loader image

Revertirlo, se puede

Ayer la Ceagua nos dio dos noticias, una buena y la otra mala: en julio la precipitación superó ligeramente el nivel máximo histórico de lluvias registradas en ese mes; esa fue la buena. La mala es que el estado y sus sufridos cuerpos de agua tienen un serio déficit, pues en los primeros siete meses llovió mucho menos de lo esperado. El resultado es que presas y lagunas, en total, no alcanzan a estar ni al veinte por ciento de su capacidad.

Ese porcentaje todavía es peor en los tres cuerpos de agua más importantes de la entidad —El Rodeo, los Carros y Cayehuacán—, en donde se conservan tres cuartas partes del total de reservas superficiales de agua en nuestro estado, ya que, combinados, están al 13.4 por ciento de su capacidad.

Desde luego cabría esperar que, como algunos especialistas creen, el mes pasado marque una tendencia hacia una temporada de lluvias más larga de lo normal y con precipitaciones también más intensas, lo que podría ayudar a recuperar el nivel de agua, aunque podría generar otro tipo de problemas, sobre todo en las zonas urbanas bajas, en las riberas de los ríos y en las múltiples barrancas que hay en Morelos.

Aun así, quizá se necesitarían muchas lluvias verdaderamente singulares para recuperar el nivel de nuestros cuerpos de agua, por lo que es probable que no regresen al 100 por ciento en este año.

El deplorable nivel de nuestras reservas del líquido es una muestra de la nueva fase del calentamiento global —“de ebullición”, como afirmó el secretario de las Naciones Unidas—, caracterizada por ausencia de lluvias cíclicas (como las que nos quedamos esperando en los pasados siete meses), falta de nubes y una agudización de la temporada de calor que, obviamente, evapora el agua superficial.

Tan solo ayer en estas páginas, la ambientalista Flora Guerrero Goff, nos recordó el impacto benéfico que tienen los árboles y la vegetación para combatir el calor extremo, pues nos proveen de un efecto de dispersión de calor sumamente eficiente: en un día tipo, directamente bajo el rayo solar, la hierba solo alcanza 35 grados centígrados, mientras que el concreto alcanza 47 grados y el asfalto 70. En un día soleado, a la sombra de un árbol la temperatura ronda los 20 grados y la hierba llega solo a 17.

La ambientalista comentó también que la Organización Mundial de la Salud recomienda que la zona verde mínima por habitante debe ser de 9 metros cuadrados, y que debe haber por lo menos un árbol por cada tres personas.

Así es que operaciones exitosas del Ejército, la Guardia Civil y los gobiernos de tres estados, que lograron una nueva clausura de aserraderos clandestinos en Huitzilac, no solo es bienvenida, sino merecidamente aplaudida.

Como sociedad, necesitamos erradicar el flagelo de la tala clandestina que, como se ve, tiene el temible potencial de dañar pueblos y generaciones enteras.