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La urgente paz y Margarita González Saravia

 

Algunos datos para entender la urgencia de la paz en Morelos. En los primeros cinco meses de 2024, se cometieron 642 homicidios dolosos lo que representa un incremento de 34% respecto al mismo periodo del año anterior. Los asesinatos en los 151 primeros días de este año superan en 152 los cometidos durante todo el 2015; en 56 los de 2016; y en 67 los de 2017. Con esta cifra, el estado ha registrado un promedio mayor de cuatro homicidios dolosos cada día de este año.

Los feminicidios reconocidos como tales por la autoridad responsable también aumentaron en más o menos 15% en los primeros cinco meses del año con respecto de los registrados el mismo periodo del 2023; también crecieron las denuncias penales por lesiones y otras formas de violencia.

El rápido aumento en los casos de violencia en el estado deriva, principalmente de dos características de los actuales mandos de la seguridad pública en Morelos, la soberbia y la indolencia. La primera les hizo creer, durante más de cinco años ya, que su estrategia de seguridad pública era la única posible y que las críticas sobre ella provenían de ignorantes o malintencionados, aún cuando los datos evidenciaban mes con mes el fracaso y su profundización. La segunda les permitió pasar prácticamente toda la administración sin condolerse por los millares de morelenses víctimas de delitos que les cortaron la existencia, homicidio, feminicidio, desaparición forzada. La combinación de ambas permitió que la coordinación entre autoridades de seguridad fuera tan complicada y lleva de suspicacias que rayó en lo inexistente durante prácticamente toda la administración. Se abandonó no a los ayuntamientos, sino a la ciudadanía a una violencia cuyo incremento se convirtió en una triste cotidianeidad.

Aquí debe reconocerse que, la gobernadora electa, Margarita González Saravia, parece haber leído bien los resultados de la elección y mantiene una templanza que podríamos llamar ejemplar entre los triunfalismos de muchos de los que se dicen ganadores, aunque no aparecieron en ninguna boleta. El mensaje de los electores parece haber distinguido a Margarita González Saravia de Cuauhtémoc Blanco Bravo (cuya evaluación ciudadana es terrible, especialmente en materia de seguridad), pero cobró a los alcaldes la falta de responsabilidad y carácter en materia de seguridad pública.

En los ayuntamientos de Cuautla, Emiliano Zapata, Huitzilac, Temixco, Tepoztlán, Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Tlayacapan, cuyos alcaldes, en medio de la ola de violencia apostaron a esperar una ayuda estatal que llegó a cuentagotas y de forma poco efectiva, los electores castigaron a sus ayuntamientos y eligieron opciones diferentes. Quienes no tuvieron una actuación por lo menos digna en materia de seguridad pública, y los candidatos que no presentaron propuestas diferentes para atenderla fueron sonoramente derrotados.

En Cuernavaca, una parte de la elección de Urióstegui puede explicarse porque la ciudadanía nota que algo bueno está pasando en materia de seguridad pública con una policía mejor equipada, tiempos de respuesta menos malos a los del gobierno estatal, y una preocupación de todo el gabinete que lleva al trabajo conjunto en medidas de prevención del delito efectivas, como la mejora del alumbrado público, de los flujos vehiculares y peatonales, la atención a la violencia contra las mujeres, la recuperación de espacios públicos. Es decir, Cuernavaca no es un paraíso de la seguridad, pero su ayuntamiento está trabajando notoriamente para reducir los delitos y la violencia.

La gobernadora electa sabe que las elecciones no se ganan, ni se pierden, el día de los comicios, y que los fracasos municipales en materia de seguridad pública fueron determinantes en el resultado de la elección. Entiende el enojo ciudadano y la urgencia de atender la crisis de inseguridad y violencia en Morelos de forma inmediata, desde el 1 de octubre que asuma el mando del Ejecutivo y con ello, de la seguridad pública estatal. Y hasta donde sabemos ya trabaja para diseñar una estrategia de seguridad diferente a la actual, coordinada con el gobierno federal, los municipales y la sociedad civil, particularmente, las instituciones constructoras de la paz, como las iglesias y las universidades.

La apuesta prioritaria por la seguridad tiene sentido porque la construcción de la paz es vital para la convivencia y el desarrollo humano, social y económico de las regiones; con la ventaja adicional de que la inversión y el reforzamiento de la seguridad pública no está regida con otras políticas importantes para el estado, como el fomento de las inversiones productivas y el empleo, la modernización del campo, el combate a la pobreza, la mejora en la calidad de vida, la inversión necesaria en educación y cultura, el rescate de los servicios de salud y la erradicación de la corrupción.

La voluntad de diálogo mostrada por Margarita González Saravia al volverse a acercar, ya como gobernadora electa, al obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, y dar seguimiento al compromiso por la paz que firmó en campaña, es una buena señal de la reconciliación que el gobierno estatal requiere con las instituciones, indispensable para construir la paz que tanto anhela Morelos. Cierto que las reuniones no son un remedio para acabar con la violencia, pero son un buen principio.

A menos de tres meses y medio de que concluya la administración de Cuauhtémoc Blanco, que será sin duda una de las memorias tristes de Morelos, lo que queda a la ciudadanía es resistir y sobrevivir unas semanas más. Ya viene el tiempo de mejorar y de exigir.

@martinellito

martinellito@outlook.com