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Carlos I. Iturbe Rivera*

Al día de hoy, la información sobre la grave situación ambiental que acontece en todo el mundo es del dominio público. No se puede aducir el desconocimiento de ello, para no integrar a nuestra vida, una mejora en nuestros hábitos relacionados con los recursos ambientales.

En realidad, estamos hablando de todas nuestras actividades diarias. En cada momento de nuestras vidas dependemos del aire, el agua y la tierra. Y en cada momento, lo que hagamos o dejemos de hacer, impacta en ella. El mejor ejemplo, lo podemos observar en lo que se conoce como Huella Verde y que implica la medición en cuatro ámbitos de nuestra vida cotidiana: el Consumo de energía, el del agua, el uso del transporte y los residuos materiales.

De acuerdo a los cálculos de la Huella Verde, al día de hoy, se requieren 2.7 hectáreas para producir todos los recursos y bienes que cada ser humano consumimos, así como la superficie para absorber los desechos que se generamos.

Su cálculo se obtiene al restar los recursos consumidos por cada individuo, de los recursos generados por el planeta a lo largo de un año, y desafortunadamente, nuestra huella verde crece cada día a nivel global y de manera exacerbada.

Aquellos que habitamos nuestro estado y que hemos sido privilegiados, con los recursos que nuestra tierra ha puesto de manera generosa a nuestro alcance, tenemos la irrenunciable responsabilidad de cuidar nuestra madre Tierra, aunque paradójica y desgraciadamente, al día de hoy aquello que merecería un mayor cuidado resulta en un mayor abuso y desatención. Las Barrancas de Cuernavaca, principal patrimonio natural de la ciudad y su contaminación actual, son un claro ejemplo de ello y de la indiferencia que sus habitantes hemos tenido al respecto al día de hoy, pero que no es imposible cambiar.

Para dimensionar nuestro beneficio en lo que a recursos naturales se refiere, consideremos que nuestro país es uno de los cinco con mayor biodiversidad en el mundo y que Morelos es uno de los cinco estados con mayor biodiversidad por kilómetro cuadrado en él.

Si a ello sumamos su ubicación, historia, infraestructura, potencialidades y situación socio geográfica, podemos concluir, con seguridad, que el estado tiene un gran potencial para su crecimiento socio económico, pero que implica necesariamente el mejorar, cuidar y mantener sus ricas tierras de cultivo, sus ríos, lagos y barrancas, sus bosques y selvas y sus áreas naturales protegidas.

Como parte de la solución y a efecto que tengamos presente con mayor claridad, las acciones que podemos llevar a cabo día con día en su cuidado, surge el término de Buenas Prácticas Ambientales; entendiéndose a éstas, como el conjunto de acciones y actividades que contribuyen a la reducción en el uso y optimización de recursos naturales y con ello la disminución del impacto negativo de las actividades cotidianas en el medio ambiente.

En la labor que en Terrafratena A.C. hemos desarrollado bajo el programa de Escuelas Verdes, hemos dado especial énfasis a la aplicación de estas Buenas Prácticas Ambientales BPA”s como un reflejo en la acción de una correcta educación ambiental.

Las BPAs se aplican en las mismas dimensiones que la huella verde: el Consumo de energía, el del agua, el uso del transporte y los residuos materiales.

Las prácticas más comunes en lo que se refiere al cuidado del agua como colocar una cubeta al inicio de la ducha, utilizar calentadores de paso, duchas cortas, lavado de auto con cubeta, no tener fugas de agua en casa y reutilización de aguas blancas para otros servicios, entre otras más. También el uso de focos LEDS, calentadores y celdas solares, al igual que la separación de residuos, uso de compostero, acopio de aceite de cocina quemado y baños secos, que también se consideran BPA”s

Para que dimensionemos el impacto que tiene un buen hábito analicemos el siguiente ejemplo:

Al colocar una botella con un litro de agua dentro del tanque del W.C. ahorramos un litro cada vez que lo utilizamos, es decir 4 litros diarios, que multiplicados por 4 habitantes de un hogar son 16 litros diarios, decir un ahorro de 5,846 litros de agua en un año ¿Te imaginas si logramos integrar como comunidad a nuestra vida todos los BPA”s? ¡El impacto sería muy positivo!

Es cierto que, en nuestro ritmo de vida diaria, la inmediatez se convierte en lo permanente y privilegiamos lo urgente sobre lo importante; pero hoy más que nunca es urgente cambiar nuestra visión de aquello que conocemos como realidad. Una “realidad” que incluye, sólo de manera subrepticia, aquello que como seres humanos implica un mejor disfrute de nuestra vida. El materialismo, el individualismo, el consumismo exacerbado, y una visión donde el hombre es el fin y causa de la vida, nos está llevando a nuestra propia extinción.

Vivir desde un sentido opuesto requiere, antes que nada, hacernos conscientes de nosotros mismo y nuestra relación con aquello que nos rodea. No estamos hablando desde términos filosóficos sino de supervivencia.

Afortunadamente y sobre todo, a partir de la pandemia del COVID. Cada vez son más las personas interesadas en explorar espacios de vida más relacionados con el desarrollo humano y espiritual. Cambiar nuestra visión antropocéntrica por una biocéntrica, donde somos solo una parte de una conectividad mucho más grande, es el principio de ello.

Asumir que es posible integrar las BPA”S a nuestra vida diaria, es romper paradigmas sobre nosotros mismos. Pasar de ser observadores a actores. Pasar de la intención a la acción.

Te invito a que lleves a cabo la mayor cantidad de BPA”s en tu hogar y/o centro de trabajo.

Recuerda, La Tierra no necesita que la salven, nosotros sí.

*Carlos I. Iturbe Rivera. Ambientalista, Presidente de Terrafraterna A.C., integrante de la Red de Ambientalistas y Académicos por un Morelos Sustentable.