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José Martínez Cruz y Marco Aurelio Palma Apodaca

Históricamente los derechos humanos se han conquistado mediante la lucha de los pueblos. Hoy estamos viviendo una crisis humanitaria que se expresa en múltiples formas, lugares y modalidades, que contravienen los principios fundamentales de la dignidad humana. Así como se conquistan, se pueden perder los derechos, cuando los poderes establecidos ven en riesgo sus ganancias o su dominio sobre pueblos y comunidades, por lo que no dudan en imponer su voluntad mediante la fuerza de las armas, de la violencia y los métodos más brutales y genocidas. Lo mismo en Gaza, donde se arranca sin piedad la vida a más de 10 mil personas en unos cuantos días, que en Guerrero donde pierden sus viviendas miles de personas que son arrojadas a la calle y al desamparo, observamos como los que padecen más son quienes menos recursos tienen y se benefician los privilegiados del sistema capitalista. Todos nacemos con los mismos derechos, dice la Declaración Universal de Derechos Humanos, y la realidad se obstina en demostrar lo contrario, cuando vemos como se pisotea y humilla a las personas cuando se ejerce el poder arbitrariamente. También vemos como se levantan las voces de protesta por todos lados reclamando sus derechos y denunciando las atrocidades que se cometen. Hay una disputa que se extiende por todos los campos, legal, jurídica, social, política, económica y ética, en donde estamos obligados a definirnos y asumir el compromiso que nos corresponde.

Por ello es por lo que consideramos fundamental la participación activa y organizada de los diferentes sectores sociales en lucha. No hay lucha perdida más que la que se abandona. Pero se requiere sumar voluntades y unir fuerzas para alcanzar los objetivos de transformar la realidad. Por ello, saludamos y nos sumamos a las miles de firmas que se han reunido para exigir la ruptura de relaciones diplomáticas de México con el actual régimen sionista y de ultraderecha de Israel, como lo señalan en un documento promovido por quienes participaron en la marcha del 4 de noviembre en la Ciudad de México, que dice: “¡ALTO AL GENOCIDIO DEL PUEBLO PALESTINO! México debe romper relaciones con Israel. Durante las últimas semanas el mundo es testigo de un genocidio en tiempo real contra el pueblo palestino. Diariamente se confirma la clara violación del Estado de Israel a los derechos humanos establecidos en convenciones y en el derecho internacional. Hoy pretende reducir Gaza a cenizas y escombros, sin descartar el uso de armas nucleares, cada día se suman evidencias de crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos por el ejército de ocupación del estado de Israel.

Ataques a la población civil, desplazamiento forzado interno (con fronteras cerradas), inhumanos cortes de servicios básicos (agua, luz, combustible, medicinas, etc.) así como nuevas cifras de heridos y muertes de hombres, mujeres y niños que no hacen sino crecer, y que se suman a las miles de víctimas palestinas durante tantos años de ininterrumpida ocupación y sistemático despojo. Nada justifica este nivel de violencia y el terrorismo de estado contra un pueblo desarmado e inocente. México no puede guardar silencio ni soslayar hechos de semejante atrocidad.

La política de no intervención y respeto a la autodeterminación de los pueblos no es sinónimo de silencio ante un genocidio de largo plazo y crímenes de guerra contra la población civil palestina. Por el contrario, la política exterior de nuestro país siempre ha sido solidaria con los pueblos del mundo, tomando partido cuando así ha sido necesario y no guardando silencio contra la injusticia. México debe hacer honor a su bien ganado prestigio en política internacional, ubicándose una vez más del lado correcto de la historia, y sumarse a la condena de otros países hermanos latinoamericanos como Bolivia, Colombia, Chile y Brasil. Si las más de 10 mil muertes no son suficientes, ¿cuántas más hay que esperar para que nuestro país se posicione con toda claridad y energía?

Quienes firmamos esta carta, seguros de que reflejamos el sentimiento de cientos de miles de mexicanos y mexicanas, pedimos hoy al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la Secretaría de Relaciones Exteriores que rompan de manera inmediata toda relación diplomática y comercial con el estado de Israel hasta que cese el fuego, los ataques contra civiles, se permita a la población refugiada el retorno a sus tierras, se reconstruyan las zonas devastadas, y se garantice la existencia de Palestina como un estado libre y soberano, tal y como lo señalan múltiples e históricas resoluciones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. ¡Cese al fuego, Alto al genocidio! ¡Por el Derecho a Existir de una Palestina Libre!”

Gaza hoy está en el centro del conflicto internacional entre las potencias imperialistas y los pueblos del mundo que luchan por su liberación. Por ello es que el choque de posiciones políticas e ideológicas se expresa lo mismo en las calles y plazas que en los grandes foros multilaterales de la ONU, en donde se han levantado voces señalando que Gaza es ya un gigantesco panteón de niños y niñas, como lo señaló el propio Secretario General. Los datos, con toda su crudeza, muestran la gravedad, pero también indican que puede ser mucho peor si no se detiene este genocidio. Apenas hace unos días la cifra de 8,720 asesinados y más de 22 mil heridos en Gaza y Cisjordania, hoy supera los 11 mil y 30 mil. De los 3,648 niños y niñas asesinados hasta la semana pasada, hoy supera los 4 mil. Son 1,950 desaparecidos y 4,600 mujeres embarazadas en riesgo por cirugías sin anestesia. 15% de los casi un millón de desplazados padecen alguna discapacidad. 132 han sido asesinados del personal de salud y 35 periodistas al igual que 70 compañeros del personal de la Oficina para Refugiados de la ONU. Escuelas devastadas igual que los hospitales y bombardeadas las caravanas de ambulancias. ¿Hasta dónde se va a llegar con la banalización de la crueldad y la violencia de las tropas israelíes del gobierno de Netanyahu?

Ningún esfuerzo será menor para detener este genocidio que se desarrolla a la vista de todo mundo en tiempo real. Asumir la lucha hoy por los derechos que nos están siendo arrebatados por quienes tienen el poder en el mundo. Es un compromiso de vida.