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Paco Guerrero Garro

En la política también hay galleros. Son los que, en beneficio propio o de quien les paga, se dedican a amarrar navajas de mala fe entre figuras públicas.

Caso. Está pasando ahora mismo en Morelos, hay toda una serie de personajes, escudados en el anonimato que, en los últimos días, se han dedicado a tratar de amarrar navajas entre Margarita González Saravia y José Luis Urióstegui.

A los dos, Margarita y José Luis, los conozco y los conozco bien y no de ahora, tampoco de cuando empezaron a involucrarse en la política, no, los conozco desde antes de eso. A José Luis Urióstegui, lo conocí de jovencito, pues fui amigo de su padre y desde entonces hemos mantenido una buena relación, he seguido con cuidado su trayectoria, la que conozco bien.

Con Margarita mi relación empezó en el terreno de la lucha social, cuando Salinas y Bartlett le robaron la presidencia a Cuauhtémoc Cárdenas, de ahí hemos coincidido una y otra vez en movimientos democráticos. Margarita es de izquierda sólida, de formación ideológica firme, no como la llamada izquierda que hoy campea por el país, depredando con la bandera roja. Por eso es que puedo opinar sobre ellos; el tiempo me ha dado la oportunidad de conocerlos y decir de ellos lo que pienso.

Puedo afirmar que ambos, Margarita y José Luis, son personas que privilegian el diálogo, antes que la confrontación, la negociación en beneficio de la población antes que el sordo enfrentamiento, y sé que privilegiaran esto en beneficio de Cuernavaca y Morelos. Si uno los oye hablar, escuchará argumentos e ideas, nunca agresiones e injurias.

Creo que esto augura buenos y mejores tiempos para nuestra ciudad.

En cuanto a Margarita, sé que los amarres de navajas no le afectan, primero, porque nunca dejaría que se las pongan y, segundo, porque sería inútil tratar de ponérselas, nunca funcionaría. Lo mismo con José Luis a quien la edad le ha dado algo que le faltó un poco de joven: paciencia y escuchar.

Y opino libremente, antes de que alguien piense que lo hago con interés oculto. Lo que tuve que vivir y hacer en la vida ya lo viví e hice. Soy un espectador más del futuro, de lo que hagan otros. Ya no necesito ni quiero tener aspiraciones políticas.

Es cuánto.