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Otilio Edmundo Montaño Sánchez y la cobarde traición de su compadre

 

“Al traicionar la justicia indudablemente cometen el delito de traicionar a la patria”, habría dictado el profesor Otilio Edmundo Montaño Sánchez al licenciado Gregorio Zúñiga, cuando éste y el licenciado Arnulfo Santos notificaron al ayalense “la sentencia de muerte que en su contra había dictado el Consejo de Guerra que lo juzgó por traición a la causa revolucionaria”, según testimonio del capitán revolucionario Moisés Bejarano, de Santa Rosa Treinta.

En su opúsculo El fusilamiento del general Otilio Montaño. Una página negra en la historia del zapatismo ‒1979‒, el yautepequense y diputado constituyente de 1930, Juan Salazar Pérez nos ofrece, a partir de testimonios de quienes participaron en los hechos, la otra versión de aquella trama que culminó con el fusilamiento del autor del Plan de Ayala como resultado de las intrigas de sus adversarios y de la cobarde traición de Emiliano Zapata Salazar.

El general Zeferino Ortega y el coronel Pablo Brito afirmaron que “la intriga para el fusilamiento […] consistió en que dizque [sic] le había encontrado en su casa unos papeles debajo de una piedra grande, cosa que no es exacta, […] siendo el alma de la revolución y del Plan de Ayala, jamás podría traicionar su misma obra”. El capitán Juan Pérez Burgos reconoció que la detención del general Montaño fue “por órdenes directas del propio” Zapata.

“Emiliano era en el fondo hombre generoso, enérgico”, describió Luis Montaño Sánchez, hermano menor de Otilio. Sin embargo, el anenecuilquense también “era muy impresionable, y esto lo sabían los enemigos de mi hermano. Lo predispusieron contándole chismes y éste perdió la cabeza cuando creyó que lo traicionaba”. Entre dichos enemigos de Montaño se encontraban Antonio Díaz Soto y Gama, Manuel Palafox Ibarrola, Serafín Robles Morales y otros, “celosos del afecto y las muchísimas atenciones” del caudillo hacia su compadre.

Montaño fue detenido cuando se dirigía hacia Jojutla la tarde del 16 de mayo de 1917, en su encomienda de gestionar víveres para las tropas surianas. El coronel Gil Muñoz Zapata, sobrino del General en Jefe, trasladó a Montaño a Tlaltizapán. El profesor, asumiendo que se trataba de un error y sin resistencia alguna, aceptó regresar al Cuartel General: “todo se aclara”, habría dicho a sus acompañantes. Sin embargo, fue encerrado en un cuarto.

A Montaño se le acusó de traición con testigos y documentos falsos, en un juicio sumario cuyo abogado defensor nada hizo a favor del acusado. Lo mismo se le negó la confesión con un sacerdote que hablar con Zapata, quien prefirió ausentarse. Sólo doña Guadalupe, su madre, pudo abrazarlo y llorar por él. La mañana del viernes 18 de mayo de 1917 fue fusilado en la plaza de Tlaltizapán. Otilio fue inocente víctima de la cobarde traición de su compadre.

Otilio Montaño; Juan Salazar Pérez; primera edición; Cuadernos Morelenses; Gobierno del Estado de Morelos; México, 1982; 66 pp.

Imagen: Otilio Edmundo Montaño Sánchez;

Ciudad de México; 1915. Mediateca INAH.