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Hugo Carbajal Aguilar

El acuerdo de libre comercio para toda nuestra América (ALCA) sigue siendo el sueño imperialista de los EEUU y Canadá. Las extraordinarias riquezas y abundantes recursos con que cuentan nuestros pueblos originarios les hacen brillar sus metalizados ojitos. Revisen el video donde, con descaro, lo expresa Laura Richardson, jefa del comando surde EEUU.

Súmenle. El Litio de México, Argentina y Bolivia. El petróleo y el gas de México y Venezuela. El Cobre de Chile. Las inmensas riquezas naturales de la amazonia brasileña, boliviana, colombiana y peruana. Las riquezas mineras de México y Perú. Las riquezas marinas de todas nuestras costas.

Nuestros países, unidos en propuestas básicas, tienen que fortalecer su capacidad negociadora y no uno por uno como quiere EEUU. Esa política de libre comercio ha profundizado la pobreza y ha concentrado en grado sumo la riqueza.

Las consecuencias las seguimos padeciendo. Las condiciones y derechos laborales fueron dañados gravemente, se restringió la libertad sindical, se expandieron las jornadas de trabajo, hubo despidos injustificados y cierre de empresas públicas (Luz y Fuerza del Centro), se incrementó la insalubridad y creció la explotación infantil.

El daño al medio ambiente ha sido severo, muy afectadas la flora y la fauna y perdido invaluables recursos naturales.Descarada o simuladamente se inició la privatización de los servicios públicos: la Energía (luz, petróleo, gas, agua), la Salud, la Educación, la Seguridad Social. 

Nuestra Soberanía Nacional cedió ante las demandas y exigencias de los organismos supranacionales. Salinas de Gortari expresó una frase sumamente elocuente al respecto. Dijo que la Soberanía era algo ya en desuso, desgastado, sin sentido, la Globalización impedía que todavía fuera tomada en cuenta.

Se restringieron nuestros Derechos Humanos, Democráticos, Sociales, Políticos y Económicos. Y, por los efectos de la transculturación iríamos perdiendo nuestros valores primigenios, costumbres y hábitos, nuestras manifestaciones artísticas, en suma, nuestra Identidad Nacional.

El Secretario de Estado, Colin Powell, feliz de la vida, dijo después de la reunión, Quebec, abril 2001: “Tal vez la conquista más conocida de la Cumbre de las Américas sea el lanzamiento de las negociaciones para el ALCA. Podremos vender mercancías, tecnología y servicios norteamericanos sin obstáculos ni restricciones, dentro de un mercado único de más de 800 millones de personas, con una renta total superior a 11 billones, abarcando un área que va del Ártico al Cabo de Hornos”.

Insistían, para garantizar todo esto debería ser eliminada cualquier barrera como las Leyes Laborales, los Movimientos Huelguistas y toda política pública que impidiera a las empresas gringas moverse con plena libertad en todos los sectores, incluyendo la Educación y la Salud…¡válgame!

Es más, leamos cuidadosamente, ellos podrían, según el capítulo 11 del ALCA, llevar a Juicio a los gobiernos que les pusieran el menor obstáculo (¡!). El Área de Libre Comercio comprendería 34 países de nuestra América. Con excepción de Cuba, por supuesto.

Henry Kissinger, un descarado criminal instigador y promotor de Golpes de Estado para nuestros pueblos, sentenció que las relaciones de México con EEUU deberían ser el modelo para los otros países latinoamericanos. El ALCA significaría la anexión de América Latina al Imperialismo.

Para el ALCA el Capital Transnacional sería el poderoso motor de la economía, el libre mercado el medio, y el lucro de las multinacionales la finalidad. Sin embargo: “hay bienes que, por su naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar”, Juan Pablo II, Encíclica Centessimus Annus.

Concluyamos: se sacraliza la Competitividad; se condenan la Solidaridad y la Equidad. La Justicia Social no existe, sólo triunfa quien puede y merece. El resto está excluido condenado a la marginación, a la dependencia. El individualismo y la competitividad son profundamente antidemocráticos, es más, anticristianos. Su perspectiva es egocéntrica, no ética ni humanista.

Nuestra Amerindia, con la CELAC y haciendo a un lado a la OEA, está más que obligada a retomar los anhelos de nuestros próceres. Recuérdese el Congreso Anfictiónico de Panamá en 1826, convocado por Simón Bolívar, para crear una Confederación de países latinoamericanos desde México hasta Chile. Al ver su fracaso, Bolívar expresó con profundodolor: “Hemos arado en el mar”.

Para ello tiene que defenderse, conjunta y solidariamente, de las agresiones imperialistas expulsar a los gobernantes entreguistas, peleles de ese imperialismo, acabar con los intentos de golpes de Estado y reducir al mínimo a las derechas fanáticas y criminales que han dañadoprofundamente a sus propios pueblos.

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