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Recorre en el ambiente político mexicano la pregunta si el Presidente Lopez Obrador estará detrás de la virtual Presidenta electa la doctora Claudia Sheinbaum en el próximo sexenio. Empiezan a cruzarse las apuestas, mientras algunos ya dan como un hecho el maximato poniendo como muestra el nombramiento del Gabinete; otros aseguramos que el carácter de la doctora Sheinbaum se impondrá y continuará la tradición de nuestra cultura política representada en el presidencialismo. Vivimos en tiempos de fetiches, la divinización de cosas, objetos y personas a quienes se les atribuyen fuerzas extraordinarias, casi sobrenaturales, que son objeto de adoración y rigen la veneración y la conducta. Cada quien tiene su propio fetiche y en estos tiempos críticos de cambio en la política en Mexico, AMLO es un fetiche para millones, Claudia para otros millones de mujeres feministas, mientras que el maximato y el presidencialismo a ultranza lo es para quienes añoran el pasado.

Hace más de un año escribía en estas mismas páginas lo siguiente que reproduzco textualmente: “Ante la pregunta de si ¿Mexico está preparado para una mujer presidenta? O si, ¿en nuestra cultura machista y patriarcal la posibilidad de un liderazgo femenino es factible? O si, ¿se logrará vencer el mito electoral de que las mujeres no votan por mujeres? En mi caso la respuesta es sí, no tengo duda. Mexico va a tener una Presidente mujer. Siempre asegurábamos en el PES (Partido Encuentro Solidario) que de nuestras filas saldría la primera mujer presidenta de Mexico, nuestro proceso se interrumpió pero no nuestros objetivos. ¿Será el tiempo de las mujeres en Mexico? Las políticas mexicanas formadas en las filas del PRI imitaban el modelo patriarcal. Nadie puede negar la inteligencia de muchas de ellas, o su formación o experiencia política, pero al final del día muchas de ellas actuaban con mentalidad varonil. Nuestra ilusión es que una mujer con su honestidad, con su congruencia y con un corazón de mujer pueda lograr la verdadera transformación de México.”

A más de un año de distancia de la competencia interna de MORENA, donde había quien dudaba que la doctora Sheinbaum se alzaría con el triunfo, justo por ese fetichismo machista de que “solo un hombre podría ganar la Presidencia”, que repetían entusiastas los seguidores de los otros aspirantes. Después, ya en la elección constitucional, las verdaderas feministas que en este país se cuentan por millones, en un acto de sororidad votaban abrumadoramente por Claudia Sheinbaum, acabando con otro mito electoral de que las mujeres no votan por mujeres. Hoy esos millones de electoras piden a cambio una verdadera agenda feminista que acabe con la cultura patriarcal, combata de frente el machismo ignorante, promueva una agenda además de derechos progresistas otros más básicos que tienen que ver con la violencia familiar, la agresión sexual, las desapariciones y los feminicidios que siguen siendo un azote común en nuestra sociedad. Que se castigue a los abusadores y que se camine hacia la igualdad verdadera, sustantiva dice un grupo de ellas, entre los hombres y las mujeres en México.

 

Trece han sido las mujeres presidentas en Latinoamérica, Claudia Sheinbaum será la numero 14. Maria Estela Martinez de Perón en Argentina (1974-1976); Lidia Guelier Tejada en Bolivia (1979-1980); Violeta Barrios de Chamorro en Nicaragua (1990-1997); Ertha Pascal-Trouillot en Haití (1990-1991); Rosalía Arteaga en Ecuador (1997); Mireya Moscoso en Panamá (1999-2004); Michelle Bachelet en Chile (2006-2010/2014-2018); Cristina Fernández de Kirchner en Argentina (2007-2015); Laura Chinchilla en Costa Rica (2010-2014); Dilma Roussef en Brasil (2011-2016); Jeanine Añez en Bolivia (2019-2020); Xiomara Castro en Honduras (2022-actualmente en funciones), y Dina Boluarte en Perú (2022-actualmente). Algunas surgidas de golpes de estado, otras por herencia de los esposos que fueron presidentes, otras por prelación siendo vicepresidentas, algunas más como resultado de la fuerza de sus partidos políticos o de grupos de poder, pero las más importantes han sido las surgidas del voto popular. Como es el caso mexicano que tendrá en 200 años de vida independiente a su primer mujer presidenta.

Sin rubor, muchos creen que un maximato de Andrés Manuel López Obrador seria normal y es posible. El maximato es aquella época donde “el Presidente despachaba en Palacio Nacional pero el que mandaba vivía enfrente”. Plutarco Elías Calles mandó en México después de haber sido presidente y siendo el “máximo” líder de la revolución mexicana, por eso el nombre de “maximato”, donde no solo ponía presidentes sino que estos obedecían fielmente sus instrucciones. Tuvo miedo de que le pasara lo mismo que a su paisano Álvaro Obregón que ante su intento reeleccionista fue asesinado a meses de empezar su segundo periodo. Calles prefirió controlar políticamente a sus predecesores hasta que llegó el General Lázaro Cárdenas, también impulsado por él, pero que lo desterró al llegar a la Presidencia poniendo fin al maximato callista. Triste episodio de la historia de nuestra democracia.

