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Karime Díaz

 

El 25 de enero fue el día del biólogo y la bióloga. Estudiar la ciencia de la vida, siempre fue un sueño para mí, no solamente porque de pequeña me encantaba observar a cada organismo, sino que tenía y tengo muchísimas preguntas que, hasta ahora, me han generado más preguntas. Ir respondiendo es encontrar un mundo cada vez más y más complejo, el conocimiento se vuelve infinito.

Seguramente cuando pensamos en un referente de biología nos llega a la cabeza Charles Darwin quien describió el proceso de evolución por selección natural. Es difícil además si nos ponemos a pensar en alguna persona referente en la biología en América Latina, y mucho más complicado si pensamos en las mujeres latinas que han marcado historia en la ciencia.

Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe compusieron “Las Suculentas”, una obra musical en honor a una de las más grandes y destacadas biólogas que han explorado los ecosistemas mexicanos: Helia Bravo. La canción dice más o menos así en alguna parte: “… La doctora Bravo sabe ser amiga de los candelabros, y de los Teteches. Órganos gigantes, reinas de la noche. Nopal de lengüita, pitayo de mayo. Qué flor tan bonita, creo que me desmayo”.

Helia es un nombre de origen griego significa “la mujer del sol”, curiosamente la Dra. Bravo estudió un grupo de especies que de manera general crecen al sol directo, las cactáceas. Fue la primera mujer con título de bióloga en el país, nació en 1901 y debemos imaginarnos el escenario histórico que vivió. Era casi el fin del porfiriato e inicio de la Revolución Mexicana, de hecho, su padre fue fusilado por ser simpatizante de Madero.

Sus padres tuvieron una gran influencia en sus aspiraciones, eran amantes por excelencia de la naturaleza. A su padre le fascinaba salir a caminar entre los bosques fríos y Helia lo acompañaba entusiasmada, mientras que su madre salía a ver el atardecer y compartía con su hija los colores impresionantes con los volcanes (el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl) de fondo.

Aunque de inicio se inscribió en medicina (como es la historia de muchos biólogos, incluso del mismo Darwin), cuando se abrió la carrera de biología no lo pensó dos veces y cambió su rumbo. Las plantas siempre fueron su grupo predilecto, su tutor fue el Dr. Jacobo Isaac Ochoterena quien, en 1929, después de que la Universidad Autónoma de México lograra su autonomía, fundó el Instituto de Biología e invitó a la Dra. Helia a ser la curadora del Herbario Nacional. En ese herbario se concentran las colecciones botánicas más importantes de las especies que hay en nuestro país.

Ella se dedicó a describir muchas de las especies de Cactos que conocemos hoy sobre todo en la región de Tehuacán-Cuicatlán en Puebla, aunque por supuesto también colectó en otros estados, incluido Morelos. En sus investigaciones, hizo casi 60 cambios de nomenclatura y describió un montón de especies nuevas para la ciencia y por supuesto, el mundo. De hecho, escribió el libro “Las cactáceas de México” y le llevó al menos 30 años hacer una versión actualizada de ese libro que fue con el que culminó sus estudios de maestría.

La Dra. Bravo murió en el 2001 y vivió 100 años dedicados a estudiar espinas, flores exuberantes y lugares áridos. Por supuesto que era una mujer querida entre la comunidad universitaria, la caracterizaba siempre su sencillez, y al mismo tiempo, logró dejar huella en otras mujeres que estudiaron biología, incluso su hermana Margarita Bravo que dedicó su vida a estudiar helmintos (gusanos). Parece que la taxonomía la traían en la sangre pues también describió muchas especies de este grupo.

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