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NUEVA – NORMALIDAD

 

¡Se acabó el papel de baño! El grito de Hugo retumbó por toda la casa, pero Susana no reaccionó. Sus manos ocupadas en preparar el desayuno no temblaron porque ésta no era la primera vez, sino la enésima ocasión, en la que prefería permanecer sorda, no importándole las consecuencias habituales, consistentes en silencio prolongado o salida repentina del domicilio.

Pensando que su mujer estaba escuchando el noticiario con Pepe Lucho a todo volumen, Hugo volvió a clamar su desesperación de haber olvidado revisar la presencia, o no, del preciado papel. Activando de pronto su memoria, recordó la situación previa al confinamiento: la penuria mediatizada de los famosos rollos blancos que efectivamente habían desaparecido de los anaqueles en cuestión de días versus su desconcierto ante la apremiante amenaza del ataque viral del Sars-cov2.

Susana se apiadó finalmente de la situación inconveniente de su esposo y le trajo lo solicitado con tal de evitar más reclamos. Los tiempos de angustia tanto presentes como pasados, afortunadamente difuminados, Hugo regresó a la sala a instalarse en su sillón sin emitir ningún tipo de agradecimiento a Susana cuya obligación implícita era, según él, resolverle su vida ordinaria. La pareja desayunó rápido unos huevos divorciados acompañados con tortillas recalentadas y café de olla porque la cafetera seguía descompuesta desde el confinamiento. Procurando no cruzar la mirada con su esposo, Susana preguntó, como solía hacerlo al comenzar cada día, en qué se iba a ocupar Hugo quien no había buscado un nuevo empleo en meses. “Aún no me repongo de mi despido, mujer, se lamentó Hugo, Acaso quieres que trabaje doce horas en una plataforma de transporte o que nos vayamos a vivir con mis padres…” Susana no lo dejó seguir con su letanía de pretextos que se podía recitar de memoria y tomó la palabra: a mí también me despidieron un poco después que a ti, pero me puse a hacer pasteles y galletas y con eso estamos viviendo, sin lujos, ni salidas de fin de semana, ni vacaciones, pero viviendo al fin y al cabo. Hugo hizo caso omiso del comentario y levantó los ojos al techo, interesado por la telaraña que una falsa viuda negra estaba tejiendo a toda velocidad en una esquina.

Más adelante, quiero aplicar nuevamente en un trabajo de oficina en una empresa…. Me cansas Susana, interrumpió Hugo, antes del virus estábamos mejor. Mira, entre normalidad o nueva normalidad, no sé qué está mejor. “Lo que sí quiero, repuso Susana, es que me sorprendas con algo diferente, por lo menos hoy, sacando tu guitarra refundida en el clóset y me cantes una balada romántica, es mi cumpleaños y se te olvidó, como siempre”.

Nota: Los sucesos y personajes retratados en esta historia son ficticios. Cualquier parecido con personas vivas o muertas, o con hechos actuales, del pasado o del futuro es coincidencia, o tal vez no tanto. Lo único cierto es que no existe manera de saberlo y que además no tiene la menor importancia. Creer o no creer es responsabilidad de los lectores.

*Escritora, guionista y académica de la UAEM