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«El verdadero instrumento de trabajo,

para el escritor, es el oído. Primero hay que escuchar, después escribir»

Rodolfo Walsh

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Rodolfo Walsh escribía escuchando. No solo el persistente golpeteo de las teclas, en su máquina Olympia, ordenaba sus pensamientos. El rumor de los humanos le murmuraba historias, acompañando la confección de sus artículos periodísticos y sus cuentos. La contundente presencia de la realidad encauzaba su escritura, y ese oído suyo que deletreaba al mundo creaba resonancias de su querencia por la vida. Walsh sabía escucharse a sí mismo. Su práctica era “la sumersión en los otros”. De su biografía, Walsh privilegiaba los momentos sencillos, donde la alegría era el encuentro con un verso, una tarde jugando baraja, los diálogos con sus hijas, los juegos con su nieto, un trago con los amigos y la “certidumbre permanente, como una fiebre del día y de la noche, que nos hace creer que vamos a ganar, que el pueblo va a ganar”. Ese era su desafío y a él se entregó, optando por vivir su vocación de escritor como un acto de militancia. La realidad se torció por los rumbos de la derrota, lo sabemos, pero la obra de Rodolfo Walsh permanece, como una conciencia viva.

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La nueva edición de Escribir es escuchar. Rodolfo Walsh, reportero en Chile (1970-1972)*, con selección, prólogo y notas de Felipe Reyes Flores, se publica en un año que marca los 50 transcurridos desde aquel 11 de septiembre de 1973, cuando la vía pacífica al socialismo, del presidente Salvador Allende, fue derrocada por un golpe de estado que fraguaron los militares, la burguesía chilena y el gobierno de Estados Unidos. Este pequeño artefacto es poderoso, dividido en tres secciones. En la primera de ellas, Felipe Reyes traza un recorrido por las convicciones políticas, literarias y periodísticas de Walsh, rastreando esa razón de ser que se manifestaba a través de su certeza: escribir es escuchar.

Escribir es escuchar también es una radiografía de ese dialogo íntimo que Walsh tuvo consigo mismo, y que compartió a través de sus diarios, en cartas y en muchas entrevistas, buscando respuesta a ese dilema existencial y militante: escribir o vivir la realidad, que para él no era un dilema. “Y eligió: se ubicó sin retorno probable en su trinchera, y concluyó: «Para mí, ahí no había dudas: entre seguir escribiendo cuentos -en los que yo ponía esfuerzo y cariño- y pasar a la realidad, candente, impetuosa, entre escribir la novela y vivir la novela junto con el pueblo, no había elección posible». El militante devora al escritor: la sangre se tiñe del color de la tinta. La tinta se tiñe del color de la sangre”.

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El diseño del libro es obra de Joaquín Contreras, muy a tono con estos tiempos en que la avidez de información requiere respuestas rápidas. A medida que la lectura se encamina, van abriéndose ventanas como pies de página, que enriquecen el trayecto para dialogar con la obra y la vida de un escritor que entendió, muy pronto, y en la acción, que el campo del pueblo le brindaría las mejores posibilidades literarias.

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La segunda parte de Escribir es escuchar incluye los tres textos de la cobertura que Walsh hizo en Chile para la revista argentina Panorama, y comienza con la crónica “La muerte de la anaconda”, que no era una serpiente sino un jugoso negocio que Henry Rogers y William Rockefeller adquirieron en 1897, mediante una sucia maniobra en la bolsa de valores, y que luego les sirvió para saquear las riquezas de nuestro continente, entre ellas el cobre chileno. Testigo de un instante histórico, Walsh apuntó en su relato: “Los aplausos llenaron la plaza de la Constitución en Santiago, cuando el presidente Salvador Allende leyó la semana pasada el proyecto de reforma constitucional que nacionaliza el cobre”. Era una promesa de campaña que se estaba cumpliendo. La Anaconda Cooper obtenía en Chile el 80 por ciento de sus ganancias, en sesenta años junto con otras trasnacionales del cobre se habían llevado 9 mil 800 millones de dólares. Es indudable que esta nacionalización encauzó la acción golpista que, de una manera sangrienta, acabó con el gobierno de Allende.

Escribe Walsh: “Un imperceptible temor recorrió a la muchedumbre, reunida en la plaza cuando el presidente le informó que las ganancias extraídas por las compañías cupreras equivalían al 40 por ciento de la riqueza chilena. Poco después, Panorama presenció un diálogo entre un grupo de niños y una dama de la noche que se disputaban una esquina. «Tú también pides limosna como nosotros», era el argumento de los niños. Posiblemente había una relación entre las medidas que acababan de anunciarse y el presente que la mayoría de los chilenos quiere convertir en pasado”.

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El libro cierra con una colección de pensamientos, entresacados de diarios personales, apuntes y entrevistas, sobre todo del célebre dialogo con Ricardo Piglia. Una declaración tan intima como esta, cifra la esencia de Escribir es escuchar: “Cuando más hondo se mira y más callado se escucha, más se empieza a percibir el sufrimiento de la gente, la miseria, la injusticia, la soberbia de los ricos, la crueldad de los verdugos. Entonces ya no basta con mirar, ya no basta con escuchar, ya no alcanza con escribir”. Esta conclusión parece un llamado beligerante, pero también es una incitación para devolverle a la palabra sus resonancias, inspiradas por el arte de escuchar como un gesto permanente. Esa es la apuesta de este poderoso artefacto que Felipe Reyes construyó.

*Carbón Libros, 2023. Creado en Arica, Santiago de Chile y Baviera.

Si les interesa este libro, escribir escuchando a: carbonlibrosmexico@gmail.com

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