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Tatiana Vanessa González Rivera*

No cabe duda de que a la descomposición del tejido social que resulta evidente en muchas de nuestras sociedades, no solo la mexicana vale decir, se suma la preocupación por la parte ambiental. De modo que hoy ya no somos espectadores lejanos de la destrucción de la Madre Tierra, acongojados y cobijados bajo expresiones de preocupación, pero con mentida sentimentalidad y escazas acciones de sentido social y ecológico. Actualmente, estamos experimentando en “carne propia” las funestas consecuencias de la degradación del medio natural.

¿Y qué tiene que ver el capitalismo? Se preguntarán algunos, la respuesta resulta sencilla pues hasta la fecha ese sistema no ha podido resolver el rompecabezas de cómo lograr un equilibrio entre un crecimiento con fines de lucro, la preservación del medio ambiente y el enfriamiento de los problemas sociales.

La realidad que vivimos hoy en día demuestra que dicho equilibrio no se ha alcanzado con ese modelo tradicional de crecimiento económico. De hecho, en 2021 el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas lanzó una alerta roja y demostró los drásticos cambios en el sistema climático a partir de un calentamiento inducido por la actividad humana y con consecuencias irreversibles.

En todo el mundo se han registrado cambios extremos de temperatura y México no fue la excepción; las olas de calor suscitadas en junio y parte de julio fue, a decir de los expertos, un poco de lo que nos espera en los siguientes años y muy probablemente se rompan los récords registrados durante 2023. Las secuelas en la salud son evidentes y ni qué decir sobre los daños ocasionados a otros seres vivos que no tienen culpa de las acciones insensatas de la raza humana.

De qué nos sirven la cantidad de normas orientadas a proteger el medio ambiente o incluso que la Pachamama o Madre Naturaleza encuentre un reconocimiento como sujeto de derecho en las Constituciones Políticas de Ecuador y Bolivia; logro jurídico al que por supuesto no le resto importancia como estudiosa del Derecho pero no basta, pues continuamos sumergidos en un sistema en el cual se ha transformado a la naturaleza (que no está hecha por el hombre) en una mercancía en la forma institucional de propiedad privada que se puede comprar y vender.

Por consiguiente, al comprimir la condición humana y limitar la naturaleza – al subordinarla a la mercancía – el sistema de mercado se convierte en una amenaza porque produce consecuencias irreversibles que, en el límite, conducen a la destrucción de la sociedad y del medio ambiente.

Algunos dirán que esta hecatombe ha despertado la conciencia de los agentes económicos pues no resulta extraño escuchar o atestiguar que proliferan las acciones ambientales; sin embargo, para varios de estos agentes, dichas acciones, generan oportunidades de negocio, principalmente los nuevos mercados para bienes y servicios verdes; por ende, no considero válido el argumento de sustituir unos productos por otros, quizás de menor impacto, ya que resulta evidente que dichos productos “más sostenibles” siguen provocando externalidades negativas sobre el medio natural y avivan el interés de lucro desmedido que impulsa a los agentes privados en este sistema capitalista.

Solo reflexionemos por un instante, si el medio ambiente representa un bien escaso cuyo precio lo define la ley de la oferta y la demanda, el proyecto se centra, entonces, en la defensa de intereses económicos concretos: quien más pague se beneficiará de los recursos naturales. Preservar el medio se reduce a un costo de oportunidad sin verdadero vínculo con el entorno natural.

Por lo anterior me resulta curioso cuando leo y escucho la frase “capitalismo verde”, no hace mucho la escuché reiteradamente en el discurso de unas personas que intentaban venderme unos productos y a su vez convencerme para formar parte de esos esquemas piramidales; por lo cual, y atendiendo a lo brevemente descrito en estas líneas, pregunto: ¿realmente eso nos conduce a una sociedad auténticamente sustentable? La respuesta la tiene usted estimado (a) lector (a).

* Investigadora Asociada C de Tiempo Completo del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (CRIM-UNAM). tatianag@crim.unam.mx