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El otro Sitio de Cuautla, fracaso y crimen del Ejército Libertador del Sur

 

“Cuautla era una inmensa hoguera”, pues ardían el Palacio Municipal, el Teatro Carlos Pacheco, las bodegas de la Estación de Ferrocarril Interoceánico, los hoteles Morelos y Providencia, la escuela de niñas, la oficina de la Administración de Correos, casas de particulares y varios negocios, “habiendo quedado vacías totalmente todas las tiendas de ropa y abarrotes”, afirmó el entonces revolucionario Antonio Dámaso Melgarejo Randolph.

Emiliano Zapata Salazar instaló su campamento en Cuautlixco la tarde del viernes 12 de mayo de 1911, al norte de Cuautla, y decidió poner sitio a la ciudad. Envió un comunicado exigiendo la evacuación de la plaza “para que tome yo posesión de ella” o “entraré a tomarla a sangre y fuego”. El coronel Eutiquio Munguía, comandante del Quinto Regimiento, pronto le respondió también por escrito: “Mientras tenga un soldado y un cartucho, resistiré”.

El anenecuilquense ordenó cortar el agua esa misma noche, y atacar al día siguiente. Las fuerzas revolucionarias sumaban, según testimonio de Melgarejo, más de 4,000 elementos, armados “con buenos máuseres [sic] o winchesters” [sic], al tiempo que otros cargaban “morrales repletos de bombas de dinamita y la respectiva honda”. 300 federales al mando de Munguía y 50 rurales al mando del comandante Gil Villegas resistirían en Cuautla.

A pesar de una ventaja numérica de diez a uno, los sitiadores avanzaron poco horadando con dinamita muros de casas y edificios. Ante el fracaso de su estrategia, Zapata ordenó el alto al fuego el 16 de mayo, reiterando el ofrecimiento a los sitiados de abandonar la plaza. Sin embargo, la respuesta fue la misma y, al día siguiente, se reanudaron los ataques. La noche del 19 de mayo de 1911 las tropas gubernamentales rompieron el sitio de Cuautla.

Por la mañana del 20 de mayo, Abraham Martínez, por instrucciones de Zapata, autorizó a las tropas surianas dos horas de saqueo. “La muchedumbre desenfrenada se entregó a los más asquerosos atentados […] en la mil veces infortunada Cuautla”, afirmó Melgarejo. Sólo en el Hotel Morelos, que funcionaba como “banco de sangre”, murieron calcinados más de 30 heridos incapaces de escapar de las llamas. Fueron “escenas verdaderamente horripilantes”.

Aunque se ha hecho apasionada apología de este otro Sitio de Cuautla, lo cierto es que fueron los militares quienes resultaron triunfantes y no los zapatistas. 350 hombres experimentados en las armas resistieron la fuerza inexperta y desorganizada de más de 4,000 surianos que, como premio a su fracaso, destruyeron, robaron, violaron y asesinaron. El sábado 20 de mayo de 1912 Cuautla fue “sacudida y profanada por las hordas salvajes del pueblo enfurecido”.

Los crímenes del zapatismo. Apuntes de un guerrillero; Antonio D. Melgarejo; primera edición; F.P. Rojas y Cía; México, 1913; 170 pp.

Imagen: Templo de Santo Domingo de Guzmán y plaza (fragmento);

Cuautla, Morelos; ca. 1920. Archivo Jesús Zavaleta Castro.