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Andrés Uribe Carvajal

Cuando estaba en la licenciatura de música empecé rápidamente a relacionarme con artistas mayores que yo (de edad, y calidad). Entre ellos había canta-autores, poetas, escritores, bailarines etc. En esos años de universidad, aprendí mucho del oficio de ser artista fuera de ella, fue la gran escuela de la calle o de la vida, no había pizarrones ni reglas. Mi oído y mi espíritu eran mis únicos faros y guías.

Una de mis primeras presentaciones, fue ir a tocar a la inauguración de un club en el centro de Cuernavaca con un trío de jazz muy amateur, lo importante no fue lo que tocamos ese día, lo importante fue que ese día conocí a Rosy Cervantes (cantante de Blues) con la que entablé una bellísima amistad y toqué por los siguientes años. Conocí mucha música gracias a Rosy, pero más importante: Rosy fue la primera en la lista, de un largo desfile de personas por venir. En una reunión de cumpleaños en su casa, conocí a dos poetas amigas suyas: Miriam y Gabriela, con las que después hice un tributo a Jaime Sabines musicalizándolo con temas de Joaquín Sabina, en ese tributo conocí a Alfonso Maya, un gran canta-autor, con el que toqué y después me presentó a Genaro Patraka, un grandísimo poeta con el que grabé miércoles, un tema original.

Con Alfonso me presenté en foros pequeños y grandes por toda la Ciudad de México, mientras malabareaba las bandas de jazz de Cuernavaca, y los trabajos temporales que tenía, al poco tiempo la música me llevó a conocer a Arturo Cipriano, uno de mis amigos, maestros y músicos favoritos, gracias a él di con la danza africana, hasta ser parte de un grupo que terminó girando por Canadá y festivales a lo largo de México.

Cómo puedes darte cuenta, una persona es el inicio de otra. En el mundo artístico así funciona. Vas a un cumpleaños y terminas girando por Canadá o musicalizando cosas para el Centro Nacional de las Artes. Por cierto siempre he pensado que eso debe de pasar de manera genuina, ¿qué es eso del Networking estos días? Conocer personas con la única intención de exprimirlas, la sola idea me repugna.

Ahora quiero que te imagines a un crío terminando como puede su universidad, intentando lidiar con la vida de un músico profesional precoz, transitando por diferentes personas y más géneros de los que pudiera realmente tocar: jazz, blues, pop, trova, música africana, funk. etc. Era como tragarse el sol de un golpe. Hoy pienso que fue un abuso. Pero quiero regresar a donde empezó todo: el club en el centro de Cuernavaca donde conocí a Rosy. En ese entonces aceptaba prácticamente cualquier pago, estaba empezando y quería ganar experiencia, sólo eso. Recuerdo que el dueño era patrocinado por un mezcal, y aparte de pagarnos una modesta cantidad por nuestra presentación, nos regaló una botella de mezcal. En mi vida yo a esa edad, hubiera comprado una botella de mezcal, y no pensaba en ese entonces que el alcohol fuera algo genial… vamos, que mi mente estaba en otras cosas. Después de algún tiempo y girando con varios artistas me di cuenta de que en los foros o bares, parte de la paga recurrente de los músicos era un trago o dos cervezas, algo normal, por más bizarro que parezca. Te contextualizo. Imagina contratar a un abogado y en sus honorarios agregarle una copa de vino.

¿No te parece bizarro? Pues en los músicos es algo normal.
En uno de los bares Hipsters para los que trabajaba incluía en la paga dos mojitos de mezcal de litro. Suficiente como para terminar con una borrachera terrible. Uno se lo piensa muchas veces, después llegan amigos a verte, hay euforia en el ambiente, conoces gente, y lo que empieza con una simple cerveza termina en una fiesta en la casa de quién sabe quién, muchas veces divertido, pero también un poco de mano de la locura, con los peligros que eso conlleve. Renuncié a ese trabajo por salud, era demasiado.

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