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Trabajo e Inteligencia Artificial

Antulio Sánchez*

Carl Benedikt Frey analiza en su obra The Technology Trap: Capital, Labor, and Power in the Age of Automation los factores que permitieron la Revolución Industrial, la respuesta de la gente ante las innovaciones tecnológicas y los efectos de la misma en el empleo. El libro se centra en el pasado, pero a partir de ahí traza lo que será la propalación de la Inteligencia Artificial (IA) en Estados Unidos y que puede ser la referencia para otras naciones. De hecho, Benedikt Frey y Michael Osborne efectuaron en 2013 un polémico estudio (goo.su/cZJEtiR) sobre los efectos de la IA.

Nuestra fascinación por nuestra época, por sólo ubicarnos en el ombligo de nuestro momento histórico, nos lleva a preocuparnos y a pensar que experimentamos algo completamente nuevo. Sin embargo, visto a través de la historia esto que hoy vivimos con la IA es parte de un largo e imparable proceso que se ha generado la automatización desde el siglo XIX.

Varias disciplinas piensan el progreso en términos de innovación y sustitución de tecnologías, pero es claro que para quienes ven afectados sus trabajos o economía por la implantación de una tecnología su valoración sobre la misma será negativa. Dependiendo del lugar que alguien ocupe, el sector en que se desempeñe evalúa el desempleo y la aparición de las nuevas tecnologías y la sustitución de la mano de obra: para unos puede ser algo pasajero o necesario en nombre del progreso, para otros significa ahorros y una mejor renta, pero para quienes sufren en carne propia el desplazamiento de su trabajo eso es un drama que puede marcar no solo el presente y futuro de esa persona sino también el de su propia prole. Y seguramente con la IA sucederá algo similar, ya que cuando la misma se ramifique y tome la forma de sustitución masiva de trabajadores, no es descartable que la resistencia a la misma se manifieste notoriamente. Para los economistas el progreso tecnológico causa algunos problemas de ajuste a corto plazo, el problema es que para algunos exempleados el corto plazo puede equivaler a toda la vida.

Como refiere Benedikt Frey, las tecnologías se despliegan en las sociedades generando alteraciones, en el caso de la Revolución Industrial muchos ingleses empeoraron su economía y no conocieron el día del enriquecimiento que se había vaticinado. Las ganancias de ese progreso tecnológico fueron para los industriales que duplicaron su tasa de beneficios, sobre todo los pioneros de la automatización. Los costos sociales infligidos a la fuerza de trabajo —incluyendo la desaparición de los ingresos, el deterioro de la salud y la nutrición, la migración ocupacional y geográfica forzada y, en algunos casos, el desempleo— no fueron insignificantes. Las víctimas de la Revolución Industrial se cuentan por cientos de miles o incluso millones. El destrozo de máquinas que se presentó fue expresión de insatisfacción por el deterioro de los ingresos, largas jornadas de trabajo y falta de sufragio y libertad.

Si las últimas décadas fueran una guía de lo que será el futuro, es claro que hay mucho para no ser optimistas. Sólo la mitad de los estadounidenses nacidos en 1980 están económicamente mejor que sus padres, en comparación con el 90 por ciento de los nacidos en 1940. La era de la automatización se tradujo en una disminución de las oportunidades para la clase media estadounidense.

El historiador Walter Scheidel (El gran nivelador) sugiere que eso periodo que es conocido como los Treinta Gloriosos y que hace referencia al período de treinta años transcurridos entre 1945 y 1975 (desde fines de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis del petróleo, que se tradujo que tanto en Estados Unidos como en los países de Europa Occidental experimentaran un enorme desarrollo económico y social, que se tradujo en la consolidación de la clase media, creación y desarrollo del Estado del Bienestar, la universalización de la sanidad y la educación y el establecimiento de sistemas de seguridad social, que llevó al surgimiento de la sociedad de consumo) no se debe tanto al desarrollo tecnológico, sino a la guerra mundial e indica que la redistribución de los ingresos se debe más a la violencia masiva y las catástrofes —guerra, revolución, colapso del Estado o plagas—, que han sido los únicos niveladores económicos desde la Edad de Piedra.

Loukas Karabarbounis y Brent Neiman han documentado (goo.su/j2xnDVX ) que la proporción del ingreso nacional que se destina a la mano de obra ha disminuido drásticamente en la mayoría de los países desde el decenio de 1980, lo que, según ellos, se debe a que las computadoras se abarataron. Asimismo, las tecnologías computacionales han reducido el tamaño de la clase media, han ejercido una presión a la baja sobre los salarios de los trabajadores no calificados y han reducido la participación de la mano de obra en los ingresos.

Para el autor los salarios y los ingresos correspondiente a la mano de obra pueden caer a medida que la tecnología progresa. Si se toma como referencia lo que fue el desenvolvimiento de la Revolución Industrial, entonces se requieren unas siete décadas para que la gente común vea llegar los beneficios del progreso tecnológico a sus bolsillos.

Benedikt Frey remata: «Después de revisar muchos desarrollos tecnológicos recientes, incluyendo el aprendizaje automático, la visión artificial, los sensores, varios subcampos de la IA y la robótica móvil, mi conclusión es que, aunque estas tecnologías generarán nuevas tareas para la mano de obra, están reemplazando predominantemente a las tecnologías y continuarán empeorando las perspectivas de empleo de la ya destrozada clase media».

@tulios41

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