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La conversación pública está dominada por las crisis de la democracia, la inseguridad, el cambio climático, la amenaza de una guerra mundial y el posible surgimiento de un nuevo virus letal. Estas crisis están sucediendo a fuera de uno, en lo social y nada podemos hacer para evitarlas. Pero, muy pocos hablan de las crisis internas que como pandemias se extienden por el mundo en los seres humanos. Me refiero, a cuatro crisis: de la soledad, de la falta de atención, de la búsqueda del sentido de la vida y de la identidad con uno mismo. Crisis que sí podemos evitar.

La crisis de la soledad. – La soledad tiene que ver con un sentimiento de percibirse aislado o tener la dificultad profunda de contar con amigos. Cada vez más hay personas que experimentan un vació existencial porque les cuesta trabajo conectarse con el otro. Las redes sociales son engañosas porque nos hacen sentir vivos en un mundo que se esfuma al instante sin percatarnos que es virtual. Los estudios e investigaciones de la universidad de Harvard apuntan que la felicidad se encuentra en la conexión sincera con los amigos. Las consecuencias de vivir en soledad son delicadas y graves. Las personas que se sienten solas se enfermas con mayor frecuencia y sufren de ansiedad y depresión.

La crisis de la atención. – Vivimos en un mundo tan acelerado, tan a prisa, que no tenemos tiempo para disfrutar de las cosas sencillas y bellas de la vida. La neurociencia consigna que una persona tiene al día entre 30 y 60 mil pensamientos, de los cuales solo suceden el 10 por ciento y el resto nos atormentan con pensamientos negativas, más 5 mil impactos de información que vienen de fuera. Todo ello, contribuye a saturar nuestras vidas y perdernos en ella sin sentido. El pasado nos deprime, el futuro nos genera ansiedad y, el aquí y él ahora, se nos esfuma. Por ello, el Mindfulness, el arte de la atención plena, se ha vuelto tan exitoso. La vida sucede cuando se contempla con atención.

La crisis del sentido de la vida. – Los jóvenes tienen serias dificultades para encontrar el sentido de sus vidas, se han dejado arrastrar por el mundo de las emociones y todo aquello que no les proporciona alguna emoción intensa y placentera en sus vidas al instante, no sirve, no los llena, simplemente, no les interesa ni les importa. Por ello vemos, que en las redes sociales se comunican con emoticones que no son ideas. Los jóvenes son más proclives a la depresión porque no encuentran rumbo ni sentido en sus vidas.

La crisis de la identidad. –Todos en mayor o menor grado estamos pasado por esta crisis al experimentar profundas dudas sobre sí mismo, dudas sobre el sentido de la existencia en un mundo volátil y cambiante. El conflicto parte de los cuatro yoes; el yo superior que todo debe girar alrededor mío, o el yo que creemos ser y que no somos, o el yo que ven los demás y ni cuenta me doy, o el yo que quiere que lo vean y admiren en las redes sociales. Este sentimiento viene acompañado de vacío, soledad y depresión.

Estas cuatro crisis de nuestro tiempo, sí las podemos enfrentar porque dependen de uno y no aquellas crisis sociales que no están en nuestras manos cambiar, pero sí nos están perturbando.