loader image

 

No, con este título no me refiero a la extinción masiva provocada por la caída del asteroide Chicxulub en la Península de Yucatán y los estragos posteriores que acabaron con la vida de la mayoría de los dinosaurios. A lo que me refiero es a la posible próxima desaparición de un parte de la fauna política mexicana. Como nunca antes en la historia de México, el PNR, PRM y actual PRI, se encuentra al borde del precipicio y citando a Luis Echeverría Álvarez, parece que después de las elecciones del pasado 2 de junio, “han dado un paso al frente”.

Luego del sangriento sexenio de Felipe Calderón, el PRI logró regresar a la presidencia, pero lejos de haber aprendido a hacer autocrítica de los errores cometidos en 70 años de gobierno, el partido se creyó nuevamente dueño de la política nacional. Los escándalos del gobierno federal y muchos gobernadores contribuyeron a dañar una imagen ya de por si manchada por su propia historia. La respuesta ante esto en las urnas no se hizo esperar. Si el 2018 marcó la peor elección para el partido en solitario, 2024 solo ha demostrado la grave crisis que vive el otrora partido de Estado, una elección en la que por primera vez no presentaron un candidato propio a la presidencia, teniendo que aliarse con su histórico rival el PAN y lo que un periodista atinadamente llamó como el fideicomiso de liquidación del PRD. Obteniendo apenas el 9.66% de los sufragios.

No es un secreto que luego de la elección de 2012 el PRI, al menos en apariencia había recuperado parte de su antiguo poder. Los líderes del partido con el presidente a la cabeza creyeron que los resultados de la contienda electoral se debieron a un logro personal, esto es una consecuencia del individualismo que por décadas ha pregonado el neoliberalismo. Llevándolos a desdeñar, ignorar y hasta hacer sentir como lastre para la nueva política que ellos representaban, a parte de sus propias estructuras, los antiguos sectores de los que se nutría el partido para asegurar las elecciones. La Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), la Confederación Nacional Campesina (CNC) y sobre todo a la todo poderosa en otros tiempos, Confederación de Trabajadores de México (CTM).

Es en esta última confederación en la que me centraré, dado que el prototipo del dinosaurio de la política mexicana es personificado perfectamente por los liderazgos de la CTM. El más representativo de todos ellos, fue sin duda Fidel Velázquez y en menor medida sus sucesores Leonardo Rodríguez Alcaine, Joaquín Gamboa Pascoe y Carlos Aceves del Olmo. Salvo por Fidel Velázquez que llegó por primera vez a la Secretaria General a los 41 años en 1941 y que desde 1950 se mantuvo en el puesto hasta su muerte a los 97 años en 1997, sus sucesores han sido hombres casi octogenarios, alejados del movimiento obrero que dicen representar. Si bien es cierto que Velázquez y Alcaine fueron obreros en su juventud, los siguientes líderes del organismo han sido completamente ajenos al trabajo fabril.

Ahora bien, es un hecho que la CTM nunca volverá a ser la poderosa central obrera de los tiempos de Fidel Velázquez y que al igual que el PRI, se encuentra en un franco proceso de extinción. Pero las preguntas que cabe hacerse después de conocidos los resultados electorales de 2024, son ¿Quién representa más lastre para quién? ¿La CTM para el PRI o el PRI para la CTM? Será que la CTM se hundirá con el PRI o sobrevivirá al partido como en su momento sucedió con el Partido Laborista Mexicano y la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) que aún existe pero de manera residual. Ya no queda un Fidel Velázquez o una Güera Alcaine que como viejos lobos de mar sepan adaptarse a las nuevas mareas que imponen las condiciones políticas del país en pleno siglo XXI. La extinción de una parte de los dinosaurios de la política mexicana se avizora en el horizonte próximo pero ¿Quién será el primero en irse la CTM o el PRI? Y por último ¿Quién será el heredero de los restos de la CTM? Con algo de suerte cuando despertemos el dinosaurio ya no estará ahí.

*Historiador