loader image

CONFORT

Hélène BLOCQUAUX*

Hoy iba a ser un día cualquiera, la réplica del anterior, del antepenúltimo, remontando el hilo secuencial hasta una fecha indefinida. Aunque lo hubiera intentado varias veces, Roberto no lograba determinar el punto de inicio exacto del prototipo de día que se iba repitiendo al infinito, ni quién se había encargado de establecer un patrón así de monótono. No estaba seguro de haber sido él o el mismo desapego, por lo menos aparente, con el que manejaba su vida.

Roberto se rascó pensativo el cráneo despojado de pelo y calzó sus lentes de montura rota. Fumó un cigarro y tomó una lata de refresco del frigobar, le dio un sorbo continuo mandando el líquido oscuro directo al conducto de la garganta. Dejó su cigarro en el cenicero más cercano. El reloj marcó las 7am, horario traducido en el momento de trocar su piyama rayado de manga larga por un traje gris, una camisa blanca con una corbata de color indefinido; nunca había comprado otra desde su graduación. La ventaja de seguir soltero ya bien entrado en el cuarto piso consistía en poder dejar su departamento en el mismo estado que la semana anterior o incluso la antepasada, no tener que despedirse de nadie o peor aún tener que llevar a alguien al trabajo antes de llegar al propio. Roberto hubiera querido ser empresario o periodista en lugar de contador público pero la vida pasó sin más. Sus sueños lucen apagados como la colección de colillas entre cenizas que yacen en el cenicero, sin esperanzas de reanimarlos.

En la comida, la hora más emotiva del día para Roberto, no por la compañía de sus colegas de trabajo con los que de hecho no solía convivir, sino por la presencia deslumbrante de sonidos y colores vivos emanantes de la pantalla de 52 pulgadas en forma de noticias: pérdidas humanas, muchas o pocas son lamentables pensó Roberto observando dubitativo el comparativo realizado entre el barco de refugiados y el submarino, ambos sumergidos en el océano. Lo cierto es que de haber habido a bordo del barco una persona afamada, las oportunidades de rescate hubieran sido mayores. El Tiktoker capaz de comunicarse de forma efectiva con gatos, le pareció a Roberto un suceso más atractivo. A lo mejor convendría adoptar un gato, estaba concluyendo a solas cuando vio pasar frente al escaparate del restaurante a su amor de la preparatoria. Contempló por unos segundos a Adela. Pese al cuarto de siglo transcurrido, sabía que era ella. La delataba su caminar deportivo y sus rizos alegres. La mujer volteó de reojo, Roberto escondió el rostro detrás de su periódico sostenido al revés sin percatarse de la situación. ¿Cómo para qué saludarla? pensó Roberto con actitud derrotista. Adela sostuvo la mirada anclada en el hombre detrás del periódico asumiendo que nuevamente su esposo la había mandado seguir por un detective privado principiante. Estalló en una larga carcajada nerviosa. Por su parte, Roberto y su rutina arruinada sospechó que la mujer lo había reconoció pese a su escudo periodístico y se sintió tan avergonzado como cuando sus compañeros de clase se burlaban de él por su inclinación notoria por Adela.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *