loader image

Andrea Álvarez Sánchez

Quien tiene la tierra tiene el poder,

y quien tiene el poder tiene el libre albedrío.

En un viaje, un comerciante egipcio le ofreció a mi madre unos cuantos camellos a cambio de mi mano. Años después, en otro viaje, un marroquí me propuso casar a mi hija de once años con su hijo. Por increíble que parezca, en algunos países la mujer sigue siendo objeto de intercambio. Para muchas, casarse con un hombre es una obligación o una necesidad para sobrevivir. En la India, por ejemplo, las mujeres viudas se enfrentan a una álgida marginación social. En tiempos pasados se practicaba el Sati, que consistía en quemar viva a la viuda en la pira funeraria de su esposo fallecido. Aunque esta tradición ya fue erradicada, las viudas aún son discriminadas y enfrentan dificultades para vivir en su propia casa después de la muerte de su marido.

En Occidente, antes del siglo xix, las mujeres no tenían derecho a heredar propiedades por lo que estaban a merced de los padres, hermanos o esposos. No fue sino hasta 1804, cuando se promulgó el Código Civil francés de Napoleón Bonaparte, que cambió esta situación. El código decretaba los valores de la Revolución Francesa: igualdad, fraternidad y libertad. Este conjunto de estatutos, publicado en varios volúmenes, buscaba modernizar el sistema legal. Tanto en Francia como en los territorios conquistados, poco a poco se fueron reemplazando las leyes preexistentes.

En el exvoto que se muestra, queda patente la gratitud de Anne Louise Germaine de Staël-Holstein, mejor conocida como Madame de Staël, una mujer de la alta burguesía francesa que gracias al Código Civil fue una de las primeras en tener derecho a heredar una propiedad y administrar sus propios bienes de manera autónoma. Su padre Jacques Necker, un influyente ministro de finanzas en Francia, le heredó varios bienes, entre ellos una gran propiedad en Coppet, Suiza.

Madame de Staël fue además una destacada escritora de la Francia del siglo xviii y se convirtió en una de las figuras más influyentes en los círculos culturales y políticos de la época. Incluso llegó a convivir con el propio Napoleón Bonaparte. Su salón literario en París era un importante centro de debate y encuentro de intelectuales. Sin embargo, sus críticas al régimen y su defensa de la libertad de expresión la hicieron entrar en conflicto con el emperador, lo que finalmente la llevó al exilio de Francia.

La influencia del Código Civil se extendería más allá de Francia y sentaría las bases para los sistemas legales modernos en muchos países. Tal es el caso de líderes de América Latina como Simón Bolívar, el libertador de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia; o Benito Juárez, presidente de México que promovió la abolición de privilegios hereditarios, la separación de la Iglesia y el Estado y la igualdad de los ciudadanos ante la ley, que se reflejó en la Constitución de 1857.

En México, asimismo, antes del Código Federal de 1884, las mujeres quedaban sometidas ante las normas patriarcales. Incluso personalidades destacadas, como Leona Vicario o Josefa Ortiz de Domínguez, tenían restricciones legales que les impedían heredar propiedades por sí mismas.

A pesar de que no me casé con un jeque árabe ni pacté una boda infantil para mi hija con un moro del norte de África, me percato que en Occidente todavía no llegamos al paraíso de la equidad de género. Si bien Napoleón fue un patriarca bélico y muchas de las leyes del Código Civil justifican la inferioridad de la mujer respecto al hombre, también reconozco y agradezco que al menos trajo pequeños grandes avances como el derecho a la herencia y propiedad para las mujeres.

Exvoto de Madame de Staël al Código Civil de Napoleón Bonaparte. Taller de exvotos contemporáneos de Andrea Álvarez Sánchez, 2023.

https://www.andreaalvarezsanchez.com/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *