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Cuauhtémoc y Graco, tan diferentes como iguales

 

El gobernador parece estar enojado. Llama “perros desesperados” a sus críticos, se enfrenta y reclama a los empresarios llevar amistad con diputados, y asegura que está feliz y satisfecho. Lo dice tantas veces que parece intentar convencerse a sí mismo de su pequeño orgullo, el estado en que deja a Morelos después de ya casi seis años como titular del Poder Ejecutivo.

Cuauhtémoc Blanco Bravo atribuye las críticas a su administración exclusivamente a la cercanía de las elecciones que, el 2 de junio, definirán a su relevo en la gubernatura del estado. Y si bien es cierto que la cercanía de las elecciones ha resultado en críticos que antes callaban o permanecían marginales en muchos medios de comunicación, también debería conceder que los señalamientos a los errores de su administración han existido desde los primeros meses y permanecen hasta ahora. Sabe el gobernador que desde el segundo año de su administración está entre los mandatarios peor evaluados en prácticamente todas las mediciones que hacen encuestadoras.

Cuauhtémoc Blanco es un tipo inteligente y sabe que dejó mucho por hacer, pero también considera que su administración fue mejor que la de su antecesor, Graco Ramírez Garrido. En efecto, si se miden los afectos de los morelenses por cada uno de ellos, es muy probable que Cuauh salga ganando. Graco no fue un buen gobernador y acompañó una gestión bastante irregular con su personalidad soberbia, lo que le alejó definitivamente de la ciudadanía que lo apoyó como candidato. Pero a Cuauhtémoc Blanco tampoco le ha ido bien con el cariño de los morelenses, llegó como un querido exastro del futbol nacional y como un personaje víctima de Graco Ramírez y su régimen. En el transcurso de su administración perdió la etiqueta de víctima y se convirtió en victimario, y también hizo que muchos olvidaran sus glorias deportivas.

Por supuesto que cualquier político pierde respaldo ciudadano en el ejercicio del poder, le pasó que hayamos visto a Antonio Riva Palacio, Jorge Carrillo Olea, Jorge Morales Barud, Sergio Estrada Cajigal, Marco Adame Castillo; pero en ninguno de esos casos el rechazo ciudadano llegó a ser tan grande como el que experimentó Graco Ramírez, o el que hoy vive Cuauhtémoc Blanco.

Y puede decirse que hoy la ciudadanía está mejor comunicada, que recibe estímulos e información constante a través de medios que privilegian los sentires antes que los pensares, que las redes sociales sirven para tejer campañas perversas. Todo eso es verdad, pero los resultados de la administración pública son evidentes para cada uno. La inseguridad, la percepción de corrupción, la ausencia de crecimiento económico, el abandono al campo, el deterioro ecológico, la falta de inversiones, la lejanía evidente entre los proyectos de gobierno y los reclamos ciudadanos, la improvisación e indolencia, han sido rasgos comunes de las dos últimas administraciones de Morelos.

Curioso porque para ser Graco y Cuauhtémoc sujetos que se habrían jurado odio eterno, han resultado bastante parecidos. Los dos hicieron de sus administraciones una especie de club exclusivo que dejó de hablar con la ciudadanía, enfrentaron a sus críticos con descréditos e insultos, vieron crecer los índices de inseguridad y las catástrofes en sus administraciones, tuvieron desencuentros graves con la clase política y con la ciudadanía, fueron sospechosos de corrupción ellos mismos y sus colaboradores cercanos. Acaso la diferencia es que Graco tuvo una mejor operación política con las dos legislaturas que le tocaron (ese factor, por cierto, hizo a muchos pensar, probablemente con razón, que el exgobernador “comparaba” diputados, versión que los enterados corregían para atribuir ese mercado a Rodrigo Gayosso).

Para ser justos, las administraciones de ambos tampoco fueron iguales, Ramírez tuvo una gestión entre regular y buena en materia cultural, de derechos humanos, innovación, agua, obra pública y salud (aspectos que, siendo justos, se debieron más al talento de sus colaboradores que a un talento personal. Cuauhtémoc Blanco ha quedado tablas en materia de agua, pero el estado ha vivido deterioro en prácticamente todos los otros sectores. Pero estadista, no fue ninguno de ellos.

La percepción de corrupción en el poder, en ambos casos es la misma; la inseguridad es mucho mayor en la administración de Blanco; el enojo ciudadano se percibe prácticamente igual. Acaso el problema más grave es el desencanto ciudadano, que se ha seguido acumulando.

Por supuesto que Graco tiene una mucho mayor raigambre política, una historia que se puede rastrear hasta los setenta, cuando Blanco apenas había nacido. Mientras Graco se manifestaba y armaba tramas para construir junto con otros mucho más notables la izquierda mexicana, Cuauhtémoc aprendía a caminar y a lo mejor chutaba sus primeros balones. Cuando Graco conspiraba contra gobernadores de Morelos, Cuauhtémoc andaba en las canchas metiendo goles. Las carreras fueron distintas: tan lejanas que acabaron tocándose, y pareciéndose en el ocaso de sus administraciones.

A ninguno de los dos les gustará la comparación, y en eso también acabarán pareciéndose.

Por cierto, en términos electorales, la gestión de Graco y la de Cuauhtémoc Blanco hicieron prácticamente desaparecer al partido que los postulo. Graco casi sepultó al PRD y Cuauhtémoc acabó con Encuentro Social (aunque no había tanto qué desaparecer). Habrá que ver si en los resultados de la elección de gobernador pesan lo mismo las pifias y omisiones de Blanco que las que en su momento tuvo Ramírez.

Por lo pronto, a lo mejor convendría a los electores morelenses ir a terapia, algo mal se está haciendo para elegir últimamente a puro maltratador.

@martinellito

martinellito@outlook.com