Otro de los grandes fetiches que surgieron históricamente en nuestro país, es el presidencialismo mexicano. El titular del Ejecutivo Federal goza de facultades políticas metaconstitucionales para dar gobernabilidad a nuestro país. Si bien es cierto que esto funcionó durante un largo periodo del priismo, lo cierto es que se consolidó también con los panistas y en el corto regreso del neo-priismo. Pero además de este fetiche que dicta que el poder político no se comparte, y menos el poder presidencial, hay otros factores que hacen que el presidencialismo versus el maximato inclinen la balanza hacia el primero. El más poderoso es que Claudia Sheinbaum es una mujer de carácter y feminista. Aunque gran parte de su carrera política se la deba a AMLO, su convicciones y congruencia jugarían en su contra si decidiera hacer lo contrario. Otro más, es López Obrador, un presidente qué si sabe historia, arriesgaría su legado con tan solo intentarlo. No creo que se juegue su lugar en la historia. ¿Será capaz?

Creó absolutamente que la doctora Claudia Sheinbaum es una mujer congruente. Puedo incluso no estar de acuerdo en alguna de sus posiciones, pero eso no significa que no sea congruente. La congruencia exige coincidencia. Un relación lógica entre lo que se dice y lo que se hace. Es difícil encontrar políticos congruentes, por eso son una joya quienes mantienen su pensamiento original a pesar de que incluso pueda ser un obstáculo para avanzar en su carrera política. No creo que Claudia vaya a traicionar a AMLO, pero tampoco creo que se vaya a dejar manipular por él.

En la comunidad cristiana-evangélica generalmente se encuentra mucha más congruencia en las mujeres que en los hombres, es una constante que he visto toda mi vida. Será porque aprendieron de los textos Bíblicos de mejor manera que los hombres: “la lengua de una madre se rige por la ley del amor”; “sus brazos es donde los hijos podemos desfallecer”; “ellas se levantan siempre para dar de comer a su familia”; “su amor y sus cuidados las hace la cabeza más amada de la familia”; “una mujer siempre habla con sabiduría y enseña a sus hijos con amor”; “merece alabanza la mujer que obedece a Dios” y que -como sostiene Salomón-, el rey sabio, “¡todo el mundo debe reconocer los frutos de su esfuerzo! ¡Que todos en la ciudad la alaben por sus acciones!” Reconocer el trabajo silencioso de nuestras madres, de nuestras mujeres, debería ser un acto de congruencia natural. Por estas creencias personales es que tengo fe en liderazgo de la doctora Sheinbaum.

También escribía hace tiempo sobre las presidentas que provenían de la izquierda. Y sostenía que: “de las 3 recientes, no queremos a una Cristina Fernández de Kirchner de Argentina teniendo un nivel de vida muy alejada de las causas de izquierda. Habla de la izquierda, pero vive como de derecha, o incluso mejor, es una líder de izquierda aristocrática, una contradicción en sí misma. O de Dilma Rousseff, que a pesar de su gran inteligencia y compromiso sucumbió ante la tentación del poder y terminó envuelta en una telaraña de corrupción y su segundo periodo de mandato terminó muy pronto. Me quedo con Michelle Bachelet de Chile, primer Ministra de Defensa de un país Latinoamericano y dos veces Presidenta que unió a toda la oposición y unió a Chile, durante su administración su país experimento el mayor crecimiento económico de toda la región latinoamericana. Ni el neopopulismo argentino, ni la Juanita brasileña, mejor la chilena que hizo historia no solo en su Chile sino también en la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Si México no está preparado para que una mujer nos gobierne como opinan algunos, la noticia es que debemos prepararnos y esperar que surja una Bachelet, y no una Cristina o una Dilma. No tengo duda que Mexico necesita el corazón de las mujeres, y esta es su hora y este es su tiempo, ojalá no desaprovechen el llamado de la historia.”

Ya Claudia Sheinbaum es Presidenta de la República y sigo creyendo que no será una Cristina argentina, está muy lejos de esas exuberancias materialistas; tampoco será una Dilma brasileña controlada por el aparato político de Lula; hago votos y oraciones para se parezca más a Bachelet y deje para su país un legado de prosperidad y de futuro. Aunque al final Claudia será Claudia Sheinbaum, con su condición humana, veamos si está preparada para tanto poder, para llevar a cuestas la popularidad de AMLO y para acabar con tantos fetiches de la cultura política. La necesidad de una estadista hoy se impone en México y la historia ya le preparo un lugar, y lo mejor: será mujer.