además, cientos de otros candidatos han sido víctimas de amenazas, extorsiones y secuestros según lo reportado por organizaciones independientes como Data Cívica, Causa en Común, El Colegio de México, Integralia Consultores, México Evalúa y otros. Por supuesto que el séquito de incondicionales de la 4T, aplaudiendo mecánicamente y con la mirada extraviada en el horizonte, dirán que los datos presentados por estas organizaciones independientes están exagerados y manipulados con la única finalidad de desprestigiar al mejor gobierno que hemos tenido desde Acamapichtli (el primer Huey Tlatoani del Imperio Mexica). Pero se sabe muy bien que la supuesta fiesta democrática está teñida de amenazas, intimidación y sangre.

Recordemos sólo algunos de los ataques ocurridos en los últimos días. Bertha Gisela Gaytán Gutiérrez, asesinada después de su primer mitin de campaña en Celaya, Guanajuato, el 1 de abril. Alessandra Rojo de la Vega, candidata para gobernar la alcaldía Cuauhtémoc de la CDMX, atacada a balazos el 11 de mayo. Afortunadamente salió ilesa del atentado. Lucero López Maza, asesinada el 16 de mayo junto con su hermana y otras cuatro personas, incluyendo una menor de edad, después de un mitin de campaña en La Concordia, Chiapas. Sinaí Lugo Vargas, víctima de un atentado con arma de fuego el 21 de mayo después de hacer una propuesta para combatir la inseguridad en el municipio que quería gobernar, Otzolotepec, Estado de México. Afortunadamente, Sinaí también resultó ilesa, aunque llorando dijo en una entrevista que “así no se ganan las elecciones”. Ricardo Arizmendi Reynoso, candidato suplente a la presidencia municipal de Cuautla, Morelos, asesinado en su negocio el 28 de mayo con cinco balazos en la cabeza, junto con una de sus trabajadoras. José Alfredo Cabrera Barrientos, candidato para la alcaldía de Coyuca de Benítez, Guerrero, asesinado a balazos el 29 de mayo en su evento de cierre de campaña.

A estas personas se suma una larga lista de cientos de otros candidatos, precandidatos o aspirantes quienes, bajo amenazas, extorsiones, secuestros y asesinatos, han perdido la fe en lograr alguna diferencia significativa para mejorar el pequeño rincón del planeta que querían gobernar. Es atroz e indignante que tales atentados estén ocurriendo. En cualquier país desarrollado del mundo (como Dinamarca, cuyo sistema de salud ya debería tener una calidad por debajo del sistema de salud público mexicano), el asesinato de una sola persona (ya sea un candidato municipal o un niño de 12 años como Dante Emiliano), sería un escándalo nacional que sacudiría a toda la nación. Pero aquí, ante toda esta violencia impune, el Presidente se hace la víctima diciendo que ese tipo de noticias sólo tienen la intención de afectarlo políticamente.

El crimen organizado opera de manera local porque hay muchos grupos distintos involucrados en el negocio. Claro que cualquiera de estos grupos está interesado en controlar todo el país, pero al no poder hacerlo (debido a la guerra contra otros grupos que quieren lo mismo), operan a nivel local. Por lo tanto, a los grupos del crimen organizado les interesa controlar municipios. Esto se refleja en el gran número de candidatos para puestos municipales que han sido asesinados o amenazados (más del 75%). No es casualidad.

La ciudadanía debe tener claro que el trabajo violento de “convencimiento” que hace el crimen organizado para controlar una localidad no se realiza el mero día de las elecciones, sino que se lleva a cabo a lo largo de toda la campaña electoral. El día de las elecciones seguramente será pacífico porque para entonces el crimen organizado ya habrá quitado y puesto, bajo amenazas y asesinatos, a los candidatos locales que convienen a sus intereses. Esto lo saben en Palacio Nacional. Por eso, en la mañanera del lunes 7 de junio del 2021, el Presidente emitió una felicitación a la delincuencia organizada diciendo que “se portó muy bien” durante las votaciones del día anterior, justo cuando MORENA obtuvo el control completo de lo que se conoce como “El Corredor del Pacífico”, una serie de estados colindantes por los cuales entra (o se produce) droga y se transporta a EU. Y también por eso, en las conferencias mañaneras del 22 y del 28 de mayo de este año, AMLO volvió a decir que el día de las nuevas elecciones (2 de junio) será pacífico.

Este 2 de junio no esperamos tener mayores complicaciones más allá de algunos conatos de bronca en ciertas colonias aquí y allá, como ha ocurrido siempre. El trabajo principal de “convencimiento” para presionar a los ciudadanos y candidatos de todos los partidos políticos, según las necesidades del grupo criminal operando en la región, se ha realizado ya a lo largo de meses. Seguramente, el día después de las elecciones el presidente saldrá a decir que, tal y como él lo predijo, las elecciones fueron pacíficas y recibirá aplausos. Incluso tal vez vuelva a felicitar al crimen organizado por “portarse muy bien”, sin mencionar que en las actuales campañas electorales decenas de candidatos, precandidatos y aspirantes murieron, otros declinaron y otros más ya pactaron para salvar sus vidas. La evidencia es clara y está frente a nuestras narices. Aquellos que lo nieguen es porque los amenazaron o porque tienen una gran croqueta en la boca que no quieren soltar.

*Instituto de Ciencias Físicas, UNAM

Centro de Ciencias de la Complejidad, UNAM. Foto en blanco y negro de un grupo de personas en un periódico

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Imagen cortesía del autor