loader image

Industrias creativas y trabajo

Antulio Sánchez*

Ya en otros momentos nos hemos referido en este espacio a los efectos laborales a los que da paso la Inteligencia Artificial (IA). Si bien en Estados Unidos, una referencia obligada para medir los cambios generados por la IA y las nuevas tecnologías en el campo laboral, el desempleo se encuentra en cifras cercana al 4%., eso para nada es indicativo de que toda marcha sobre ruedas. Los efectos negativos de la IA están en los ingresos, en la desigualdad salarial, que se ha ido incrementando en los últimos años.

Al respecto Carlos Sebastián (El capitalismo del siglo XXI), señala que a lo largo del siglo que corre los salarios de los trabajadores calificados (que tienen una relación directa en el uso de nuevas tecnologías y que en teoría deberían ser favorecidos por la innovación tecnológica), apenas han crecido en términos reales, por lo que las innovaciones tecnológicas pueden explicar cambios en los salarios relativos, pero no tanto el hundimiento de la participación total de los salarios en la renta.

Sebastián destaca el desequilibrio de la distribución de la renta en Estados Unidos: «a partir de 1980 suben las curvas de la proporción de la renta que captan tanto el 10% más rico como el 1% más rico, y en cambio empieza a descender la curva que refleja la renta que recibe el 50% más pobre. En 2018 el 10% de los más ricos en Estados Unidos obtuvo el 47% de la renta; entre ellos el 1% más rico casi el 21%, mientras que el 50% más pobre solo obtuvo el 12,7%». Mal que también afecta a los otros países desarrollados, aunque no en la misma magnitud. Detrás de esa situación están las nuevas tecnologías y la globalización.

Ese panorama lo complementa Martin Ford (El ascenso de los robots), quien señala que en el caso de los sueldos de los universitarios, para los recién egresados las cosas no son tan buenas: sus salarios disminuyen al mismo tiempo que más de la mitad se ven forzados a realizar trabajos para los que no se requiere título alguno. En el pasado el incremento de la productividad iba de la mano del aumento de los salarios; al incrementarse la prosperidad salían beneficiados todos los que contribuían al crecimiento económico. Sin embargo, después de la mitad de la década de 1970, eso cambió hasta tal punto que los frutos de la innovación hoy en día benefician mucho más a los empresarios e inversionistas que a los trabajadores.

Para Ford los recién titulados son los más raspados, ya que muchos van a parar en las filas del desempleo. Era lugar común pensar que contar con una carrera universitaria era un pasaporte para ingresar a la clase media, ya que el salario de un titulado universitario era 80% mayor que el que carecía del mismo. Hoy invertir en educación universitaria pensando que resolverá el futuro laboral, parece cosa del pasado.

Esta precarización de los ingresos del sector juvenil, ha dado paso a los denominados «libres», que son quienes no pueden emprender carreras estables y con frecuencia viven con sus padres más allá de los 30 o 40 años de edad. Inestabilidad que ya había detectado tiempo atrás en sus investigaciones Richard Sennett (La cultura del nuevo capitalismo), que conduce a los libres a ser perpetuos freelancers.

Según Remedios Zafra abordó esto en su demoledor ensayo, El entusiasmo; en su obra Zafra reflexiona sobre la precariedad laboral en la era digital —en particular para los países europeos—, ya que las nuevas tecnologías destacan por haber dado paso a una generación entusiasta por las mismas, que los lleva a laborar en condiciones precarias, con salarios bajos y sin seguridad social. Para ella el entusiasmo se ha convertido en la coartada perfecta para explotar a los jóvenes en la era neoliberal, al grado que muchos hasta regalan su capacidad y conocimientos a las grandes empresas de las nuevas tecnologías.

Los empresarios exitosos, especialmente en el campo de la tecnología (Jobs, Gates, Zuckerberg, Bezos o Musk), no solo se han vuelto en estrellas sino en un ejemplo a imitar por los jóvenes, se intenta emular su carácter y hábitos, como su dieta, las horas que duermen y las que trabajan, que se considera son soporte de su creatividad y se intenta confeccionar un estilo de vida similar, pensando que la imitación asegura el éxito económico.

El entusiasmo democratizador que conllevan las nuevas tecnologías lleva a muchos jóvenes a involucrarse en ese terreno para alcanzar el éxito. Turbas de desarrolladores de software confeccionan aplicaciones para tiendas de Android o Apple, pero les es difícil obtener ingresos por sus creaciones. Basta con darse una vuelta en cualquier foro en línea, donde participan programadores de Android o iOS, para ver las letanías de que «el ganador se quede con todo», propio de estos ecosistemas, y las dificultades que tienen para obtener ingresos por sus aplicaciones.

En el campo de las industrias creativas, que lo mismo incorpora la moda, el diseño, la programación, la artesanía, que la repostería o la gastronomía, ha terminado por dar paso a una situación precaria, acompañada de lo que refiere Silvio Lorusso (Entreprecariat) una idea de que la empresa es una forma de vida y el empresariado una forma de ser, un destino para los innovadores y los inconformistas, lo que termina por dar paso al emprecariado —o cognitariado para otros—, a empresarios precarios sin recursos para apuntalar sus empresas y que mal viven para mantenerse a flote.

Las industrias creativas cubren un abanico de actividades económicas que tienen como base la creatividad, el talento y la habilidad para producir bienes y servicios. Tendencia reforzada por universidades que la promueven como la quintaesencia del desarrollo juvenil. Esas industrias cubren sectores como música, cine, televisión, publicidad, diseño gráfico, moda, arquitectura, videojuegos, literatura, artesanía, artes visuales… Son sectores que engrosan el emprecariado, o dan paso a empleados mal pagados y los siempre freelancers que en muchos casos regalan sus habilidades y conocimientos sin remuneración alguna. Presas también del entusiasmo muchos jóvenes piensan que su trabajo temporal es transitorio, o una manera de perfeccionar sus habilidades, aunque en ocasiones eso termine siendo una perpetua forma de vida.

Así tenemos a escritores y artistas que gracias a internet globalizan su trabajo, publican en un circuito internacional de espacios alternativos, que incluso ganan premios y reconocimientos, pueden hacer estadías en otras naciones, pero sin que todo eso pueda traducirse en un pasaporte para tener garantizado una vida profesional bien remunerada. De tal suerte que los artistas y exponentes de la cultura, viven pendientes de convocatorias e ingresando proyectos en las instancias de cultura para tener algo de ingresos para irla sorteando. Y eso sin contar con la situación del sector juvenil que se ha incorporado a las ofertas laborales ofrecidas por la denominada Economía Gig, cuestión que dejaremos para otro momento.

@tulios41

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *