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A / Infierno

Para disponer del dinero que según había calculado le haría falta, al pobre Andrés no se le ocurrió nada mejor que venderle su alma al diablo. Se vieron en la Tapo temprano, por la mañana. Andrés compró unos pastes, pidieron dos americanos y se sentaron a una mesita. Andrés se hallaba tan, tan angustiado, tan impaciente que despertó lástima en el diablo.

–Debo recordarte que mis ayudantes te cubrirán de carbones encendidos, te encadenarán con hierros candentes, te arrojarán a lagos de aceite ardiendo… y eso es el principio. Además…

–Si logro vivir en paz unos años –lo interrumpió Andrés–, no me importa. Quiero escapar del infierno en que vivo. Quiero…

–No me has dejado terminar –lo interrumpió el diablo–; ése es el trato que reciben todos, pero además…

–No te imaginas lo que es mi vida…

–¡Déjame terminar! –y golpeó la mesa con los puños cerrados— Sí, óyeme, además, cada condenado debe cargar con algún suplicio propio. Y, amigo. el tuyo…

–¡No! –suplicó Andrés, que había adivinado.

–Sí –dijo el diablo, y supo que había perdido el negocio–. Allí estará Dafne también.

B/ ¿De quién se trata?

Un día Tito Monterroso se levantó muy contento, como acostumbró siempre, a su lado Bárbara, y escribió de un tirón “El zorro es más sabio”. Lo que sigue no es literalmente el cuento de Monterroso, que tiene 230 palabras; aunque sí es el cuento de Monterroso, en mi versión, de 146 palabras –84 menos–:

 

Un día que el Zorro estaba muy aburrido y hasta tristón, decidió volverse escritor, y lo hizo en seguida, pues odiaba a ésos que dicen voy a hacer tal y cual cosa y nomás no lo hacen.

Su primer libro, un gran éxito, pronto fue traducido (no siempre bien) a un montón de idiomas. El segundo fue todavía mejor, y muchos profesores del nuevo y el viejo mundos lo comentaron y hasta escribieron libros sobre los libros que hablaban de los libros del Zorro.

Pasaron los años y el Zorro no publicaba nada y empezaron a murmurar, y en los cocteles le reclamaban que no publicara más.

—¡Pero si ya llevo dos libros! —respondía, fastidiado.

—Pues por eso; por eso tiene usted que publicar más.

Pero el Zorro sabía que lo que querían era que publicara algo que no fuera tan bueno. Y nunca lo hizo.

El lector lerdo –alguien que está sólo alfabetizado—muy posiblemente no sabe quién es el Zorro. Necesita que eso esté dicho en el texto con todas sus letras. El buen lector no necesita más: sabe a quién se refiere Monterroso.

*Doctor honoris causa por El Colegio de Morelos. Catedrático en la UNAM. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.