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Durante la historia de la humanidad, han existido varios intentos de genocidios que tratan de terminar con la existencia de grupos humanos completos; en algunas ocasiones, lo logran. Personalmente, comparto la idea de quienes afirman que los ataques israelitas en Palestina pueden calificarse como una práctica genocida, es decir, una serie de acciones sistemáticas que pretenden negar el derecho a existir de las y los palestinos.

Si bien Hamás es una organización terrorista que violenta a civiles inocentes, las respuestas de Israel han sido totalmente desmedidas. Para detener actos terroristas no es necesario bombardear hospitales donde se atiende a recién nacidos, ni cortar las rutas de suministro de recursos básicos para la población civil. Hay que decirlo con todas sus letras, de manera clara y directa: las invasiones de Israel en territorio palestino son crueles, injustas y criminales.

Ahora bien, existen desarrollos teóricos desde la ciencia sociológica que resultan muy útiles para analizar este tipo de fenómenos. Tenemos, por ejemplo, los trabajos del argentino Daniel Feierstein, quien es un experto en los estudios sobre genocidios y nos ayuda a entenderlos desde una perspectiva social y cultural.

Con base en Feierstein podemos decir que los genocidios tienen lógicas detrás que sustentan acciones concretas de violencia extrema y sistemática contra grupos específicos. Existen cargas de sentido que dotan de significado a los intentos de genocidio. Así, no se trata únicamente de la existencia física de estos grupos; sus costumbres y formas de vida también deben desaparecer, ya que son catalogadas como inferiores e, incluso, negativas. En última instancia, es un mecanismo para construir y reconstruir relaciones sociales.

Regularmente, un genocidio parte del conflicto entre dos sectores sociales. El punto extremo de ese conflicto es el desconocimiento del derecho a existir del otro grupo mediante el exterminio físico directo. Es decir, el genocidio es una solución radical para la problemática, la cual en muchas ocasiones reactiva disputas históricas.

Los genocidios también pueden entenderse como formas de control político. Rompen relaciones sociales en términos de pares y, por lo tanto, anulan la posibilidad de igualdad. Una vez rotas estas relaciones, habrá que buscar el objetivo final, una de las medidas más directas del éxito de la práctica genocida: la eliminación simbólica del otro grupo. Incluso su presencia como memoria es rechazada. Es una forma de desposesión prácticamente total: se les niega, incluso, el pasado.

En el caso palestino, me parece claro que las operaciones israelitas tienen mucho de esto. Desde el fin de la Segunda guerra mundial y la creación del Estado de Israel, la hostilidad hacia el pueblo palestino es fácilmente documentable. Pareciera que, desde la perspectiva de las autoridades israelitas, las formas de vida musulmanas no deberían existir en la región, por ello los objetivos militares no son sólo terroristas de Hamás, sino también hospitales que atienden a bebés prematuros que requieren de incubadoras para sobrevivir. Toda una tragedia humanitaria. Un menosprecio criminal a los siglos de presencia palestina en la región, una historia ya milenaria.

Cabe destacar la disparidad de las relaciones de poder entre los grupos en conflicto que suele caracterizar un genocidio. De ahí que sea posible este tipo de solución extrema. Por lo tanto, debe diferenciarse de un hecho aislado de represión. En el caso que nos ocupa, también es claro que las resistencias palestinas son muy inferiores a la capacidad de fuego del ejército israelí, la cual está siendo utilizada desvergonzadamente y de una forma claramente dispar.

Si tenemos sensibilidad ante las injusticias, difícilmente podemos ser indiferentes ante lo que sucede en estos mismos momentos en contra de miles de palestinas y palestinos inocentes. Si la crueldad de las autoridades israelitas (con el apoyo de muchas de las potencias occidentales) no permite detener los atroces ataques que, de nuestra parte, por lo menos, no haya indiferencia.

*Profesor de Tiempo Completo en El Colegio de Morelos. Doctor en Estudios del Desarrollo por el Instituto Mora.