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Por Cafeólogo


Josemaría está próximo a cumplir 10 años y desde sus primeros meses de vida probó el café. Esta frase podría ser motivo de escándalo para algunos; para otros, la narración de un acontecimiento normal en la vida de las familias. Hace tiempo que el debate está sobre la mesa: no queda duda que el café es una bebida para adultos, ¿pero podría ser también una bebida para niños?
Voy a compartir algunos hechos. En Brasil, el principal productor de café del mundo, se da café con leche a los niños desde la edad escolar en los almuerzos escolares. En Etiopía, cuna del café, los niños no solo pueden tomarlo, sino que además ayudan a prepararlo. En toda Latinoamérica el café es común en los hogares, y acompañarlo con galletas de animalito forma parte de un ritual muy extendido, por ejemplo en Chiapas, el principal estado productor de café de México.
Van otros datos más. El café contiene una sustancia activa principal, la cafeína, que los seres humanos podemos metabolizar sin problema cuando la dosis es adecuada a nuestro peso y edad. Los niños metabolizan el café, como los adultos, en el hígado, y mientras el hígado esté sano podrá metabolizar el café. Por supuesto la dosis que puede consumir y metabolizar un niño es diferente que la recomendada para un adulto e incluso para un anciano. Y hay algunas estados metabólicos y hormonales especiales que también afectan la dosis recomendada, como el embarazo y el ciclo en las mujeres. No se diga cuando hay alguna afección o patología hepática, ahí la capacidad metabólica del órgano está afectada y por lo tanto la capacidad de consumir café (y mil cosas más).
A Josemaría le gusta el Espresso, que dicho sea de paso, es la bebida que tiene menos cafeína de todas (otro día platicaremos sobre el tema). Y le gusta también un café largo acompañado de pan. Café y pan. Se toma uno de vez en cuando, es un gusto y no una necesidad, una elección y un pequeño placer (de entre muchos otros que tiene). Y también le gusta catar; cuando entra al laboratorio se pone el mandil, toma la tabla con el formato de cata, y cuchara en mano forma parte del panel que evalúa, digamos, diez cafés sobre la mesa.
Para quienes siguen escandalizados: no ando recomendando a todas las madres y padres dar café a sus hijos pequeños, no le sugerí con insistencia a mi esposa que se tomara una tacita al día durante el embarazo de nuestros hijos, no creo que la vida de ningún niño se empobrezca si no tiene una taza de café… pero tampoco me sorprende lo contrario, que haya niños que lo disfrutan, y si el café tiene ese ingrediente secreto que lo hace aún más deseable, me parece fenomenal que algunos de nosotros hayamos tenido la fortuna de tomar un café desde nuestra infancia.
Ahí va el secreto: la dosis correcta de un café sano no hace mal a nadie, ni a los 10 ni a los 90 años. Sano, es el secreto (que también reservaremos para otra ocasión).

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