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Juan Salgado Brito convertido en señal

 

Aunque a muchos podría no gustarles la idea, la presencia de Juan Salgado Brito en el equipo de transición de la gobernadora electa, Margarita González Saravia, es una muy buena señal. Sin duda es el político morelense en activo más experimentado del estado y a diferencia de algunos otros nombres que se habían manejado en los lavaderos de la política local, el de Juan Salgado se identifica con el diálogo, la conciliación, la mesura y el buen juicio político.

De quien fue alcalde de Cuernavaca de 1985 a 1988, justo en los años de la primera gran migración de la Ciudad de México a la capital de Morelos, pueden criticarse muchas cosas, pero la mayoría de los señalamientos tienen que ver con su edad, apenas 76 años; y con las derrotas en su búsqueda por la gubernatura del estado, primero en el 2000, cuando la ola de alternancia en gran parte del país llevó a Sergio Estrada al poder. Luego en el 2006 y una vez más apenas hace unos meses, cuando entró a la contienda interna de Morena, partido que ayudó a fundar junto con la gobernadora electa. Esta última podría verse más bien como un triunfo, porque siendo uno de los que menos invirtió en su campaña, resultó bastante bien evaluado en las encuestas del partido. Más allá de esas críticas, no parece haber señalamientos sólidos contra el más notable de los miembros del equipo de transición.

Como en el equipo de la gobernadora electa saben mandar señales y están conscientes de que cada uno de los pasos que da Margarita González Saravia es un signo (un elemento intencionado que contiene un significado), el mandar a Juan Salgado de avanzada a dialogar y operar la transición junto con otros sujetos de confianza de la futura mandataria, debe ser leído en términos no de cuatitud, sino como una señal mucho más profunda.

Para dar algo de contexto, en el equipo de transición hay dos elementos cuya carrera está totalmente ligada a Margarita González Saravia (Edgar Antonio Maldonado, coordinador del grupo, y Jorge Salazar Acosta); una más cuya trayectoria está asociada con Rabindranath Salazar Solorio (Alejandra Pani Barragán); otra que fue parte del gabinete y luego aliada de Cuauhtémoc Blanco desde el Congreso local (Mirna Zavala Zúñiga); un empresario aliado de Margarita (Carlos Miguel Pérez Herrera), y Juan Salgado Brito.

La carga de obviedad de los colaboradores y aliados directos de Margarita, y lo probablemente anticlimática que resulta la inclusión de personas vinculadas a otros grupos internos de Morena, empieza a despejarse con la inclusión de Juan Salgado Brito, que ayuda también a diluir algunas dudas. Los perfiles eminentemente administrativos, contables y jurídicos del equipo de transición cumplen las principales preocupaciones que podría tener la futura gobernadora: qué se encontrará en los rincones oscuros de la administración saliente. Desde esa lógica puede entenderse el nombramiento de técnicos en cada una de las materias de la administración pública. Pero faltaba, la parte de la política como un arte, y haber sumado al experto más reconocido en el área en Morelos es un acierto desde cualquier perspectiva. Un acierto además que debe tranquilizar a izquierdas, centros y derechas, porque la carrera de Juan Salgado Brito lo ha llevado a dialogar con cada una de las fuerzas políticas, incluso con algunas ya extintas.

Incluir a Salgado Brito en el equipo de transición muestra una preocupación por la política real que se extrañaba hace mucho en Morelos, probablemente desde tiempos de Antonio Riva Palacio.

Porque tendría que reconocerse, revisando los gobiernos morelenses desde el fin de siglo pasado, la política juiciosa, racional, conciliadora, cercana a la gente, operativa, no pareció interesarle a Jorge Carrillo Olea, cuyo régimen se endureció en la gran decadencia del PRI; tampoco apareció en Sergio Estrada Cajigal, convencido de que su victoria arrolladora en las urnas era universal y perenne. Tampoco, a Marco Adame Castillo, quien a pesar de ser más conciliador que sus dos antecesores, no tuvo empacho en acatar instrucciones del gobierno federal e imponerlas a rajatabla.

Graco Ramírez se perdió en su soberbia y su equipo prefirió comprar voluntades que convencer conciencias Y Cuauhtémoc Blanco… pues es quien es, y entre sus ausencias, sus suspicacias e inseguridades, y las crisis que fue tejiendo desde su primer día en el Ejecutivo estatal, se ocupó de la política o de Morelos lo menos posible e incluso con más de ocho años dedicado al gobierno local, insiste en no ser político como una marca de orgullo.

Pero, a diferencia de muchos de los “jóvenes políticos” que muchos quisieran (aunque en Morelos remitan a personajes tan lamentables como Jonathan Márquez, Rodrigo Arredondo, Ulises Bravo, y un catálogo más o menos similar), Margarita González Saravia y Juan Salgado Brito, igual que probablemente la mitad de los morelenses, aún vivieron los gobiernos encabezados por políticos expertos y juiciosos, y a lo mejor sin saberlo bien los han extrañado. Probablemente por ello Juan Salgado Brito haya marcado tan alto en la encuesta de Morena y tal vez por eso Margarita González Saravia la ganó.

Aún falta ver si Juan, y esto ni él lo tiene seguro todavía, estará en el gabinete de la gobernadora, y en qué posición, porque no es lo mismo ser oficial mayor que secretario de Gobierno, por ejemplo. Por lo pronto, lo probable es bastante deseable, así que la señal no deja de ser buena para la política morelense que hace tanto necesita protagonistas.

@martinellito

martinellito@outlook.com