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Elsa Sanlara

Te puede gustar o no, te puede interesar o no, te puede escandalizar o no, lo cierto es que ella, sí, ella, Wendy Guevara concursante de «La casa de los famosos» forma parte de la cultura popular y nos ha conquistado a todos, sin importar nuestro género.

Su súper poder es la risa, ese regalo que Dios, la naturaleza o el universo (llámalo como quieras) nos ha dado para ayudarnos a sobrevivir al caos de la vida. Sin lugar a duda, su buen humor es la pieza fundamental de su éxito en redes sociales.

En la antigua Grecia, Hipócrates, también conocido como el padre de la medicina, decía que la buena salud dependía del equilibrio de cuatro fluidos llamados «humores», relacionados con los elementos: aire, agua, tierra y fuego. Pero siglos después, Galeno, otro médico griego que vivió en Roma en el siglo II d.C., añadió que estos fluidos tenían cualidades psicológicas súper interesantes. Si tenías demasiado de uno de ellos, podía afectar tu carácter, tu forma de ser y tu temperamento. Por ejemplo, si tenías demasiada sangre, podías ser el alma de la fiesta, mientras que, si tenías demasiada bilis negra, podías sentirte deprimido y hasta melancólico.

Así que, según ellos, el buen humor estaba relacionado con el equilibrio de esos fluidos en tu cuerpo.

No me queda la menor duda de que, si Hipócrates o Galeno levantaran la cabeza, probablemente se quedarían perplejo con la yuxtaposición de los «humores» de Wendy Guevara. Porque ella es agua, tierra, aire y, sobre todo, fuego.

Su carisma trasciende cualquier etiqueta o definición anatómica, y aunque biológicamente sea hombre de cintura para abajo y mujer de cintura para arriba, su verdadero poder reside en llevarnos de la mano por los oscuros senderos de la transexualidad. En ese mundo, donde lamentablemente, la discriminación, la violencia y el rechazo laboral se presentan como un desafío constante y omnipresente.

Pero no nos ha mostrado su mundo de tragedias y de abusos desde la victimización, sino a través de bromas, risas y carcajadas, creando lo que Barbara Ehrenreich definiría en su libro «Una historia de alegría» como un éxtasis colectivo. Y es que, según Ehrenreich, los seres humanos somos seres sociales por naturaleza y estamos impulsados casi instintivamente a compartir nuestra alegría.

Muchos de nosotros, quienes sufrimos de estrés crónico, de soledad, de depresión, de marginación o simplemente que necesitamos aferrarnos a la risa para seguir adelante en nuestro día a día, buscamos personas que nos sumen, que nos hagan reír y que sean capaces de reírse de sí mismas ante las vicisitudes de la vida.

Wendy no está sola, ha creado su propio clan de supervivencia con sus amigas Paola Suárez y Kimberly Irene también conocidas como «Las pérdidas».

A ellas, el miedo, los golpes de la vida, la esperanza y la risa las han mantenido unidas, porque juntas han tenido que enfrentarse al rechazo de una sociedad transfóbica que margina, violenta y mata a las mujeres transexuales.

En México, la esperanza de vida de las mujeres es de 77 años, sin embargo, la estadística cambia radicalmente para las mujeres trans como Wendy, quienes tienen en promedio una esperanza de vida de 35 años debido a los distintos tipos de violencia que sufren por ser quienes son y simplemente por existir.

Desde niñas, son supervivientes, enfrentándose a una humanidad incapaz de aceptar la diversidad. Y cuando no mueren en transfeminicidios, mueren por complicaciones de salud. Muchas recurren a cirugías plásticas caseras para tener senos y poder ejercer la prostitución ya que es en el 90% de los casos, es la única forma que tienen de subsistir.

Otras mueren en la pobreza, obligadas a abandonar sus hogares debido al rechazo familiar, dejando sus estudios y sin tener más opciones que convertirse en una más dentro del vasto, sucio y brutal comercio sexual.

Wendy nos ha atrapado porque es irreverente y desobedece el orden impuesto. Ella dice que no es ejemplo de nada ni de nadie, y admite públicamente haber ejercido la prostitución y no haber terminado la educación básica porque le hacían bullying.

No pretende ser quien no es, y desafía no solo a la sociedad convencional, sino también a la comunidad LGBTI+ al afirmar que no se siente mujer, ya que para ella una mujer es aquella que puede dar vida a otro ser humano.

Sin duda, es auténtica, sin dobleces, y no tiene miedo de declararse ignorante en muchos temas; su vulnerabilidad conquista.

Nos recuerda diariamente que ser auténtico exige no avergonzarnos de quienes somos y que para ser felices debemos vencer el miedo a no ser aceptados.

Larga vida a Wendy, larga vida a «las pérdidas» y larga vida a todas aquellas personas que suman, que rompen paradigmas y que dan visibilidad a esas personas que siguen muriendo en el anonimato en ese rincón oscuro llamado miedo.

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