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Gerardo Ramírez Vidal

La avalancha brutal de votos que llevó al poder a Claudia Sheinbaum, candidata de la coalición Sigamos Haciendo Historia o Cuarta Transformación (4T), no la habían previsto los opositores que, incrédulos, no han logrado todavía entender lo sucedido. Los intelectuales del viejo régimen, en su gran mayoría, continúan sosteniendo su mismo análisis y sus mismas actitudes en contra del gobierno en curso. Pero ello no está fuera de lógica. La burbuja en que viven les impide reaccionar de otra manera. Esa actitud es la que los llevó a la debacle electoral, y es la que les impedirá avanzar en sus intenciones de recuperar el poder político que, en el pasado, supieron aprovechar en beneficio propio.

En el lado contrario, también quedamos sorprendidos de la victoria. Antes de los primeros resultados, nos encontrábamos incluso temerosos de una baja en las votaciones esperadas de nuestros candidatos, que sabíamos se habría de dar, aunque no en qué proporción. La narrativa conservadora había también afectado nuestras previsiones. El triunfo de Claudia habría de darse, pero eso sería en torno al 20%, o menos. Las gubernaturas de los estados de Veracruz y Morelos estaban en grave peligro de perderse. Ni pensar en la posibilidad de que se alcanzara la mayoría calificada del 66% de diputados y senadores. Pero sucedió lo inimaginable.

Según el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP), el total de electores fue de 98 millones de votantes, y votó el 61% de los ciudadanos (56 millones). Los resultados son los siguientes:

Candidato/a

Coalición

Votos (millones)

%

Claudia Sheinbaum

Sigamos haciendo historia (Morena, PT y Verde),

35.8

59.7

Xóchitl Gálvez

Fuerza y corazón por México (PRI, PAN y PRD)

16.4

27.4

Jorge Álvarez Máynez

Nueva Alianza

6.1

10.3

Dato curioso. En su pueblo de Tepatepec, Xóchitl obtuvo 16%, mientras Claudia el 76%.

Además, se debe agregar el triunfo contundente en la Ciudad de México, Morelos, Veracruz y otros estados, perdiendo sólo Guanajuato y Jalisco. La Cámara de Diputados quedó con el dominio absoluto de Sigamos haciendo Historia (o Cuarta transformación = 4T), mientras en el Senado estuvo a punto de alcanzar también los dos tercios de las curules. Así, Claudia Sheinbaum tiene el dominio absoluto o casi, lo que le permitirá, en primer lugar, llevar a cabo las importantes reformas a la Constitución, ante todo la reforma del poder judicial, que es un clamor entre la población. Los partidos opositores quedaron despedazados, pero con su misma actitud arrogante y sin autocrítica.

La izquierda en México está de plácemes, pero hoy debería también reflexionar seriamente en lo ocurrido, sin escatimar los logros alcanzados. En primer lugar, Claudia Sheinbaum no es Andrés Manuel López Obrador, visionario, recio e inteligente dirigente del movimiento de la Cuarta transformación (4T). Dirigente en la lucha universitaria, conocedora de los sentimientos del pueblo y seguidora cercanísima a López Obrador, la doctora Sheinbaum está imbuida de la ideología democrática y social (que no es lo mismo), pero no viene de las luchas populares de trabajadores y campesinos (incluidos aquí los indígenas). Uno de los mayores problemas que aquejan a los mexicanos es que el campo no aguanta más. El nuevo gobierno deberá enfrentar la grave situación campesina para poder alcanzar la autosuficiencia alimentaria y atacar así una de las causas del crimen organizado.

Por otra parte, el ingreso de notables y no muy notables dirigentes de otros partidos (en particular del PRI) en el nuevo gobierno y en el partido Morena, significan un peligro constante para las bases programáticas y los objetivos de este supuesto partido-movimiento. Los viejos militantes de izquierda y fundadores de Morena, nos hemos visto arrollados por la avalancha de los nuevos integrantes, faltos de ideología social y prestos a saltar a otros partidos por conveniencia.

Éstos son dos de otros muchos problemas. Los viejos militantes tenemos la dura tarea de seguir luchando por preservar nuestra cultura política, seguir enarbolando nuestra bandera “Por el bien de México, primero los pobres”, y levantar nuestra voz cuando sea necesario, por desgracia, a la sombra de los recién llegados antes enemigos nuestros, muchos de ellos convertidos en candidatos y dirigentes de Morena, sin los cuales -se dice- no se habría dado esta victoria en 2018 y el pasado 2 de junio.

En fin, si los conservadores viven en su burbuja, no debemos nosotros solazarnos en la nuestra. Debemos reflexionar sobre lo acontecido, prever las consecuencias de ello y prepararnos contra los nubarrones que se avecinan.