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Contradicciones y olvidos

 

En estos días recientes las redes sociales ardieron, particularmente X/Twitter. El tema que despertó pasiones encontradas fueron las elecciones, que reflejaron las contradicciones y desencuentros. Llama la atención una serie de cuestiones que paso a comentar:

— Los que en 2006 negaron que hubiera una elección de Estado, ahora dice que se dio un elección de tales características. Los que antes tenían como mantra el fraude y «voto por voto y casilla por casilla», ahora refieren que han sido las elecciones más limpias en la historia de México. Así como en 2006 no me compré el fraude ni el argumento de la elección de Estado, tampoco me la compro ahora. En México se ha vuelto costumbre acusar de fraude cuando se pierde. Es una excusa que viene de lejos, pero que se había ido atenuando, pero en el siglo que corre se pensaba que esa idea podría ser desterrada, pero en 2006 López Obrador la actualizó y es una idea que llega hasta hoy.

— Fue un proceso electoral inequitativo, no solo en la cantidad de dinero que invirtió la maquinaria oficialista en la compra e inducción del voto, con un ejército de servidores de la nación peinando el territorio nacional coaccionando a votar por morena a quienes reciben apoyos de programas sociales; hubo inducción del voto a mansalva y con el presidente a la cabeza interviniendo de forma descarada en el proceso electoral. Estas cuestiones forman parte del catálogo de práctica que vienen de lejos, aunque ahora se ampliaron dando paso a nuevas y las conocidas fueron perfeccionadas; para el oficialismo, que atacó en el pasado reciente con su narrativa moralina estas prácticas, que incluso se atrevió a mandar una iniciativa para castigar dichas cuestiones terminó por volarse la barda en violar sus propias criaturas legislativas. En eso de moralizaciones e imposturas el oficialismo se pinta solo.

— Intervención del crimen organizado, del narco, a favor de morena, obligando a las personas a votar como lo reflejan las múltiples casillas zapato, que recuerda los viejos tiempos del mejor PRI de carro completo, y que reafirma lo que Anabel Hernández en su obra más reciente, La historia secreta, refiere sobre los vasos comunicantes y estrechos entre López Obrador y el Cartel de Sinaloa y que datan de 2006.

— El INE ha tenido ambigüedades y posturas nada claras al no salir a desmentir situaciones como las que se dieron cuando en La Mañanera, la secretaria de gobernación dio a conocer los resultados en el Congreso de la Unión y referir el número de diputados que le corresponderían a cada partido, poniendo en segundo lugar al Partido Verde, alertando sobre el tema de las supermayorías. Estas cuestiones también dibujan las moralinas de la oposición, cuando fueron mayorías calificadas pudieron haber eliminado esa sobrerrepresentación pero las usaron de manera conveniente y ahora muerden el polvo cuando el oficialismo quiere hacer uso de ella.

— No sabemos qué pasará en el poder presidencial. Se presupone que estamos ante una especie de Maximato o de Diarquía —que lo tocó sufrir a Plutarco Elías Calles con Álvaro Obregón—, pero lo cierto es que este es otro México. Estamos en un país globalizado, con una economía vinculada a Estados Unidos y lo que suceda allá también trastocará lo que aquí se impulse. Otros también refieren que la pupila puede independizarse.

Incluso aunque el oficialismo no tenga la mayoría calificadas en ambas cámaras, estaremos ante un «cambio de régimen», porque se reescribirían muchas de nuestras leyes y órganos que forman los contrapesos en el país, lo que sin duda alguna abre la puerta a un nuevo escenario, todo esto fundado sobre la pesada carga de la herencia de la cultura priísta, que sigue más viva que nunca en los comportamientos del morenismo y partidos que lo acompañan. Pero la evidencia empírica dice que el populismo pierde fuelle cuando el «amado líder» cede el poder: Claudia Sheinbaum no es equiparable con sus dotes al del mesías o sumo sacerdote que deja el poder, por lo cual éste puede verse obligado a estar siempre presente y si eso pasa entonces faltaría ver la reacción de la pupila. Lo que sucede en este momento bien puede ser dibujado por Charly García: «Están pasando demasiadas cosas/ raras para que todo pueda seguir/ tan normal. Desconfío de tu cara/ de informado y de tu instinto de/ superviviencia».

— Lo real es que esta paliza electoral no solo nos retrotrae a los escenarios del carro completo que tan caros han sido a esta nación sino que son la expresión de una hegemonía cultural, de una colonización del imaginario colectivo por parte de una «propuesta política». El triunfo significa que está a gusto con los valores propuestos por el oficialismo y partidos que lo acompañan. A pesar de eso, el porcentaje de participación electoral fue bajo: 62%; pobre para las expectativas que se tenían. La elección de 1994 sigue siendo la más importante en participación, ya que ese año hubo una participación de 77.16%, pero la reciente ni siquiera alcanzó los porcentajes del 2000 (63.97%), 2012 (63.10%) y 2018 (63.42%). La percepción siempre engaña.

— Se reafirma que las campañas no se hacen en redes sociales, que cualquier hashtag que se tenga en una red social y que en teoría refleja la popularidad de una candidato en dicho espacio no es indicativo de triunfo, que las redes sociales no son un espejo de la realidad social; por eso es absurdo pensar que cuando se da a conocer algo —un poema, una postura política o cualquier cosa— se puede tener amplio alcance e influencia.

— Pronto sabremos si el PRD dejará de existir. Ese partido nació gracias al desprendimiento en el PRI de la llamada Corriente Democrática (que por cierto impulsó e incluso financió Luis Echeverría en su disputa con la tecnocracia y el neoliberalismo que se había ya instaurado con Miguel de La Madrid y se profundizaría con Salinas de Gortari) que encabezaron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, que terminaría en la conformación del Frente Democrático Nacional que aglutinó una constelación de minipartidos (muchos, como decía, Luis Javier Garrido paraestatales) en las cuestionadas elecciones de 1988. En 1989 el PMS —que se puede decir era el «auténtico» partido de izquierda en México— decidió ceder su registro y dar vida al PRD y con ello enquistar a los priístas que lo capturaron y marginaron a los que procedían de la izquierda. Este partido nacido de las entrañas del sistema priísta surgió exigiendo democracia y encarnó la lucha de varias generaciones de mexicanos de izquierda, que nunca pudieron tener una auténtica propuesta de izquierda y que ante esa carencia han debido conformarse de remedos nacionalistas y populistas. Es una lástima que el PRD —que tuvo como sello desconocer los resultados electorales de 2006 y encumbró al líder carismático que se encargó de destruirlo— ya no vaya a ser parte del sistema de partidos de nuestro país, sobre todo viendo la consolidación de partidos como el Verde o los maoístas del PT que fueron un genuino producto de Salinas de Gortari.

@tulios41