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PAZ

 

Tu nombre regresa, incesante, incansable a mi mente. Yo lo escribo en mi memoria presente para no sentir tu ausencia… Martina apartó el bolígrafo de la carta destinada a Fausto, su amado enviado como fotorreportero en la zona de guerra. Le quiso agregar una información importante, unas palabras que a lo mejor harían que desistiera de su empleo, pero escogió alargar el tiempo, al fin que todavía faltaban cinco meses para la llegada de la pequeña Olivia y dos meses más para el regreso de su padre que no sabía de su existencia. Martina había nombrado a su bebé tan pronto supo de su embarazo. Martina se sentó en la banca de su pianola para retomar la letra de la canción que le estaba componiendo a su esposo. Habían contraído matrimonio cuando supieron del lugar asignado a Fausto para realizar sus próximos fotorreportajes, de los cuales uno tenía que participar en concursos internacionales por la fama que había adquirido en los últimos años. Inspirada por la frase de Bob Marley que dice que si todos nos damos las manos ¿quién sacará las armas?, la compositora buscaba musicalizar un tema que empezase con: Haz paz, las palabras paran balas…una canción de paz para el mundo. La melodía se elevó tanto que pudo haber cruzado fronteras y océanos para alcanzar el territorio atacado. el vecino, molesto por la hora tardía de tocar el piano golpeó su techo con una escoba para significar su inconformidad. Martina le había preguntado, un día en que habían coincidido en el elevador, porque era tan enemigo de la música, pero lo único que había logrado era subirle el nivel de enojo, ubicado en uno ocho en una escala de diez. Martina se resignó a ver una película cómica antes de irse a dormir. Su sueño inexplicablemente alterado aquella noche, le impidió un buen descanso. Decidió levantarse antes de la alarma de su despertador para desayunar escuchando a medias un noticiario en su tableta. Tenía ganas de hacerle una videollamada sorpresa a Fausto para anunciarle por fin la buena noticia, cuando empezó a recibir mensajes inauditos de su madre quien acostumbraba levantarse aún más temprano. La primera reacción de Martina fue de borrarlos pensando que con la edad avanzada su madre estaba desvariando nuevamente. Al cabo de unos minutos más, recibió un mensaje de Claudio, un compañero de trabajo de Fausto, en el que leyó lo siguiente: Hoy una estrella más ilumina el cielo, sé valiente Martina, Fausto cayó en una emboscada esta madrugada, yo me salvé de milagro. Por favor, avisa a sus padres porque no cuento con sus datos de contacto. La pantalla de la tableta se quebró al caerse en el piso. Las noticias matutinas confirmaron el mensaje digital.

Martina tardó más de una semana en recobrar sus cinco sentidos. Esto sucedió el día en que la pequeña Olivia le propinó su primera patada como preparación a su próxima vida extrauterina.

Martina modificó la carta que nunca envió a su destinatario: Entonces tu nombre regresará, incesante, incansable para que yo lo guarde en tiempo presente hasta que mi memoria lo borre.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM