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A la memoria de mi madre

Hay días en el calendario de vida de las personas que son imborrables. Pueden ser reflejo de alegrías, pero también de eventos tristes y dolorosos. Suelen ser motivo de conmemoración o celebración, o para recordar hechos y acontecimientos. Esas fechas son propias y exclusivas de cada uno (cumpleaños, aniversario de boda, titulación profesional); otras figuran en el calendario familiar (cambio a nueva casa o fallecimiento de un ser querido). La sociedad también tiene su propio almanaque histórico (sismos, tsunamis, pandemias). Los hechos que se recuerdan siempre van inmersos en el contexto en el que se sucedieron.

Hace dos días fue el tercer aniversario luctuoso de mi madre, quien falleció de Covid. Fue una mujer sabia y de excepción. Su ejemplo lo tengo presente en mi quehacer cotidiano. Reconozco que la extraño mucho.

Debido a que su caso se puede replicar en miles de mexicanos y mexicanas que fallecieron en esos infaustos años, voy a aprovechar el anuncio de la recientemente conformada Comisión Independiente de Investigación sobre la pandemia de Covid en México, integrada por expertos y científicos reconocidos, para referirme a un tema que no sólo ha dejado huella enorme en muchas familias, sino serias dudas y muchas recriminaciones sobre el proceder de las autoridades al enfrentar lo que se vivió en el país.

Hay datos obvios que, por más mentiras, hipocresías y socarronerías del gobierno, no se pueden ocultar: 1. La no aplicación de pruebas rápidas (a contracorriente de la acción en el ámbito internacional); 2. La apuesta por el contagio de rebaño (que resultó más mortífera y letal para la población); 3. La insistencia perversa de no hacer obligatorio el uso de cubrebocas (y pedir encomendarse a estampitas milagrosas); 4. Establecer la condición de que los contagiados no acudieran a los hospitales, salvo que fuera en situación extrema y de emergencia (muchísimas personas fallecieron en su casa sin haber tenido oportunidad de ser atendidas); 5. No fijar, con oportunidad, medidas preventivas en los aeropuertos (inicio del crecimiento exponencial de contagios); 6. La adquisición de vacunas “baratas” sin cumplir con las exigencias de los protocolos de investigación (a la fecha continúan sin acreditarlo); 7. Centralizar la adquisición de vacunas como medida de manejo político, más que humanitario (aún retumba la burlona expresión “la pandemia nos viene como anillo al dedo”); 8. El manejo poco confiable y tendencioso de las cifras de contagio y decesos (la realidad mostró que hubo más del doble de fallecimientos que los reportados oficialmente); 9. La insuficiencia de apoyos y recursos al personal médico que estuvo en la zona cero de los hospitales y provocó la muerte de un número enorme de ellos (nuestros héroes fueron víctimas de la insensibilidad de la política de austeridad). Los rubros enlistados son los que, mínimamente, la sociedad necesita conocer a detalle. Es un derecho humano saber la verdad sobre el manejo que se hizo en la pandemia.

La investigación de la que se puede denominar Comisión de la Verdad sobre el Covid debe ser tomada en serio. Se trata de un trabajo genuinamente académico y científico para investigar lo ocurrido y establecer previsiones para el futuro. Después de todo el virus no ha sido erradicado y habrá que convivir con él. Desde ahora hay que repudiar las muy probables descalificaciones a priori sobre los resultados que se obtengan. No se puede soslayar que, en el comparativo de países sobre la manera que se enfrentó la pandemia, México fue ubicado -como diría un cuñado- “entre los mejores últimos lugares” (sic).

Debemos exigir al gobierno actual, y a quien habrá de asumir la presidencia, que hagan suyos los resultados de la investigación. Es lo mínimo que se puede esperar de una actitud responsable de cara a la sociedad.

Es cierto que lo inédito, sorpresivo y la rápida expansión del virus agarró en descubierto al mundo (literal). Pero ante situaciones sociales extremas es cuando emergen los auténticos liderazgos de las y los estadistas y desnudan a los gobernantes que piensan y actúan en función de politiquerías y conveniencias partidistas antes que en el interés general y social al que deben procurar.

En un esquema de verdadera justicia y responsabilidad política e institucional deberíamos esperar, al menos, un acto de disculpa pública de las autoridades que tuvieron a su cargo el manejo de la pandemia. Las familias mexicanas y la sociedad en general lo merecen. La memoria colectiva no olvida. El juicio de la historia ha empezado.

 

* Investigador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM.

eguadarramal@gmail.com