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Víctor Villarreal Cabello*

Aún se discute desde muchos espacios, sobre todo los académicos, como denominar aquellos o tales movimientos de las personas que cruzan las fronteras. Se puede denominar a este cruce fronterizo como: movilidad, inmovilidad o un letargo del movimiento de las personas migrantes. Aquí algunos apuntes. Previo a hablar de las definiciones, es necesario destacar que estás giran en torno al proceso migratorio y que las observaciones se basan en la reflexión de a pie y lectiva.

La movilidad es el desplazamiento físico de personas migrantes de un lugar hacia otro lugar. Es la capacidad de acción de moverse a través de un espacio para establecerse de manera temporal o permanente en un lugar.

La inmovilidad es la falta de movimiento o la incapacidad de desplazarse debido a distintos factores: legales, condiciones socioeconómicas, conflictos armados, desplazamientos forzados, falta de recursos para migrar. La inmovilidad puede ser entendida como una situación de estancamiento que limita las oportunidades de desarrollo personal, social, económico y político.

Entre ambas definiciones existe una brecha profunda conceptual y empírica. En primer término, se arguye que la migración como movimiento vive un proceso de letargo en tanto que la migración internacional es un movimiento que cuenta con múltiples imposibilidades para realizarse. A diferencia de los productos, una persona no puede cruzar tantas fronteras con la misma facilidad.

Se crítica el uso de la palabra «inmovilidad» en los estudios migratorios en tanto que la inmovilidad cuenta con un prefijo que implica «no» movilidad. Sin embargo, lo que se observa en las fronteras es que a pesar de los intentos de los gobiernos y actores internacionales por malograr o dificultar estos procesos. En el día a día de las personas que viven en proceso de migración, la movilidad sigue siendo parte de sus vidas. En tanto que visitan barberos, compran comida, buscan rentas baratas o trabajos temporales en las fronteras o en espacios dónde les detienen los gobiernos o actores internacionales. En ese sentido la «no movilidad» implica un tipo de movimiento.

Yo he propuesto el término «ollin» (movimiento) en náhuatl para comprender un espectro de la movilidad que en occidente no solemos entender como dicha tradición. Ollin en náhuatl implica un movimiento complejo que es un aquí, allá, norte, sur, este, oeste, casa, conejo, caña, pedernal, arriba, abajo, atrás, adelante, a un lado. Todos son movimientos complejos que implican un cambio constante, el centro también cambia. Sin embargo, parece prudente utilizar conceptos propios de los estudios migratorios o propios de la realidad empírica de los migrantes. Quizá la política global de movilidad es parte de un proceso de letargo que a su vez es un proceso de selección de perfiles. La colocación de fronteras discursivas, lógicas, físicas, psicológicas y simbólicas es parte del espíritu de la época.

Este letargo, puede traducirse como una estrategia de “inmovilidad” o de espera. El letargo implica de acuerdo con la Real Academia Española es un: “estado patológico caracterizado por un sueño profundo y prolongado, propio de algunas enfermedades nerviosas, infecciosas o tóxicas.” El segundo significado es el de: “somnolencia, inactividad.” Ambas palabras se relacionan con el tema del sueño. Lo cual no es una casualidad. En primera instancia, el letargo es producido, construido o calculado para ser parte del movimiento de los migrantes.

El letargo como estrategia para la producción de movimientos más lentos, menos calculados y más costosos. Es una forma de disuasión para la migración, incluso para el abandono del proyecto migratorio o del “sueño” de migrar. De ahí que el letargo tenga una profunda relación con la palabra -sueño- casi todas nuestras acciones se basan en esa premisa humana de “primero sueño”, diría Sor Juana Inés de la Cruz. Esa producción pasa por lo onírico, lo inconsciente, lo consciente y lo material accionar del migrante.

El letargo es una estrategia inconsciente y real que puede ser razón para que una persona en proceso de migrar abandone su proyecto. Así los migrantes se siguen moviendo, afrontan el movimiento “aletargado” que es ser ralentizado. Aún podría discutirse si la espera es un no movimiento o si es inmovilidad, o si es movilidad discontinua producida. Lo que sí es seguro es que la lentitud del movimiento es un capital en términos económicos, el no hacer como máxima estética es alcanzada por Buda. Pero los migrantes no son Siddhartha. Si Gautama siguiera su viaje por aquel río hoy en pleno siglo XXI se encontraría agentes migratorios persiguiéndole, púas disuasorias, coyotes y carteles ofreciéndole cruzar el río o continuar su seguimiento. El letargo y la ralentización son dos propuestas apenas efímeras que tratan de explicar un movimiento más complejo entre las fronteras, un movimiento que es algo más.

*Milpaltense, internacionalista, escribiente y migrantólogo.