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El decimonónico fallecimiento del guelataense Benito Pablo Juárez García

 

“¿Quién era Juárez? ¿La pluma muerta con que juega el viento ó un gran carácter como lo afirman hasta sus enemigos?”, se preguntó el ingeniero Francisco Alonso de Bulnes Muñoz, en su obra El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio ‒1904‒. Para el autor, “Juárez fue siempre religioso […] casi místico, creyente en los milagros de Nuestra Señora de la Soledad”. En síntesis, Juarez “fué [sic] un misterioso católico liberal”.

El 17 de octubre de 1870, el mandatario sufrió una “congestión cerebral”, lo que le provocó una frecuencia cardiaca de 30 pulsaciones por minuto. Sin embargo, el médico y diputado michoacano Francisco de Sales Menocal Solórzano le diagnosticó una “parálisis del gran simpático”. Durante octubre, el médico y científico xalapeño Rafael Lucio Nájera se encargó de la atención de Juárez. Margarita Eustaquia Maza Parada murió el 2 de enero de 1871.

“La figura esponjada de Juárez constituye un dogma oficial; un dogma oficial contenido en toneladas de publicaciones de teología juarista, cargadas y recargadas de falsedades”, afirmó el maestro oaxaqueño José Celerino Salmerón Hernández en su polémica obra Las grandes traiciones de Juárez vistas a través de sus tratados con Inglaterra, España y Estados Unidos ‒1960‒. “¿Por qué ese culto terco y obstinado y hasta inmoral para Juárez?”, se preguntó.

La víspera de su cumpleaños de 1872, Juárez sufrió una “angina de pecho”, atendida por el médico y maestro Ignacio Alvarado Casas. El 8 de julio, ante su estado de salud, Alvarado prescribió a Juárez una dieta consistente en “vinos, media copa; jerez, Burdeos, pulque; sopa, tallarines, huevos fritos; salsa picante de chile piquín; bistec; frijoles; fruta y café”, entre las 13:00 y las 14:00 horas, así como “una copa de rompope, copa chica”, a las 21:00 horas.

“Juárez tenía la debilidad de creer que la opinión pública era la opinión de su partido, ó más bien dicho, la del grupo exaltado de su partido que lo rodeaba, lo adulaba y especulaba con su poder”, escribió Alonso de Bulnes. Aún más: “Toda la prensa independiente de 1861 lo acusaba de inacción, acusación justa porque era precisamente la aptitud estadística de Juárez; la inacción”. En suma, el oaxaqueño “presidía una forma de gobierno que ignoraba”.

A las 11:00 horas del 18 de julio de 1872, “un nuevo calambre dolorosísimo del corazón” atacó a Juárez; “no se movía ya, el corazón latía débilmente, su semblante se demudó”. Alvarado aplicó el tratamiento de la época: agua hirviendo en la región cordial. “¡Me está usted quemando!”, habría reclamado Juárez. A las 23:25 horas, el presidente de la República falleció. La causa del deceso: “neurosis del gran simpático”, es decir, infarto al miocardio.

Fuentes:

El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio; Francisco Bulnes; Librería de la Vda. de C. Bouret; primera edición; 1904; 876 pp.

Las grandes traiciones de Juárez vistas a través de sus tratados con Inglaterra, España y Estados Unidos; Celerino Salmerón; primera edición; Editorial Tradición; 1960; 176 pp.

Revista de la Faculta de Medicina; Guillermo Fajardo Ortiz y Alberto Salazar; vol. 49; núm. 4; julio-agosto; Universidad Nacional Autónoma de México; 2006; pp. 172 y 173.

Imagen: Retrato de Benito Juárez (detalle); Ciudad de México

ca. 1863. Colección Recinto de Homenaje a Benito Juárez. SHCP.