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A / Borges / Stair

De tiempo en tiempo se cuela en las redes cierto texto que se atribuye a algún escritor tan mediático como Confucio, Benedetti o García Márquez, y se hace viral. En estos días se le ha vuelto a colgar a Borges “Instantes”, poema que, se dice, escribió Nadine Stair. Ya en 2012, tras queja de María Kodama, se retiró de las librerías Borges y México, donde Miguel Capistrán recogía veinte ensayos de autores mexicanos, porque Poniatowska había incluido “Instantes” en su texto.

“Instantes” no suena a Borges: “Si pudiera vivir nuevamente mi vida / En la próxima trataría de cometer más errores. / No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más…” No es de Borges.

Quisiera conocer el poema de Stair en inglés. No lo encuentro; tropiezo con datos sueltos: que a principios de 1935 fue publicado en College Humor por Don Herold, como «I’d Pick More Daisies»; que en octubre de 1953 Selecciones incluyó una versión en prosa. Y en 1975, en prosa también, lo incluyó un boletín de la Asociación para la Psicología Humanista, de San Francisco. Que Family Circle lo reprodujo tres años después, cuando Nadine Stair, de Louisville, Kentuchy, tenía 85 años y que Leo Buscaglia lo recogió en su libro Vivir, amar y aprender. Que se atribuyó a Borges en Plural, en mayo de 1989 y en el libro Todo México (Diana, 1990), de Poniatowska, y luego en Borges y México. Que el 4 de diciembre de 2005, Bono, un cantante irlandés, leyó en el Teletón unas líneas, y dijo que Borges era chileno… Lo que nunca he visto es otro poema de Nadine Stair.

Si las cosas siguen así tendré que aceptar un disparate que hasta ahora he rechazado: Nadine Stair no existió; Nadine Stair es un personaje de Borges.

B/ Espejo

Como todos los días, me asomo al espejo. Miro la frente de plata o de luna o de azogue. Miro los pómulos salientes, brillantes, pintados en franjas de verde y azul. Los labios finos, firmes, oscuros; los dientes y la lengua que se insinúan entre ellos.

Las largas, hermosas, relucientes orejas. La piel de las mejillas, tornasolada, compuesta por hileras superpuestas de escamas metálicas. Los cabellos ensortijados. Las ojeras escarlatas, las cejas al rape, las pestañas caprichosamente trenzadas. Miro, sobre todo, los ojos que me miran. La superficie blanca y hemisférica, la red púrpura de las venas, el iris de cobre. En el hueco de la pupila miro la frente de plata, los pómulos salientes, los labios finos, los dientes y la lengua y las largas orejas…

Me conozco. Sé que ésta es mi máscara. Qué se encuentre detrás, eso lo olvidé.

*Doctor honoris causa por El Colegio de Morelos. Catedrático en la UNAM. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.