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Víctor Villarreal Cabello*

José Agustín es una de las lecturas obligatorias para las juventudes. Libros que se devoran de un sólo tajo y se degustan como una rebanada del postre favorito por su lenguaje fluido y vivo. La frontera entre lo que es “la onda”, sus vanguardias y divagaciones de lo juvenil son cada vez más difusas. “La Tumba” sólo pudo ser escrita en su momento. No se acredita la existencia de un libro que pretenda hablar sobre la contemporaneidad y relativa homogeneidad de la juventud, no se diga en México, sino de la Ciudad de México como lo hizo nuestro memorable escritor. La frontera entre lo que es “la onda” es difusa, se difumina como casi todas las fronteras en el mundo, la frontera no es una línea ni puede serlo, la frontera es otra cosa.

Contracultura, es la negación de lo que en ese momento se entendía por cultura, se escribe y describe el slang de la época y las prácticas juveniles. Se pretende exponer que lo oficial tiene un revés, lleno de lenguaje diferente con música diferente, realidades y espacios divergentes a los que se planteaban los “oficialistas” del momento. Sin embargo, la negación es el motor de occidente. Negación es continuidad. Este parafraseo verbal de la época será negado por algún otro movimiento del porvenir, sino es que ya se le cuestionó por otras tradiciones del pensamiento. Lo que queda es la conversación y ese ir y venir del lenguaje. La frontera entre aquellos que conversan se ha difuminado, unos arden entre los “generación de cristal” otros contrapuntean con “generación de cemento”. En medio una barda con vidrios de botella incrustados.

La contracultura de lo juvenil no es cada vez más posmoderna, creo que es cada vez más diversa. No se podría homogeneizar el lenguaje de las juventudes en un volumen, en todo caso se tendría que avanzar por los nuevos tipos de personajes: la culminación última del erotismo de barrio “el chacal” y sus secuaces, las conversaciones de los diferentes Clubs de Toby de las universidades privadas, la niña de los plumones, los matices del universitario de la UNAM, la buchona, las nenis, el personaje costeño de las muchas costas que tiene México, el sujeto norteño de los muchos nortes del país. Todos podrían ser arquetipos que encierran una parcialidad de realidades juveniles. Estos personajes conversan en el imaginario social entre sí y se acomodan por capas a diversidad de tiempos, espacios, consumos culturales, estratos socioeconómicos, sexos, géneros y racialidades, etc.

La realidad es que la frontera de la onda o la actualidad se construye y produce de forma cada vez más rápida. Entre los arquetipos aesthetic, coquette y good vibes existe un espacio mínimo que perdura en la atención de la gente. La realidad también es que José Agustín nos permite comprender otros tiempos, otros espacios, otros lenguajes. Dice Wittgenstein el límite de mi lenguaje es el límite de mi mundo, comprendo que la juventud deja de ser la onda para pasar a ser otra cosa. En palabras de un “filósofo de Baviera” diría: “Yo sí estaba en onda, pero luego cambiaron la onda. Ahora la onda que tengo no es onda. Y la onda de onda me parece muy mala onda. ¡Y te va a pasar a ti!”

*Milpaltense, internacionalista, escribiente y migrantólogo.