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Los fraudes por Facebook

 

La inocencia ha sido buena compañera del campo tecnológico. Cuando las invenciones en el terreno de la comunicación arriban no faltan las voces optimistas que parten de que se avecina una nueva era de armonía y prosperidad para los humanos. Y cuesta girar la cabeza para mirar los ejemplos de lo acontecido con medios precedentes. Ya desde la aparición del telégrafo se pensó que era el medio ideal para acabar con las guerras: sería muy fácil ponerse de acuerdo y dirimir malos entendidos y alcanzar la paz. Con la radio sucedió lo mismo, se imaginó que sería la herramienta perfecta para dirimir cualquier conflicto bélico. Y algo similar se puede decir de la televisión e internet que dieron paso a ideas más alucinantes en favor del desarrollo humano y el caminar hacia una nueva era civilizatoria. Y esto ha pasado con herramientas recientes como las redes sociales o la actual inteligencia artificial.

El ciclo de la armonía con la tecnología, va siempre del deslumbramiento inicial, pasando por su uso que puede ser intenso, para desembocar en decepciones y lamentos por los efectos no deseados que aparecen con su despliegue. La «euforia perpetua» por las nuevas tecnologías nos hace olvidar de qué clase de cemento estamos hechos los humanos. Al respecto vale la pena remontarse a los primeros años en que se popularizaron las redes electrónicas.

En los años setenta y ochenta del siglo pasado se empezaron a usar los denominados BBS (Bulletin Board System o BBS/ Sistema de Tablón de anuncios) que desde su aparición fueron vistos como una fabulosa herramienta para reforzar lazos comunitarios y solventar una infinidad de problemas humanos. Varios se centraron en la idea de que con internet y los BBS se ponía punto final a las taxativas a la libertad de expresión, se superaba la censura y, por si fuera poco, llevarían a los humanos a nueva dimensión comunicativa dominada por la solidaridad y el bien común, algo que forma parte de ese catálogo de imaginarios que ha acompañado a internet (Patrice Flichy. Lo imaginario de Internet).

Fue así como CommuniTree, un colectivo que tenía un BBS con el mismo nombre, ideó un sistema a prueba de censuras que tenía por objetivo que cualquier entrada posteada no podía ser eliminada por nadie, ni siquiera por quienes lo administraban. Al poco tiempo lo lamentaron: a principios de los años ochenta un grupo de estudiantes de bachillerato lograron acceder al sistema y dejaron una serie de comentarios bromistas y escatológicos, lo que terminó por atemperar un poco la idea de que todo mundo sabría usar responsablemente tales redes electrónicas. Fue un preludio de lo que vendría en internet con su masificación.

Por eso no extraña el incesante bombardeo al que nos vemos sometidos en los tiempos que corren por diversos medios, por disímbolos recursos que lo mismo se quieren hacer de nuestros datos personales, que aprovechar cualquier descuido y vulnerabilidad para obtener beneficios. Una de las zonas en donde se multiplican los esquemas de comercialización y fraude es Facebook, zona en la cual se difunde contenido falso, se juega con las emociones y se busca obtener beneficios personales.

Algunos anuncios de estafas comunes son falsas tiendas online con ilusas promesas a cambio de una buena cantidad de dinero, suplantación de identidad, promoción de aplicaciones o la promoción de páginas Web maliciosas o de productos o servicios fraudulentos. Desde algún tiempo se promocionan anuncios en Facebook que ofrecen empleo y prometen ganancias de 3-4 mil pesos diarios o cantidades mayores incluso, pero que son auténticas estafas. Son anuncios que suelen ser creados con el fin de obtener beneficios económicos de manera rápida e ilegal. Por lo regular estas promociones operan con esquemas piramidales, que incluso se dan el lujo de respaldarse en logotipos de Amazon, AliExpress, Mercado Libre o empresas reconocidas para difundirse como algo serio. Se trata de sistemas piramidales en donde los estafadores captan a personas para que inviertan dinero en un supuesto negocio o producto, prometiéndoles ganancias rápidas y altas. El paso inicial es conseguir a las personas o interesados vía Facebook, después se traba contacto con los mismos vía WhatsApp y, posteriormente, cuando la persona ya se interesa por participar la llevan a usar Telegram, para que puedan hacer sus respectivos depósitos y proporcionen sus datos bancarios.

Los sistemas piramidales de negocios prometen jugosos ingresos en poco tiempo a las personas captadas. Pero en realidad dichos sistemas no generan ingresos a través de la venta de productos o servicios, sino que dependen de la captación de nuevos interesados, quienes van invirtiendo dinero y reciben una comisión por cada «trabajo» que llevan a cabo. Pero en algún momento el esquema colapsa, ya que el dinero de los nuevos inversores se usa para pagar a los que ingresaron previamente y ante el alto volumen de retiros que se presentan en algún momento ya no cuentan con dinero suficiente para sufragar las ganancias y/o retiros. Esto modelo no es sostenible a largo plazo y, en última instancia, la mayoría de los participantes pierden su dinero.

Facebook al ser una plataforma popular para la publicidad y tener mecanismos relativamente fáciles para crear un anuncio falso es rebasada, por lo que ni algoritmos ni moderadores pueden localizar de inmediato estos mecanismos o anuncios de estafa. En el mejor de los casos se espera que los mismos usuarios reporten esos sitios y posteriormente ellos procedan a eliminarlos.

Lo paradójico es que a pesar de esa abrumadora evidencia de las estafas, no faltan quienes inocentemente todavía buscan la armonía en esta red social. Nos fascina seguir vinculados directamente con un mundo virtual de redes sociales que no sabemos bien si dominamos o si nos subyugan. Varios toman los caminos de esos pasillos digitales con gran euforia, tratando de ubicarse y viajando entre imágenes virales, fake news, linchamientos, nuevos relatos que buscan la hegemonía, las estafas y las seducciones por las promesas de riqueza.

@tulios41