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De Pablo Torres Burgos a Samir Flores (Parte II)

H. Alexander Mejía García[1]*

Si el asesinato de Emiliano Zapata en 1919 marcó un parteaguas en la historia política de Morelos, el homicidio de Rubén Jaramillo y su familia en las proximidades de la zona arqueológica de Xochicalco el 23 de mayo de 1962, significó el fin en la forma de hacer política desde la disidencia frente al Estado mexicano. La brutalidad con la que fue ultimada la familia Jaramillo fue una doble llamada de atención por parte de las estructuras del Estado nacional. Lo que le sucedió a Rubén Jaramillo y a su familia le podía pasar a cualquier disidente al gobierno. Pero no solo a ellos, sino que los políticos locales debían aceptar y acatar la sumisión impuesta por el gobierno federal o atenerse a las consecuencias.

La política en el Estado de Morelos después de este suceso no volvió a ser la misma. Por décadas esta quedó sometida a los intereses de las elites de la ciudad de México, desde entonces a la fecha cada persona que ha llegado a ocupar el cargo de gobernador ha sido designado por las estructuras federales. Los morelenses han quedado fuera del juego de la democracia representativa, más allá de participar en elecciones.

A pesar de que lo sucedido a Rubén Jaramillo impidió por décadas la acción coordinada de los grupos disidentes al gobierno federal. Eso no significó su desaparición total. Ya en el siglo XXI el Proyecto Integral Morelos rápidamente encontró resistencia desde sus medios en las comunidades del oriente del Estado que se verían afectadas. Aquí hay que aclarar que los pueblos fueron los líderes, no se trató de un movimiento unipersonal que aglutinara la resistencia. Sin embargo, con frecuencia en el desarrollo de los movimientos sociales aparecen figuras que, con su voz, su carisma o por su actuar ocupan la primera línea.

Ese fue el caso de Samir Flores Soberanes, defensor de las tierras comunales de Amilcingo. Desde la radio comunitaria de su pueblo se distinguió por oponerse al PIM y a la operación de la termoeléctrica de Huexca. Su activismo y la defensa de su pueblo frente al megaproyecto del Estado fueron suficientes para que el 20 de febrero de 2019 Samir ingresara a la nefasta lista de líderes políticos o populares que encontraron un final violento. La Fiscalía de Morelos señaló en ese entonces que este crimen no estaba relacionado con el trabajo de activismo, sino con el crimen organizado.​ A fecha de hoy no hay responsables ni se ha esclarecido el porqué del asesinato de Samir Flores.

Tal como sucedía en los tiempos de las haciendas en que la elite del Estado no residía en Morelos, sino que sus empresas eran atendidas por administradores, lo mismo sucede hoy en día, las elites políticas y económicas con intenciones en nuestro Estado, se encuentran fuera de él. Los intereses de la clase política mexicana no ven con buenos ojos que alguien ajeno a las estructuras del poder acumule capital político a escasos kilómetros de la Ciudad de México y lo han reproducido desde finales de la Revolución Mexicana.

El control de las estructuras del Estado hacia los grupos disidentes y los políticos locales de Morelos ha sido más que efectivo. Quizás desde el gobierno de Lauro Ortega Martínez quien también fue impuesto (porque así era el sistema) no ha existido otro liderazgo popular asociado a los morelenses. La política de no hacer política en Morelos sirve para explicarnos la existencia de personajes que han ocupado cargos públicos, ajenos a nuestra entidad, en los últimos años. A pesar de que hayan sido elegidos mediante voto popular, la historia nos ha mostrado que muchos de nuestros representantes en realidad lo son de oscuros intereses particulares, partidistas o empresariales. Ante el próximo proceso electoral en 2024, hacemos votos para que quien resulte elegido, tenga una visión social que represente verdaderamente a los morelenses y elimine para siempre la política de no hacer política.

  1. * Historiador