loader image

 

Las políticas culturales en Morelos: ocurrencias, despropósitos y caprichos sexenales

 

“No quiero hacer comparaciones entre vuestra patria y la nuestra; todas tienen sus glorias, todas tienen su hermosura; basta que sea patria, y basta que sea nuestra, para que la suya sea la mejor á los ojos de cada quién”, escribió en su obra Tamoanchan ‒1911‒ el zamorano clérigo y segundo obispo de Cuernavaca Francisco Plancarte y Navarrete, refiriéndose a la trascendencia histórica y cultural del territorio del estado de Morelos.

El 1 de septiembre de 1988 entró en vigor el decreto que creó el Instituto de Cultura del Estado de Morelos organismo descentralizado del gobierno estatal. En 1994 su nombre fue acortado a Instituto de Cultura de Morelos, permaneciendo así durante tres sexenios hasta que, en 2012, fue sustituido por la Secretaría de Cultura que, en 2018, fue transformada en la Secretaría de Turismo y Cultura. Y pareciera que en 2024 será, otra vez, Secretaría de Cultura.

Durante los últimos seis sexenios han sido responsables de las políticas culturales morelenses hombres y mujeres con diversos orígenes, perfiles y trayectorias, procedentes de áreas tales como filosofía, promotoría, fotografía, arquitectura, danza, curaduría, turismo y gastronomía. La mayoría de ellos desempeñó su cargo desde sus demostrables conocimiento y experiencia, aunque hubo quienes lo hicieron desde sus ostensibles ignorancia y capricho.

En materia legislativa, entre 2000 y 2024, fueron presentadas ante el Congreso del Estado de Morelos ocho iniciativas en materia cultural, siendo la mayoría malas copias de leyes de otras entidades. Algunas de las propuestas de los diputados referían los derechos culturales de los “potosinos” o de los “chihuahuenses”. Y hubo una iniciativa presumida como “ciudadana”, aunque los foros para su integración se realizaron desde la Secretaría de Cultura.

En Morelos es demostrable la falta de comunicación entre las diversas expresiones culturales a través de sus creadores, intérpretes, promotores o gestores. Incluso hay gremios, grupos e individuos divididos o confrontados. Y si bien hay personas o colectivos con capacidad y trayectoria destacables, otros son notoriamente mediocres. Otro problema, como en otras instituciones, es el de perfiles de servidores públicos ajenos al ámbito cultural morelense.

Cambiar el nombre de la dependencia, ofrecer mayor presupuesto, crear nuevos organismos, construir nuevos espacios o aplicar una ley tramposa, resultará inútil para el desarrollo de las políticas públicas culturales en Morelos si antes no se cambian paradigmas y objetivos. De lo contrario, los cotos de poder de la cultura morelense privilegiarán, como cada seis años, sus muy culturales intereses en torno al siempre insuficiente cultural erario.

Tamoanchan. El estado de Morelos y el principio de la civilización en México; Francisco Plancarte y Navarrete; primera edición; Imprenta de El Mensajero; México, 1911; 196 pp.

Imagen: Orquesta en el Teatro Narciso Mendoza (fragmento);

Cuautla, Morelos; ca. 1930. Archivo Jesús Zavaleta Castro.